Elsa De Jesús nunca pensó que acabaría, prismáticos en mano, dedicándose a la investigación privada. “Fue una decisión totalmente inesperada, yo no conocía absolutamente nada sobre esta profesión antes de empezar mis estudios en carreras como económicas o pedagogía”, explica. Pero vivió un episodio personal que fue determinante: “En el proceso tuve un despertar, con el que rememoré un cuadro de abuso sexual que viví en la infancia, y a partir de ahí tuve claro que quería dedicarme a algo que tuviera que ver con la justicia y con la protección del más débil”.
Ese impulso la llevó a descartar caminos más convencionales. “Descarté opositar a la policía o a la Guardia Civil, porque no me gustan los regímenes jerárquicos”, relata. Y encontró lo que estaba buscando: “Independencia y libertad, al tiempo que podía combatir, a nivel particular, contra la mentira, la estafa, el fraude, etc. Esta posibilidad de ayudar a las personas gracias a mi trabajo pronto se convirtió en una vocación”.
El resto llegó casi de forma natural. “Una vez en la profesión tuve la suerte de conocer a quien hoy es mi marido, y quien ya tenía una agencia consolidada. Juntos, hemos construido un grupo de agencias de investigación del que me siento muy orgullosa”. Hoy, Elsa De Jesús forma parte de Grupo Investibérica.
Su carrera se ha desarrollado en un sector tradicionalmente masculino, que poco a poco se acerca a la paridad. “Cada año crece el porcentaje de mujeres detective, hoy somos un ya casi un 40 % las mujeres que nos dedicamos a esta profesión”, afirma. El sector, dice, reclamaba desde hacía tiempo perfiles femeninos. “Además, mi apariencia latina es un plus para determinadas investigaciones. Hoy día, en la profesión, las mujeres estamos tomando un papel determinante a la hora de reivindicar mejoras para el colectivo”.

En el trato con los clientes, Elsa ha percibido más prejuicios por su apariencia que por su género. “He sentido más prejuicios por el hecho de tener apariencia latina que por el hecho de ser mujer”, reconoce. Algunos de los momentos más incómodos, añade, han llegado incluso desde otras mujeres con cargos ejecutivos. “Considero que mi perfil femenino ha aportado al despacho más confianza en los hombres. Muchos clientes se sienten más cómodos confesando sus secretos o contando sus problemas a una mujer que a un hombre, precisamente por considerarnos mas empáticas”. La desconfianza inicial suele desaparecer rápido: “Cuando realizas un buen servicio ese cliente ya está fidelizado para siempre”.
No se ha librado de comentarios incómodos en sus inicios. “Debo reconocer que en mis primeros pasos me topé con todo tipo de personas, encontrando algunos menosprecios en el colectivo por el hecho de ser joven, mujer y resultona para algunos. Pero cada vez se nos tiene más en cuenta y en puestos de mayor relevancia y consideración”.
Elsa insiste en desmontar el imaginario clásico del detective privado. “Lo primero que hay que decir es que nuestra profesión está regulada legalmente y nos atribuye la labor de obtener y aportar información y pruebas en los ámbitos familiar, laboral, mercantil, etc”. Las infidelidades ya no son el principal objetivo de sus investigaciones sino cuestiones empresariales. “El 85% del trabajo que entra en nuestra organización es de empresa”, principalmente por conflictos laborales, absentismo o problemas mercantiles.
Sobre las capacidades diferenciales de las mujeres en la investigación, Elsa destaca varias ventajas. “Las mujeres parecemos más inofensivas. Un hombre dentro de un coche genera más inquietud que una mujer. Somos mucho más versátiles y camaleónicas: un simple recogido, unas gafas y un gorro te permiten cambiar de apariencia en unos segundos.
A la hora de interactuar con los investigados o hacer gestiones personales generamos mucha más confianza que los hombres.

Aunque parezca un tópico, el sexto sentido de las mujeres también existe. “Creo que tenemos más desarrollada la intuición, y vemos, a veces, cosas que los hombres no ven. Quizá tengamos más capacidad para interpretar situaciones en las que interviene el componente emocional”.
Entre los casos más complejos de su carrera recuerda la localización de un estafador del amor que había robado más de 200.000 euros a una clienta. Un trabajo psicológico y operativo extremo que la llevó al límite. “Fue emocionalmente agotador. Me convertí en una víctima para poder obtener información. Fue muy duro hacerle creer que era una persona real y que estaba interesada en mantener una relación con él, porque era un manipulador; un auténtico depredador emocional. Tuve que aparentar sumisión, pero a la vez carácter, darle muestras de solvencia, y sobre todo que pudiera monitorizar mi actividad real para que no perdiera la confianza en mí”.
Sobre el futuro de la profesión, destaca los retos de la inteligencia artificial y la colegiación. “Está evolucionando. Cada vez el componente digital es mayor, y los problemas de entornos corporativos superan con creces a los de ámbito personal o familiar. La inteligencia artificial está suponiendo un desafío a la hora de adaptarla a nuestros procesos, y enfrentarse a su repercusión en el ámbito jurídico.
La presencia femenina en los órganos de representación de la profesión es latente, e intuyo que en los próximos años será necesario trabajar duro para lograr cosas tan importantes como el Colegio Profesional de la Comunidad de Madrid o el Consejo de Colegios. Los detectives estamos controlados por una Ley de Seguridad Privada, pero que no promueve la ordenación, evolución y adaptación a los nuevos tiempos, tan solo controla y aplica un estricto régimen sancionador. Reivindicar nuestra ordenación va a ser el próximo objetivo como colectivo”.


