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Ana Carmona, la pionera del fútbol femenino español que jugaba disfrazada de hombre

El mundial ganado por España fue la llave del crecimiento del fútbol femenino pero, el camino hasta la gloria no ha sido fácil. Nita Carmona luchó para abrir camino a las nuevas generaciones, hombre en el campo y mujer en su barrio

La primera futbolista española
@_maria.mendoza_

El fútbol femenino español está triunfando. Tras el primer mundial conseguido por España y coserse así su primera estrella en el pecho, las jugadoras han dado un salto de élite para seguir impulsando el deporte que tanto aman. Pero, el senda para tocar la gloria no ha sido precisamente un camino de flores.

Antes que Alexia Putellas, Jenni Hermoso o la propia Sonia Bermúdez llegaran a la élite, hubo muchas antes que no lo tuvieron nada sencillo. Allá por los años 20, la hija de una familia de humildes estibadores, descubrió el fútbol. Un deporte que por aquel entonces no era ni conocido en nuestro país.

Viendo jugar a marineros ingleses que venían de Gibraltar al puerto de Málaga, Ana, Nita o ‘La Veleta’ (así es cómo se la conocía) conoció el deporte del balón. Nada más verlo, se enamoró y decidió que ella también quería jugar. Con mucho esfuerzo lo consiguió.

Un sacerdote fue la llave para acercarse al fútbol

La explanada de un cuartel de artillería fue el escenario de Ana, el lugar donde una pequeña empezó a soñar con un balón entre sus piernas. Sola y con la única compañía de su pelota empezó a llamar la atención. El cura del pueblo fue el primero en fijarse en ella. Un señor atento que organizaba partidos benéficos para los niños pobres de Málaga. Enseguida invitó a Ana a jugar esas pequeñas pachangas. Ilusionada, sin miedo a nada, aceptó la invitación y, aunque recibió insultos y golpes por ser una chica, nada de esto le paró para seguir soñando con el fútbol que ella mismo descubrió.

Este fue el inicio de una de las aventuras más bonitas de la vida de Ana. Francisco Mínguez, que así es como se llamaba este sacerdote, fundó el Sporting de Málaga. Pero Ana era una mujer en un mundo dominado por hombres y para poder seguir en él, tuvo que buscarse la vida para no provocar demasiadas habladurías. Se hizo masajista del club y con paciencia se fue ganando el cariño de los que ella consideraba sus propios compañeros.

Se tenía que travestir para poder jugar

Cuando cumplió la mayoría de edad, Nita empezó a hacer una serie de sacrificios para poder jugar al fútbol. Se ponía pantalones largos y camisetas holgadas, se vendaba el pecho y usaba gorra para disimular su pelo largo y poder salir al césped. Pero, ni aparentar ser un hombre, ni sus habilidades innatas con el balón consiguieron que sus rivales la guardaran respeto.

Ana Carmona, la sexta empezando por la izquierda, junto al resto de compañeros

Tras múltiples golpes en cada partido, denuncias y alguna que otra noche en el cuartel, sus padres la mandaron a Vélez (Málaga) como protección de las críticas que recibía en su barrio natal. Pensaron que con mandarla lejos, se olvidaría del fútbol pero, nada más lejos de la realidad. Ana nunca se rindió.

El resurgir de ‘La Veleta’

Su camino en el mundo del fútbol siguió complicándose. Con la aparición de la Federación Sur y la Junta Local de Árbitros, se hizo más presente que nunca que las mujeres no pudieran dedicarse al fútbol. Pero, encerrada en su barrio, Nita contó con la ayuda de dos de sus ex-compañeros del Sporting, que la cubrieron para que pudiera salir al campo, eso sí, disfrazada de hombre.

En medio de toda esta situación nació su apodo, ‘La Veleta’, por la velocidad con la que tenía que cambiar su rostro o apariencia para que sus rivales no la confundieran. Con constancia y sin rendirse consiguió jugar en la inauguración del primer campo de fútbol de su ciudad, eso sí, entre ‘disfraz’ y ‘disfraz’.

La única foto de Ana sin caretas, ni maquillarse es vestida de futbolista. Sé la hizo durante unos carnavales donde se pudo disfrazar de lo que más le gustaba sin necesidad de esconderse.

Un legado eterno

Ana Carmona Ruíz colgó las botas cuando regresó a su ciudad natal. Murió joven, a los 32 años por culpa del tifus, una enfermedad muy generalizada en aquellos años (1940). Aunque le quitaron su sueño de ser futbolista profesional, Nita nunca se rindió y fue enterrada con las camisetas del únicos equipos que le dieron las alas suficientes para poder soñar con un balón, el Sporting Club de Málaga y del Vélez CF. 

Lo que ella no sabía por aquel entonces, es que gracias a sus patadas y sus jugadas, empezó a escribir una historia que todavía sigue vigente. Luchó con todas sus fuerzas y, aunque ella no lo vio, hoy se puede decir que Ana Carmona abrió el cambio a las actuales campeonas del mundo para que el fútbol dejará de ser solamente una cosa de hombres.