Japón lleva casi un año sufriendo una crisis de precios en uno de sus alimentos básicos: el arroz. Los sacos de cinco kilos de las principales marcas de este mercado se están vendiendo a 35 dólares, los precios se han duplicado en un año y el hartazgo ya es total. La situación se ha cobrado su primera víctima política. El ministro de Agricultura, Taku Eto, dimitió el miércoles pasado después de escandalizar a la sociedad nipona, reconociendo en un acto político que él nunca compra arroz porque sus simpatizantes se lo regalan. “Hice un comentario enormemente inapropiado en un momento difícil para muchos ciudadanos”, reconoció ante la prensa.
La razón de esta crisis es obvia: hay más demanda que oferta. Los factores que han provocado esto son ya múltiples y complejos. De un lado, el país ha ido reduciendo sus hectáreas cultivadas por el envejecimiento del sector agrario y la poca rentabilidad de sus campos. A la vez, la cosecha de 2023 se vio afectada por altas temperaturas cuyas consecuencias todavía se están haciendo notar.
Por otro lado, la occidentalización del país había favorecido el consumo del trigo (en fideos), pero la guerra en Ucrania hizo que este aumentara su precio y la población volviera a productos más tradicionales. Al mismo tiempo, la llegada de millones de turistas (en la primera mitad de 2024 entraron 7,78 millones de viajeros) y el surgimiento de nuevos hábitos de consumo (comer más fuera de casa) ha hecho que la demanda del grano blanco se dispare. El consumo de arroz superó el año pasado los 7 millones de toneladas, 100.000 toneladas más que en el año anterior.
Tensión internacional
Buena parte del cultivo arrocero japonés sigue gestionándose a través de cooperativas, y el Gobierno ha tratado de capear el déficit de oferta acudiendo a las reservas de arroz de años anteriores. Por el momento, no ha tenido éxito. La tesitura ha generado una crisis política que ya se ha cobrado el puesto del ministro Eto, pero hay otros factores que superan al Ejecutivo japonés. Los mercados internacionales de arroz en Asia se están tensionando, también debido a contingencias climáticas, como El Niño, que provoca sequías. China es el mayor productor de arroz del mundo, pero India es el mayor exportador e introdujo en 2023 límites a sus exportaciones para contener la inflación alimentaria a nivel local.
Los problemas del mercado en Asia podrían presentar oportunidades al mercado europeo, y más concretamente al español. En el Viejo Continente, el mayor exportador del grano es Italia, seguido de España, que aporta entre el 25% y el 30% de la producción comunitaria. Los principales cultivos de arroz español están en Andalucía, Extremadura, Cataluña y en la Comunidad Valenciana, pero las cosechas se han visto afectadas por la sequía de los últimos años. Cuando hay agua disponible, la superficie de cultivo española es de aproximadamente 100.000 hectáreas. Un informe de Mordor Intelligence incide en que el país, además, es autosuficiente con la producción de arroz de grano corto, y protagoniza el 15% de las exportaciones de ese tipo de arroz en la Unión Europea.
En España
La crisis de precio en Japón no afectará directamente a España o a la Unión Europea. Para empezar, Japón empezó el mes pasado a importar arroz de Corea del Sur, algo que no sucedía desde 1999, y para tratar de importar arroz cuenta con socios comerciales más cercanos. Por esta razón, la crisis japonesa está lejos de afectar a los mercados europeos. Sin embargo, que se tensionen los mercados internacionales puede suponer nuevas oportunidades para el sector en el Viejo Continente: España podría explorar la posibilidad de aumentar sus exportaciones dentro de Europa.
A pesar de ello, España tiene sus propios problemas. No es el precio, eso sí: la asociación de consumidores Facua constata en sus informes de la cesta de productos básicos que el precio medio del kilo de arroz redondo empezó el año costando 1,80 euros y cerró abril en 1,77 euros. Factores como la sequía antes mencionada, o la competencia desleal que suponen las importaciones de bajo precio, sí son desafíos que las autoridades españolas deben atender con urgencia. Aunque España tiene la capacidad de autoabastecerse, muchas veces esas importaciones son inevitables: el problema es en qué condiciones se producen. Europa consume alrededor de tres millones de toneladas de arroz blanco al año, y produce, en el mismo tiempo y en condiciones óptimas, 1,8 millones. Francia o Alemania son los más importadores de la Unión Europea.
Importaciones polémicas
Esta última semana, sin ir más lejos, la Unió Llauradora, la organización profesional agraria más importante de la Comunidad Valenciana, denunció la llegada al puerto valenciano de un mercante cargado con 6.000 toneladas de arroz importado cuyo destino era una empresa del grupo Ebro Foods, una sociedad cotizada en la que además participa la SEPI.
Fuentes del mercado matizan, no obstante, que en este caso se trataba de un cargamento de arroz partido, un subproducto del arroz que tiene fines industriales (por ejemplo, pienso para perros). Ebro, propietaria de marcas como SOS o Brillante, suele defender que los productos que sirve en los lineales son arroces producidos en España, con la excepción de otras especialidades (aromáticos, Basmati) que no se cultivan en el país.
Desafíos europeos
“El reto de la sostenibilidad del cultivo de arroz en Europa es muy grande”, abundan las mismas fuentes, que entienden las quejas de los agricultores. El punto de fricción lo sitúan, en este caso, en las políticas comerciales europeas con países como los EBA. La Comisión Europea introdujo hace 25 años el concepto de Everything But Arms (EBA, “todo menos armas”). Se trata de una iniciativa comunitaria con un régimen que favorece las importaciones de un listado de “países menos adelantados”, permitiendo a países de África, Asia y Pacífico, como Angola, Etiopía, Bután o Myanmar exportar sus productos sin tener que hacer frente a aranceles europeos.
La tensión al mercado global que puede surgir de la fuerte demanda japonesa despejaría el camino en el mercado español. Mientras eso llega a constatarse, otra posible solución sería la activación de cláusulas de salvaguarda frente a las importaciones de países que formen parte del régimen comunitario EBA. Japón, al fin y al cabo, necesita equilibrar su oferta con su demanda en un contexto muy particular: récord de turismo, consumo creciente y problemas de cosechas.
España y Europa, por el contrario, tienen un techo hasta el que crecer, aunque los productores españoles tienen claro que el camino pasa por acabar con la competencia desleal (en muchos países a los que Europa importa arroz se aplican fitosanitarios prohibidos en el Viejo Continente) y etiquetar y trazar mucho mejor el género que llega a las tiendas, permitiendo a los consumidores conocer dónde se cultiva el arroz que van a consumir. El arroz en España, aunque no tiene la dimensión social que sí goza en Japón, es otro alimento indispensable de la dieta mediterránea.