FÚTBOL

El regreso del fútbol que los talibanes quisieron borrar

Cuatro años después del veto talibán, las futbolistas afganas regresan al campo como símbolo de libertad, resistencia y esperanza.

Cuatro años después de que el régimen talibán les arrebatara el derecho a jugar, las futbolistas afganas volvieron a pisar un campo internacional. El equipo Afghan Women United, integrado por refugiadas repartidas por varios países, disputó este lunes su primer partido bajo el amparo de la FIFA. El marcador, un contundente 6-1 a favor de Chad, quedó en segundo plano: lo verdaderamente importante fue verlas de nuevo en acción, con la cabeza alta y el corazón encendido. Su participación en la FIFA Unites: Women’s Series 2025, celebrada en Berrechid (Marruecos), trasciende lo deportivo y se convierte en un símbolo de resistencia: el renacimiento del fútbol femenino afgano y la reafirmación de un derecho básico, el de las mujeres a jugar y a ser libres.

Regreso impulsado por la FIFA

El proyecto Afghan Women United vio la luz en mayo de 2025, cuando la FIFA dio un paso histórico al aprobar la creación del primer equipo de refugiadas afganas dentro de su Estrategia de Acción para el Fútbol Femenino Afgano. La iniciativa, que busca mantener viva la llama del deporte femenino de un país donde hoy está prohibido, es el resultado de meses de trabajo impulsado por Khalida Popal, pionera, exfutbolista y fundadora de la primera selección femenina afgana en 2007. Exiliada desde hace años, Popal se ha convertido en una de las voces más firmes en defensa de los derechos de las mujeres y del poder transformador del fútbol.

Para dar forma al nuevo combinado, la FIFA destinó recursos económicos y técnicos sin precedentes. Se organizaron tres concentraciones en Australia e Inglaterra, en las que participaron alrededor de setenta jugadoras refugiadas en distintos países. Tras ese proceso, se conformó una plantilla diversa y simbólica: catorce futbolistas residentes en Australia, cinco en el Reino Unido, dos en Portugal y otras dos en Italia, todas unidas por la misma pasión y por la necesidad de seguir jugando.

Al frente del grupo se encuentra la entrenadora Pauline Hamill, exinternacional escocesa, encargada de dirigir un equipo que no solo representa un proyecto deportivo, sino también una causa social. “El apoyo de la FIFA ha incluido instalaciones de primer nivel y una red profesional que garantiza a las jugadoras afganas las mismas oportunidades que cualquier selección femenina del mundo”, destacó el organismo en su comunicado.

Las jugadoras refugiadas afganas han podido participar por primera vez en un torneo organizado por la FIFA
FIFA

En palabras de Popal, Afghan Women United no es solo un equipo: es “una declaración de que las mujeres afganas siguen aquí, fuertes, unidas y decididas a no dejar que el miedo las expulse del juego”.

El renacer del fútbol afgano

El 26 de octubre, el estadio municipal de Berrechid, en Marruecos, se convirtió en escenario de un momento que trasciende el deporte. Allí, el Afghan Women United volvió a competir internacionalmente después de años de silencio y exilio. Su rival fue Chad, en el primer duelo de la FIFA Unites: Women’s Series 2025, un torneo amistoso que también reúne a Túnez y Libia.

Apenas unos minutos después del pitido inicial, la delantera Manozh Noori, residente en Melbourne, hizo historia: transformó un penalti y firmó el primer gol del equipo en su nueva etapa. El estallido de alegría que siguió en el banquillo afgano fue mucho más que una celebración deportiva; fue un grito de libertad, la voz recuperada de miles de mujeres a las que se les prohibió jugar en su país.

Las jugadoras afganas celebrando el gol de Manozh Noori
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El sueño duró poco. La superioridad física y la experiencia de Chad acabaron imponiéndose, y el marcador final fue de 6-1. Pero ni el resultado ni el cansancio empañaron la emoción. Tres días más tarde, el conjunto cayó 4-0 ante Túnez, en un encuentro seguido desde la grada por el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, quien calificó la participación del equipo como “una historia preciosa” y un ejemplo inspirador para el deporte femenino mundial. Su mayor victoria ya está conseguida: haber regresado al campo, haber vuelto a existir.

Las jugadoras de la selección femenina de Afganistán junto al presidente de la FIFA, Gianni Infantino
@gianni_infantino

El exilio forzado de las futbolistas

Hasta 2021, Afganistán contaba con una selección femenina estable, integrada por 25 jugadoras que soñaban con llevar el fútbol de su país a nuevas alturas. Su último partido, una derrota 5-0 ante Qatar, marcaría el final de una era y el comienzo de un largo silencio. Poco después, el retorno de los talibanes al poder sepultó los avances logrados: se prohibió el deporte femenino, se cerraron las escuelas para niñas y se restringió el acceso de las mujeres a la mayoría de los trabajos.

Lo que para el mundo fue un cambio político, para las deportistas afganas significó la pérdida de su libertad. Perseguidas, amenazadas y sin opciones de seguir jugando, muchas emprendieron una huida desesperada. Algunas cruzaron fronteras clandestinamente; otras fueron evacuadas con ayuda internacional.

El reto del reconocimiento

Aunque el Afghan Women United cuenta con el apoyo logístico y financiero de la FIFA, el equipo aún no tiene el reconocimiento oficial como selección nacional. Las reglas del organismo internacional exigen que toda representación nacional sea avalada por la federación de fútbol del país correspondiente, un trámite hoy imposible: la Federación Afgana está bajo control del régimen talibán, que prohíbe el deporte femenino y mantiene vetadas a las mujeres de casi toda la vida pública.

“Nuestra federación está bajo control talibán, así que la FIFA no puede reconocer oficialmente a nuestra selección. Por eso pedimos que las reglas cambien, para poder representar a Afganistán como mujeres, aunque seamos refugiadas”, relata Popal. Su lucha no es solo por volver a competir, sino por demostrar que ningún régimen puede borrar los sueños que el fútbol despertó en las mujeres de Afganistán.

El propio presidente de la FIFA, Gianni Infantino, ha querido subrayar el valor simbólico del proyecto. Durante el torneo, destacó que el Afghan Women United representa “el derecho universal de todas las niñas a soñar con jugar al fútbol, sin importar su origen ni su condición”. En señal de agradecimiento, las jugadoras le obsequiaron con una camiseta del equipo firmada por todas, un gesto cargado de emoción y reconocimiento hacia quien, según Popal, “ha creído en su causa cuando todo parecía perdido”.

Más allá del marcador, lo verdaderamente trascendente del torneo ha sido la visibilidad alcanzada por las futbolistas afganas refugiadas
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Más allá de los trámites burocráticos, la selección afgana de refugiadas ya ha logrado algo que ningún papel puede certificar: demostrar que el fútbol puede ser una forma de libertad.

Un escenario de revolución

Este torneo va mucho más allá de un torneo amistoso. Es una declaración de principios: el fútbol entendido como herramienta de inclusión, igualdad y libertad. Organizado junto a la Federación Marroquí de Fútbol, el certamen busca dar visibilidad y oportunidades a selecciones emergentes o vulnerables, equipos que representan mucho más que un país: encarnan causas, sueños y resistencias.

Nilab Mohammadi, jugadora afgana durante un duelo ante Kari Abdoulaye, jugadora de Chad
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En esta primera edición, la presencia del equipo de refugiadas afganas se ha convertido en su símbolo más poderoso. Las jugadoras, expulsadas de su tierra por la intolerancia, han encontrado en el balón un espacio para volver a existir. Su historia, tejida entre el exilio, la resiliencia y el amor por el juego, ha devuelto al mapa futbolístico a un país borrado del deporte femenino desde 2021.

“Estamos escribiendo el primer capítulo de algo mucho más grande. Quizás no tengamos bandera ni himno, pero tenemos la fuerza y la pasión para representar a todas las mujeres que sueñan con ser libres”, afirma Popal.

En Marruecos, aquellas palabras sonaron como un manifiesto. Porque lo que está en juego no es un marcador, sino el derecho universal a jugar y ser visibles. Afghan Women United ya lo ha ganado.

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