Una inflación que amenazaba con derivar en estanflación, una guerra arancelaria entre aliados tradicionales -EEUU y la UE- e incluso rumores sobre una posible salida anticipada del cargo. Para Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, este año ha sido uno de los más exigentes. Sin embargo, en materia de tipos de interés ha sido el ejercicio más estable desde que, en julio de 2022, comenzara la pronunciada subida del precio del dinero para contener un alza descontrolada de los precios.
Tras situar el tipo rector en el 4% y mantenerlo en ese nivel durante casi ocho meses, la autoridad monetaria puso fin a las medidas restrictivas en junio de 2024. Desde entonces, las tasas se han ido recortando hasta el 2%, un suelo en el que el BCE se mantiene cauteloso para evitar movimientos que puedan resultar difíciles de revertir en un contexto internacional marcado por los conflictos en Oriente Próximo y Ucrania y las desavenencias con Washington.
La posible salida
En este contexto, la atención sobre la presidencia del BCE adquiere relevancia adicional. Ahora, con total seguridad, Lagarde continuará explicando cada seis semanas las decisiones del banco. Sin embargo, en mayo de este mismo año circuló un rumor que captó la atención de los mercados y la prensa internacional. Según declaraciones de Klaus Schwab, fundador del World Economic Forum (WEF) -organizadora del popular foro económico de Davos-, Christine Lagarde habría discutido con él la posibilidad de asumir la presidencia del WEF a comienzos de 2027. Esto implicaría dejar el cargo de presidenta del BCE antes de que finalice su mandato, previsto para octubre de ese mismo año.
El rumor incluía detalles concretos que alimentaron la especulación, como la búsqueda de una vivienda en Suiza, lo que parecía anticipar una mudanza inminente. No obstante, la reacción de la presidenta fue rápida y contundente. Así, durante la rueda de prensa sobre política monetaria de junio y luciendo un colgante en el que se podía leer “in charge” -en el cargo-, la responsable de la política monetaria del euro declaró estar “totalmente decidida” a completar su mandato. Y aclaró que no tenía intención de abandonar el puesto antes de tiempo.

Favoritismos
Pero este no ha sido el único fuego que ha tenido que apagar la dirigente del BCE en 2025. A finales del mes de abril, trabajadores de la institución interpusieron una serie de denuncias internas en las que se cuestionaba la gestión y la transparencia en la contratación. Una encuesta elaborada por el sindicato de empleados IPSO recogía que una parte significativa del personal consideraba que los ascensos y oportunidades “no se asignan por méritos, sino por contactos personales“. Y denunciaba que los procesos de selección a veces han sido “modificados” para favorecer a candidatos concretos. Además, se señalaban prácticas de “nombramientos directos” que, en algunos casos, derivan en plazas permanentes ajustadas al perfil del beneficiado.
En las instalaciones de la sede principal de la entidad en Fráncfort se podían leer entonces carteles que rezaban: “The ECB must hire the best, not the best friends” -el Banco Central Europeo debe contratar a los mejores, no a los mejores amigos-.
Ante las críticas, el BCE cerró filas. La dirección aseguró que los procesos de contratación y promoción cumplen con los estándares exigidos. Y que existe un compromiso real con el bienestar de los empleados. Asimismo, subrayó que cualquier percepción de favoritismo no refleja la política oficial del banco. Por lo que garantizó que se están tomando medidas para asegurar transparencia y equidad en la gestión interna.
Un escenario “aburrido”
Todo ello en un contexto de gran preocupación internacional, ante posibles subidas de la inflación derivadas de crisis energéticas. O de rupturas en las cadenas de suministros. De cara a 2026, si la evolución económica sigue el guion previsto por los técnicos del BCE, el ejercicio se consolidará como un año de estabilidad monetaria. Con una inflación proyectada en torno al 1,6‑2 %. Además de un crecimiento moderado del PIB -1 %-, la autoridad europea no tendría incentivos para cambios bruscos.

En este sentido, la mayoría del consenso de analistas de Bloomberg espera que el BCE mantenga los tipos en el 2% durante los próximos dos años, sin recortes ni subidas, replicando un entorno muy similar al vivido entre 2016 y 2022, cuando la política monetaria se mantuvo prácticamente fija.
Riesgos
Aunque todavía existen amenazas que podrían obligar al BCE a mover ficha. La incertidumbre política y económica sigue presente: desde el impacto de los aranceles de Trump hasta la apreciación del euro y los debates fiscales en países clave como Alemania o Francia. Estas tensiones podrían debilitar la efectividad de la política monetaria y empujar a la autoridad europea a aplicar medidas adicionales como ajustes selectivos. Así, Lagarde afronta 2026, su último año completo al frente de la entidad, decidida a mantener la estabilidad. No solo del euro, sino también de la institución que preside.

