Scarlett Johansson, la directriz de Hollywood

La actriz, productora, cantante y ¿modelo? añade otro hito a su carrera presentando en el Festival de Cannes su primer filme como directora

Scarlett Johansson.
EFE/EPA/HANNIBAL HANSCHKE

Hay un palabro despectivo bastante utilizado en el mundillo de la evasión inventado, al parecer, por el inefable Carlos Areces (o su peluquero). Denomina a todas las modelos que, probablemente hastiadas de lucir palmito, consideran (o no, simplemente se lo ofrecen) que el siguiente camino lógico y orgánico en su devenir profesional está en el griego arte de la interpretación o, ya que me pongo, en la canción. Son las conocidas como “mocatrices” y, a estas alturas, no voy a ponerte ejemplos, que ya eres mayor. Ya lo dijo el director de cine Abel Ferrara cuando contrató a Claudia Schiffer para protagonizar The Blackout (1997), una de las películas más extremas de uno de los directores más extremos, elevando hasta el paroxismo el atavismo occidental de La Bella y la Bestia: “la película va sobre unos tipos llorones que pierden a sus putitas y no dejan de llorar por eso”. Nadie como el tarado de Abel podría definir mejor el concepto, siempre que quien dé ese salto no tenga el talento, claro, y que piense que modelar y la interpretación o la canción están cosidos con el mismo hilo.

En cambio, hay otro tipo de saltos artísticos de los que se habla mucho menos en el bling bling del entertainment y que es también frecuente. Y aunque pertenecen al mismo árbol, en mi opinión requiere capacidades muy diferentes: los actores y actrices que se meten a directores/as. Entre ellos, los hombres, hay muchos ejemplos que ya conoces. El caso más paradigmático quizá sea el de Charles Laughton, enorme –en todos los sentidos- actor británico, que bajo su aspecto de oso feroz creó una de las más bellas, modernas y complejas obras que el cine nos ha regalado, el tenebroso cuento gótico La noche del cazador (1955). Una de las mejores películas de la historia y que, si no las has visto, primero, me das una envidia horrible y segundo, te obligo a que dejes de leer esto y vayas a tu plataforma de cabecera a buscarla.

Y entre ellas, actrices detrás de la cámara, aunque menos, hay unos cuantos casos de éxito: la pionera Ida Lupino, Jodie Foster, Barbra Streisand o las españolas Icíar Bollaín, Leticia Dolera o, más recientemente, Paz Vega.

Scarlett Johansson llega a la alfombra roja durante la 97.ª ceremonia anual de los Premios Óscar.
EFE/EPA/CAROLINE BREHMAN

El último caso entre el star system de Hollywood, esto es, verdaderas estrellas metidas a creadoras (Angelina Jolie es otro ejemplo) ha sido el de Scarlett Johansson. Parafraseando al difunto Vargas Llosa dirigiéndose a su mujer en el discurso de aceptación del premio Nobel “ella lo hace todo y todo lo hace bien” y, con evidente paternalismo, “hace y deshace las maletas”. En el caso de la Johansson, desconozco si se preparará ella misma el equipaje, pero, en cuestiones profesionales, necesita poquita condescendencia y abundante análisis objetivo.

Desde luego, su opción fundamental es la de la interpretación. Su filmografía ya va por ¡60 películas! en poco más de 40 años de vida. A estas alturas no creo que nadie dude de su talento, por mucho que últimamente haya coqueteado, quizás demasiado, con el universo Marvel: los jardineros de Mulholland Drive son muy caros. Saltó a la vista de todos siendo una niña (antes ya había hecho un pequeño papel en Solo en casa 3), en El hombre que susurraba a los caballos (1998), dirigida por la columna de Hércules Robert Redford, otro actor metido, y con gran prestigio, a director. Su consagración le llega con apenas veinte años, interpretando a la inolvidable Charlotte en la obra cumbre – ¿demasiado pronto, quizás?-de Sofia Coppola.  Otra, por cierto, que hizo sus pinitos como ¿actriz? en El Padrino. Parte III (1990), dirigida por uno que se apellida igual que ella. Lost in Translation (2003) es, en mi opinión, el  retrato más poético que ha hecho el cine de la melancolía y la turbación de la juventud. Algún día Scarlett nos chivará dónde se compró el paraguas transparente, la peluca rosa y, sobre todo, qué le susurró Bill Murray al oído en ese final que ya está en el altar mayor del séptimo arte.

Al poco tiempo, se choca con Woody Allen en una de esas esquinas de Manhattan que tanto le gustan y este la eleva a los altares de la moderna femme fatale en Match Point (2005), la última gran obra del genio neoyorquino. Si no la has visto, te digo lo mismo que antes. Deja de leer y corre a por ella. Te aficionarás al ping-pong…y a la caza.  De sus otras dos colaboraciones, mejor no hablamos, sobre todo en el caso de Vicky Cristina Barcelona (2008), que estamos de buenrro.

Escena de ‘Vicky Cristina Barcelona’.

Poseedora de una belleza despampanante, que la emparenta con otras bimbos de Hollywood como Marilyn Monroe o Lana Turner, pero con más talento, continúa su carrera asumiendo riesgos interpretativos en Under the Skin (2013) tal vez su papel más esquinado, en tanto que se expone por dentro –y por fuera- como nunca antes, dando vida a una cazadora alienígena (!) que usa su cuerpo de cebo para atraer a pobres incautos. Eso no se hace, Johansson. Pese a lo delirante del argumento, se trata de un extraordinario filme de Jonathan Glazer, que sirve de borrador para la magistral La zona de interés (2023), posiblemente la mejor película de los últimos años.

Comedia, drama –Historia de un matrimonio (2019), una de sus dos nominaciones al Oscar-, algún Blockbuster, cine independiente…incluso logró enamorar a Joaquin Phoenix únicamente con su voz en la profética Her (2013). Todo cabe en su curvilíneo cerebro, en una carrera tan coherente como comercial, siguiendo el característico polvo de estrellas del mejor mainstream hollywoodiense.

Por si fuera poco, también canta. Y muy bien.  Con su personal timbre vocal husky, ha editado un par de álbumes. El segundo es un excelente disco de country creado a la limón con Peter Yorn. Si escuchas el single Relator, te pasará lo mismo que a Riley en Del revés (2015): se convertirá en un recuerdo esencial.

Actúa. Canta. Ahora dirige. Directriz.

Eleanor the Great (2025) se llama su ópera prima, la presenta en la sección caviar del Festival de Cannes, Un certain Regard, y está protagonizada por una jovencita de 90 años (June Squibb). A contracorriente.

Veremos qué tal le va. El salto es importante. Otra liga probablemente. Mucho más exigente. Y si no, no pasa nada. No se puede alcanzar la excelencia en todo. Que se lo digan a Abel Ferrara.

Llegamos a la zona caliente de la Croisette con una directriz muy clara. Mostrar al mundo lo que una de sus criaturas más talentosas ha parido. Bienvenida a las ligas mayores, señorita Escarlata.

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