Moda

El fenómeno global Taylor Swift: ¿el alma o el armario?

La cantante actuará en el Estadio Santiago Bernabéu los días 29 y 30 de mayo. Aprovechamos su visita a nuestro país para analizar el significado de sus looks, su influencia en la moda y por qué hay quienes atacan la forma en la que abraza el feminismo desde una postura que consideran interesada

Los viajes de Taylor Swift - Cultura
Taylor Swift durante uno de sus múltiples conciertos EFE

En el instante en el que los fans de un cantante tienen nombre propio, es oficial: ha llegado a la cima. Del mismo modo que los de Lady Gaga se llaman Little Monsters y los de Justin Bieber son conocidos como los Beliebers, los de Taylor Swift son los Swifties, y su peso es tal que incluso son capaces de mejorar la economía de aquellos lugares por los que pisan. Se habla ya de Swiftonomics para referirse a las repercusiones financieras que tienen los conciertos de la cantante en los sitios donde tienen lugar los shows, y de cara a su gira europea, los medios ya anticipan que los beneficios que puede reportar cada actuación en aquellos países que visita pueden superar incluso a los logrados en América.

Looks con mensaje

El interés por la cantante es tal que son numerosos los libros que están saliendo al mercado a lo largo de los últimos meses. Hoy queremos centrarnos en el de Sarah Capelle, Taylor Swift Style: Fashion Through the Eras, en el que la experta en el estilo de la cantante analiza la forma en la que Swift emplea la moda para mandar mensajes. No es cosa suya: ella misma ha reconocido usar su armario como una suerte de WhatsApp. “Mando pistas e indirectas a través de mis looks”, ha dicho. De hecho, uno de sus looks más recientes lo llevó en su concierto parisino, en el que apostó por un dos piezas custom made de Roberto Cavalli con el que sin duda envió un guiño a su novio, Travis Kelce, al llevar los colores de la equipación del jugador de fútbol americano. El deportista estuvo en el show, por lo que sin duda, captó la indirecta.

“Para algunos, el hecho de que no siga las tendencias a rajatabla es un potencial desperdiciado de conexiones y de recursos ilimitados, pues no utiliza el street style como una extensión de las últimas pasarelas, como hacen tantas celebridades. Pero para muchos otros, es una elección intencional que no sólo responde naturalmente a sus preferencias personales de estilo, sino que en realidad es más emocionante, porque es más accesible (y por lo tanto, más fácil de emular replicable) para los fans”, asegura Chapelle. Como explica la experta en moda Cathy Horn en The Cut, la cantante controla también con meticulosidad los looks que lleva más allá del escenario, esos que precisamente se caracterizan por su sencillez y por su amor por prendas que en ocasiones son asequibles, algo cada vez más raro en un momento en el que las celebridades no salen de sus casas sin haber orquestado junto a su equipo de estilismo sus looks.

“Aunque Swift es conocida por usar marcas relativamente económicas como Rails, House of CB, Madewell y Reformation, también usa muchas firmas de alta gama, como Louis Vuitton, Gucci, The Row, Stella McCartney y Area. Muchas celebridades juegan con una combinación similar de firmas de alta gama con otras más asequibles, pero con Swift, el efecto generalmente resulta decididamente low profile, como si estuviera tratando conscientemente de no superar los gustos o los medios económicos de sus fans”, escribe. Porque Taylor está siempre atenta a sus seguidores, que en muchos casos son realmente jóvenes, y por eso en sus conciertos no faltan vestidos que bien podrían recordar a los prom dresses clásicos de la adolescencia americana.

Las pulseras de la amistad y el fenómeno fandom

Durante su gira mundial The Eras Tour, su séquito de fans compró cuentas de múltiples colores para crear pulseras con los nombres o las frases de sus canciones. El cometido era regalarlas a otros asistentes a los shows, funcionado así como brazaletes de la amistad. Tan icónico ha sido el gesto que Amnistía Internacional quiere implicar al fandom más influyente de 2024 en la defensa de los derechos humanos con ocasión de los próximos conciertos de Taylor Swift en Madrid con Human Rights Bracelets, una campaña de Amnistía Internacional y La Despensa. “En Amnistía Internacional sabemos que los cambios que permiten a la humanidad avanzar en justicia y libertad se suelen dar cuando un número significativo de personas los apoyan. Con su pasión, las swifties, uno de los fandom más grandes del mundo, tienen la oportunidad de sumarse a través de los Human Rights Bracelets a una causa que realmente importa: la de visibilizar y defender los derechos humanos”, afirma Miguel Ángel Calderón, director de Comunicación de Amnistía Internacional España.

Los kits, disponibles ya en la web de la organización, han recurrido a “una arqueología fandom” para relacionar las palabras más usadas en los bracelets con algunos derechos humanos. “Amnistía Internacional quiere que la Generación Z se implique más en la defensa de unos derechos que les afectan enormemente, y en La Despensa pensamos en el poder tan movilizador de un fandom como el de Taylor Swift. Si quieres ser relevante para esa generación, tienes que usar un tono totalmente distinto al publicitario”, indica por su parte Eva Bedón, directora creativa de La Despensa.

El impacto de Taylor Swift en la moda es tal que el sistema de pago Klarna refleja cómo la tendencia del Fandom Fashion repercute en las prendas y accesorios que más triunfan. ¿Algunos ejemplos? Las ventas de pulseras con abalorios aumentaron un 1.317% en agosto de 2023 en España, mientras que los kits para realizar estas pulseras y la bisutería con abalorios consiguieron colarse entre los 20 artículos Fandom Fashion más vendidos de 2023 a nivel internacional. En TikTok hay además infinidad de vídeos de fans de la cantante enfundadas en looks que rinden homenaje a las diferentes eras de Swift. Sus seguidores se gastan auténticas fortunas en entradas, viajes y looks con los que emular a su ídolo. Así lo señala la compañía de software QuestionPro tras haber encuestado a 592 swifties. El análisis estima que sus fans se gastaron unos 93 millones de dólares por show, al entrar en marcha las entradas, el viaje, los hoteles, la comida, los outfits y el merchandising comprado en los conciertos.

Por descontado, muchas personas se mofan del fenómeno fan que rodea a Taylor Swift (al parecer, no es lo mismo intercambiarse pulseras que brindar con grandes vasos de cerveza gritando el nombre de un jugador de fútbol), algo que como señala Montserrat Salazar Rodríguez en su estudio Las llamaban histéricas, está marcado por las diferencias de género. “Por un lado, se reproducen de tal manera que los gustos y las prácticas se distribuyen, en muchos casos, de manera desigual entre hombres y mujeres. Éstos no sólo siguen diferentes tipos de productos culturales, o llevan a cabo diferentes tipos de prácticas, sino que además estas son valoradas en peor medida cuando son realizadas fundamentalmente por mujeres o cuando son asociadas con la feminidad. Es decir, incluso cuando hombres y mujeres practican comportamientos similares (por ejemplo, el histerismo de las fans de música pop y el de los hinchas de deportes), no son rechazados socialmente de la misma manera”, señala.

“Por otro lado, a pesar de todo ello, el fandom demuestra ser un espacio en el que los roles y las expectativas de género se pueden subvertir e incluso romper, de igual manera que se invierte, en general, la relación objeto-sujeto. El fandom es un lugar en el que los lectores o consumidores pasan a ser sujetos activos que además escriben y crean y donde los productos a priori terminados son reformulados y manipulados por los fans. Esto, como veremos más adelante, puede ser una herramienta para que las mujeres actúen como sujetos activos, para que expresen sus deseos o reajusten los productos culturales a su antojo”, dice en su estudio.

Siempre en el punto de mira

Pero en el universo de Taylor Swift no escasean las sombras, pues los detractores jamás están dispuestos a permitir a la cantante disfrutar del todo de su éxito (si bien es cierto que cuando eres multimillonaria es posible que te importe un bledo lo que los demás digan de ti). Ha asegurado que su nuevo álbum podría definirse como Female Rage: The Musical, siendo la ira femenina, esa que la sociedad siempre ha querido silenciar, por fin reivindicada y ensalzada. Pero hay quienes consideran que ella no es la encargada de esta labor.

“Las regrabaciones de Swift podrían haber sido una demanda de cambio colectivo [en la industria musical], pero en realidad parecen poco más que un ejercicio de egoísmo y codicia, reenvasado como empoderamiento. La luz resplandeciente de su cruzada moral se atenúa considerablemente cuando se observan las innumerables formas en que Swift se beneficia del ejercicio, que incluyen alentar a sus fans a comprar múltiples ediciones en vinilo y CD de los mismos álbumes en diferentes colores para acceder a ‘coleccionables’, obras de arte y bonus tracks, y cobrar por alquilar el documental de su de gira”, escribe Hannah Williams en New Statesman, donde denuncia que el feminismo de la cantante jamás va más allá de protegerse, y defenderse a sí misma.

Lo curioso es que es Jenny Jane la que en un artículo de Dazed recuerda que Megan Nolan señala que la ira femenina no ha de ser politizada ni tomada como herramienta política, y al mismo tiempo, en el artículo en el que exalta sus palabras, señala que “las emociones femeninas no han de ser siempre útiles”. ¿No es algo paradójico que a su vez critique la forma en la que en su opinión, emplea el feminismo a su favor? “Swift es una multimillonaria que intenta continuamente vender a sus fans un feminismo liberal favorable a las empresas con el único propósito de fortalecer su cuenta bancaria. Deberíamos enfurecernos contra los capitalistas codiciosos, no unirnos a ellos”, escribe.

En realidad, el hecho de que un icono pop que llega a millones de personas lance mensajes de empoderamiento y feminismo… ¿No tendría que ser aplaudido? De acuerdo, Taylor Swift no es Malala, pero acusarla de mala feminista es tan tóxico como algunas de sus letras… Porque sus lyrics no son obra de Gloria Steinem, pero qué queréis que os diga: el pop no tiene que ser tomado tampoco como un elemento didáctico ni de activismo siempre.

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