En 2026 habrá una nueva subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Lo ha dejado claro la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que convocará de inmediato al comité de expertos para que trabaje en este incremento con el objetivo de alcanzar los valores de referencia europeos: el 60 % del salario medio, tal y como marca la Carta Social.
Esto significa que, para el año que viene y con carácter retroactivo desde el 1 de enero, el salario mínimo podría situarse en torno a 1.200 euros en catorce pagas. Ahora mismo se encuentra en 1.184 euros tras la subida de 50 euros aprobada para 2025, de la que se han beneficiado 2,4 millones de trabajadores según estimaciones del propio ministerio de Trabajo.
Sectores feminizados tienen más SMI
Del total de empleados que lo reciben, casi dos tercios son mujeres: el 65,8 %. La explicación se encuentra en la estructura del mercado laboral español: ellas concentran en mayor proporción los empleos más precarios y con los salarios bajos, en sectores como la hostelería, el comercio, los cuidados y el trabajo doméstico.
La pregunta ahora es qué ocurrirá si el SMI se eleva en 2026 hasta los 1.200 euros mensuales en 14 pagas. Se trataría de una subida moderada en términos porcentuales —apenas un 1,35 % más respecto al nivel actual—, pero no irrelevante. Volvería a subir en torno a 50 euros mensuales y hasta 700 euros al año. La clave está en el tramo de trabajadores que hoy perciben sueldos inmediatamente superiores al actual SMI: todos ellos se verían arrastrados hacia arriba. Un grupo en el que las mujeres siguen siendo mayoría según la distribución salarial.
Poder adquisitivo
El incremento del salario mínimo no solo tendría valor político para Sumar, sino que también contribuiría a dar estabilidad a los salarios en un contexto de inflación todavía algo elevada y garantizaría que los más bajos no pierdan poder adquisitivo.
A pesar de las advertencias de la patronal, no hay pruebas de que las subidas del SMI destruyan empleo en conjunto. Al contrario: en 2025 el número de asalariados siguió aumentando y la tasa de paro cayó al 10,29 % en el segundo trimestre, su nivel más bajo desde 2008, según la EPA del INE.
Efecto indirecto en la brecha
En el caso de las mujeres, el impacto es doble. Por un lado, la medida eleva directamente su renta disponible. Por otro, tiene un efecto indirecto sobre la brecha salarial de género. Según datos el Instituto Nacional de Estadística (INE) la brecha salarial se sitúa en el 15,7 % frente al 24% de 2013. Ellas perciben media 25.591 euros frente a 30.372 euros en los hombres, una diferencia 4.781 euros.
Cada alza del SMI acorta esa distancia, ya que una parte importante de las trabajadoras se concentra en los tramos bajos de salarios. Si en 2026 se cumple el objetivo de los 1.200 euros, no solo aumentará el número de asalariadas beneficiadas, sino que se reforzará el papel del salario mínimo como impulsor de la igualdad de género en el ámbito laboral.
Por el momento, la brecha sigue siendo considerable. UGT documenta que en 2022 una de cada cuatro mujeres ocupadas (24,28 %) cobró como máximo el SMI entonces vigente (1.000 € mensuales), frente a uno de cada diez hombres (10,3 %). Es decir, las mujeres continúan concentrándose en los tramos retributivos inferiores por sectores, mayor parcialidad y la penalización asociada a los cuidados.
Próximos acuerdos en la coalición
Otro asunto espinoso será la tributación. Habrá que ver si Yolanda Díaz logra de nuevo un acuerdo con la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, para elevar el mínimo exento de pagar IRPF. En 2025 ya hubo tensión entre Trabajo y Hacienda en ese aspecto y podría volver a repetirse en 2026.
En el debate europeo, España figura entre los países con mayor ritmo de incremento del SMI en la última década. Esto ha permitido que el país recorte distancias con Francia o Alemania, donde los mínimos salariales superan ya los 1.500 euros mensuales, y situarse a la vanguardia del sur de Europa junto con Portugal.
Además de su efecto económico, la subida del SMI tiene una clara lectura social en un momento en que la desigualdad de ingresos sigue siendo uno de los principales desafíos del mercado de trabajo español.