Cuenta atrás definitiva para la invasión terrestre de Gaza y la previsible ocupación, veinte años después, del arrasado territorio palestino por parte de las fuerzas israelíes. Tras más de 22 meses de ofensiva aérea y terrestre contra Hamás -protagonista del mayor episodio de terrorismo sufrido por la sociedad israelí en su historia-, las Fuerzas de Defensa se sitúan ya a las puertas de Ciudad de Gaza.
Con el acuerdo para el alto el fuego pendiendo de un hilo, el ministro israelí de Defensa, Israel Katz, ordenó ayer miércoles movilizar a 60.000 reservistas -sobre un total previsto de 130.000– tras la aprobación por parte del gobierno de Benjamín Netanyahu del plan para hacerse con la principal concentración humana (casi 650.000 habitantes) de un territorio de apenas 45 kilómetros cuadrados donde viven hacinadas más de 2,2 millones de almas en condiciones infrahumanas. Tel Aviv está convencido de que es el último y definitivo bastión de la organización islamista palestina.

En medio de un clamor mundial en favor del fin de la guerra, que se ha cobrado en la Franja más de 62.000 vidas según las autoridades locales y dos días después de que Hamás asegurara haber aceptado una nueva propuesta de cese el fuego de los mediadores -Egipto, Catar y Estados Unidos-, el primer ministro israelí está a punto de cumplir su amenaza para llegar donde nunca antes. Netanyahu cree que solo con la ocupación total de Gaza así acabará definitivamente con Hamás, que se hizo con el control político del territorio tras las elecciones legislativas palestinas de 2006, y rescatará a los rehenes que queden aún con vida. La operación militar en Ciudad de Gaza y sus alrededores será “progresiva, precisa y selectiva”, explicó ayer un responsable militar israelí.
Asediado por los tribunales de su país y tras haber debilitado el sistema judicial de su país, rehén de las ultraconservadoras fuerzas de la coalición gubernamental, el veterano líder del Likud avisó en octubre de 2023 que su plan iba más allá de destruir a Hamás y ambicionaba transformar Oriente Medio. No iba de farol. Mientras castigaba sin descanso a Hamás, el Tsahal y la Inteligencia israelí han sido capaces de neutralizar a la avanzadilla del ‘eje de la resistencia’, la milicia libanesa Hizbulá, y castigar duramente a los rebeldes chiíes del Yemen y otras milicias afines en Siria e Irak. Después llegó el desmoronamiento del régimen de Bachar al Asad en Siria -quien fuera el gran aliado de Irán y Rusia en Oriente Medio- y, en fin, la breve guerra -12 días en junio- entre Israel e Irán que, si bien no acabó con la destrucción del programa nuclear de la República Islámica, sí supuso un serio aviso a un Teherán militarmente inferior al que no le quedó otra opción que aguantar el chaparrón.

Ya en los últimos días, las Fuerzas de Defensa de Israel han venido intensificando sus ataques aéreos y operaciones terrestres en Ciudad de Gaza y campos de refugiados cercanos. Las autoridades israelíes creen que son Los barrios de Zeitún y Al Sabra son objeto de intensos bombardeos, según sus habitantes.
La gran pregunta que la región y la comunidad internacional es qué planes tiene el primer ministro Benjamín Netanyahu para un territorio reducido a escombros y en el que casi dos millones de personas -el 90% de la población- se han visto obligadas a abandonar sus hogares en los casi dos años transcurridos desde octubre de 2023. Un territorio que Israel conquistó en la Guerra de los Seis Días (1967) y del que solo se marchó en 2005, precisamente con un gobierno de corte conservador como el presidido por Ariel Sharon. ¿La ocupación sine die? ¿La imposición de una fuerza militar y un gobierno internacional.

Recientemente, el primer ministro israelí dejaba claro que ni obviamente Hamás ni la Autoridad Palestina -el ejecutivo de (parte de) Cisjordania en manos de la secular Al Fatah- formarán parte de la futura fórmula política con la que se gobernará el territorio. Los planes de Netanyahu chocan frontalmente con los de los principales países de la región, que defienden el papel central que ha de jugar la AP en el futuro de Gaza y se niegan a aceptar la entrada de población de la Franja -como han dejado claro Egipto y Jordania- en sus respectivos territorios. Ajeno al malestar y el rechazo de las potencias de Oriente Medio y de la comunidad internacional en su conjunto, en una entrevista con la Fox estadounidense hace menos de dos semanas, el jefe del gobierno israelí aseveraba que “fuerzas árabes gobernarán Gaza adecuadamente”. Netanyahu espera que la presión de la Administración Trump le permita contar con la complicidad de Arabia Saudí en la gestión política del territorio, pero la guerra de Gaza hace por ahora imposible la posibilidad de una normalización política entre Tel Aviv y Riad.
Si la superioridad militar y de Inteligencia han permitido a las fueras israelíes cosechar indudables éxitos militares en los últimos meses, el reto de Gaza, su ocupación y gestión, con una opinión pública y un ejército cada vez más agotado de la campaña en la Franja y en medio del horror para su población, rebasa con mucho cualquier otra tarea que haya podido afrontar Netanyahu y su gobierno. Un gobierno cuyos ministros, como el titular de Finanzas Bezalel Smotrich, anuncian planes para ampliar los asentamientos en Cisjordania -el certificado de defunción de cualquier posibilidad de que el territorio ocupado pueda ser la base de un futuro Estado palestino- y no ocultan su deseo de que Gaza sea “totalmente destruida”. Este miércoles, Smotrich sentenciaba: “El Estado palestino está siendo borrado; no en eslóganes sino en acciones”. La expresada por el ministro de Defensa es quizás la única certeza del nuevo escenario hacia el abismo.