La bandera rojigualda es la enseña de España desde hace mucho tiempo. Su historia viene de lejos, pues su hito de nacimiento es del siglo XVIII. Pero su consolidación como símbolo nacional para el ejército de nuestro país llegaría un tiempo después, bajo el reinado de Isabel II.
Este hecho sucedió precisamente un 13 de octubre, en el año 1843. Momento en el que la reina sella la bandera en todas las Fuerzas Armadas de España. Conoce el origen de la historia de esta enseña en el Ejército, y cómo llegó a ser el símbolo consolidado que es hoy en día.
Cómo unificó Isabel II el uso de la bandera rojigualda en el Ejército

Aunque el suceso de unificación sucedió en 1843, hay que viajar unas décadas atrás, hasta 1785, para conocer el origen de la rojigualda en el Ejército y en el país.
Concretamente, fue bajo el reinado de Carlos III, cuando se buscaba una bandera (o pabellón) para las naves españolas de la Marina de Guerra. Los pañuelos blancos de las naves borbonas eran difíciles de distinguir, por lo que se necesitaba una enseña de alta visibilidad.
Finalmente, las franjas rojas y gualdas (amarillas) fueron las elegidas. Así pues, mediante un Real Decreto de 1785, se estableció el uso de esta bandera para la Marina (actualmente, la Armada). El nuevo pabellón naval ganó prestigio y reconocimiento con rapidez.
Unas décadas después, la joven Isabel II, consciente de la inestabilidad que vivía el país (guerras carlistas, turnismos, etc.), encontró en la rojigualda un símbolo de unidad militar y nacional.
De este modo, a través del Real Decreto, del 13 de octubre de 1843, la reina exigió que todos los cuarteles, batallones y establecimientos militares izaran esta bandera. Esta unificación sellaba, entre todos los cuerpos militares del reino, un único diseño que representaba tanto a la Corona como a la nación.
De pabellón naval a símbolo de identidad nacional

La decisión de Isabel II de usar la bandera roja y amarilla en todos los ámbitos y secciones del Ejército fue el primer paso hacia la consolidación como símbolo de la nación española. El color, la disposición de las franjas y el escudo real definieron desde ese momento la bandera nacional.
Un ejército con una identidad visual unificada en sus unidades marítimas y terrestres (y aéreas, un tiempo después), reforzó la idea frente al enemigo de una gran cohesión a nivel de Fuerzas Armadas y de Estado.
El Real Decreto de la Reina Isabel II fue, por lo tanto, un paso crucial en la historia de la bandera de España. Transformó un pabellón de origen práctico, diseñado para el uso marítimo, en el corazón simbólico y visual de las Fuerzas Armadas. Y con el tiempo, también en el fuerte símbolo de la soberanía nacional.
La rojigualda, desde aquel 13 de octubre de 1843, se erigió en el símbolo de unidad que las tropas españolas han portado (y portan) a lo largo y ancho de sus destinos. Perpetuando, así, el legado de aquel decreto hasta nuestros días.
Llevándolo con orgullo las mujeres y los hombres que componen los diferentes cuerpos de nuestras Fuerzas Armadas.