Grandes hitos de la (no) comedia romántica

Por qué ver ‘Cómo perder a un chico en diez días’ con las gafas feministas te la estropeará para siempre

La comedia romántica protagonizada por Kate Hudson y Matthew McConaughey parecía, en 2003, una sátira divertida sobre los clichés de pareja. Vista hoy con perspectiva feminista, revela una batalla de sexos tramposa, un retrato de la mujer manipuladora y un entorno profesional donde lo tóxico está normalizado

Por qué ver 'Cómo perder a un chico en diez días' con las gafas feministas te la estropeará para siempre
Por qué ver 'Cómo perder a un chico en diez días' con las gafas feministas te la estropeará para siempre
Montaje: kiloycuarto

Cuando Cómo perder a un chico en 10 días (How to Lose a Guy in 10 Days) se estrenó en 2003, se vendió como una comedia ligera con giros inteligentes. La periodista Andie Anderson (Kate Hudson) escribe para una revista femenina donde le encargan una pieza experimental: seducir a un hombre y comportarse como la “novia equivocada” para que él la deje en diez días. Al mismo tiempo, Ben Barry (Matthew McConaughey), un ejecutivo de publicidad, apuesta que puede lograr que cualquier mujer se enamore de él… en diez días.

Lo que sigue es una guerra de manipulaciones: ella exagera todos los estereotipos femeninos que, supuestamente, espantan a los hombres (necesidad afectiva, dependencia, control obsesivo), mientras él soporta todo con tal de ganar la apuesta. El problema es que la película no se limita a satirizar estos clichés: los refuerza.

'Cómo perder a un chico en 10 días' está protagonizada por Kate Hudson y Matthew McConaughey
‘Cómo perder a un chico en 10 días’ está protagonizada por Kate Hudson y Matthew McConaughey

La revista como máquina de estereotipos

Andie es una periodista brillante que quiere escribir sobre política internacional y derechos humanos, pero trabaja en una revista donde la obligan a firmar columnas sobre cosmética y relaciones fallidas. No es solo un conflicto profesional: es un retrato cruel del techo de cristal en los medios femeninos. Su talento se ve subordinado a la lógica de mercado y a la mirada masculina sobre qué es deseable que escriba una mujer.

La película convierte esa frustración en comedia, pero nunca la resuelve. Andie no desafía el sistema, ni denuncia su situación, ni transforma su entorno: simplemente lo utiliza en su beneficio para urdir un plan. El mensaje implícito: las mujeres pueden manipular el sistema si se adaptan a sus reglas, no si las cuestionan.

Histeria femenina como gag

Para hacer que Ben la deje, Andie adopta todos los estereotipos machistas sobre lo femenino: se vuelve emocionalmente inestable, posesiva, infantil. Llama constantemente, impone una dieta vegana, invade su casa, le compra un perrito y lo lleva a terapia de pareja en la segunda cita.

Aunque todo es parte del experimento, la película nunca desmantela del todo esa caricatura. Al contrario: se apoya en ella para provocar la risa del público. Lo que en teoría era una sátira acaba siendo una reafirmación de la “loca del amor” como tipo universal. El feminismo ha señalado durante décadas cómo esta imagen de la mujer emocionalmente desbordada ha servido para desacreditar su deseo, su autonomía y su inteligencia. Aquí, se convierte en gag recurrente.

'Cómo perder a un chico en 10 días' es una reafirmación de la "loca del amor" como tipo universal
‘Cómo perder a un chico en 10 días’ es una reafirmación de la “loca del amor” como tipo universal

El chico como premio

Ben no es solo una víctima de la farsa: él también miente, manipula, y participa en un sistema empresarial profundamente machista. La campaña publicitaria que intenta ganar con el éxito de su relación está ligada a productos de lujo femeninos —joyas, diamantes—, lo que refuerza la lógica de consumo como camino hacia el amor. Aun así, él termina siendo el premio, el que perdona, el que decide si la relación merece salvarse.

La película construye un falso empoderamiento femenino: Andie parece tener la iniciativa, pero en realidad todo se resuelve según las reglas del juego masculino. Él gana la apuesta. Ella, el romance.

¿Qué nos reímos cuando nos reímos?

La comedia romántica tiene derecho a la farsa, al juego, a la ironía. Pero cuando los gags refuerzan estructuras machistas, ya no solo entretienen: moldean imaginarios. Cómo perder a un chico en 10 días podría haber sido una sátira feminista brillante sobre los clichés de género, pero no se atreve a dar el salto. Prefiere habitar el estereotipo que desmontarlo.

Vista hoy, no solo hace reír menos: también incomoda más. Porque nos recuerda cuán naturalizados estaban —y están— los roles de género en el amor narrado desde Hollywood. Y cómo, incluso cuando creemos que nos reímos de los estereotipos, muchas veces nos estamos riendo con ellos.

El final feliz sigue ahí: beso, reconciliación, Manhattan. Pero verlo con las gafas violetas deja un regusto a trampa, a cliché reciclado, a romanticismo que no se atreve a evolucionar.

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