Desde que Donald Trump asumió la presidencia de EEUU en enero de 2025, el valor del dólar estadounidense ha caído significativamente: un -9,08% hasta el 31 de julio. Esta situación contrasta con lo habitual pues, en momentos de incertidumbre global (como la vivida en los últimos meses), el dólar suele fortalecerse al ser considerado un refugio seguro. Sin embargo, la agenda económica y las acciones de Trump han generado el efecto opuesto, minando la confianza de los inversores internacionales en la divisa.
Aunque esta caída puede interpretarse como resultado de la inestabilidad política y los mensajes contradictorios de la administración, también responde a una intención deliberada del propio Trump. El debilitamiento del dólar no ha sido solo una consecuencia de sus políticas, sino un objetivo estratégico para impulsar la competitividad exterior de EE.UU. Trump sostiene que, aunque un dólar fuerte suene bien en términos simbólicos, en la práctica perjudica a la economía real. Defiende una divisa más débil para abaratar las exportaciones, beneficiar a los fabricantes estadounidenses y reducir el déficit comercial.
La estrategia que esconde los intentos de debilitar el dólar

Trump enmarca su preferencia por un dólar más bajo en su filosofía de ‘America First’. Un dólar débil encarece las monedas extranjeras, lo que en la práctica abarata las exportaciones de EEUU: los compradores internacionales necesitan menos cantidad de su propia divisa para adquirir productos cotizados en dólares. Esto mejora la competitividad de las empresas estadounidenses en el exterior y puede ayudar a reducir el déficit comercial crónico que Estados Unidos ha mantenido durante décadas.
Trump no solo ha defendido públicamente un dólar más débil, sino que ha impulsado políticas que, directa o indirectamente, han contribuido a su caída. Ha aplicado aranceles de forma generalizada, tanto a aliados como a rivales, con la intención de frenar las importaciones. Sin embargo, esta estrategia ha generado incertidumbre global: los inversores temen represalias comerciales y un menor crecimiento económico, lo que ha provocado una retirada progresiva de capitales de activos en dólares.
Injerencia política en la Fed
Asimismo, Trump ha criticado abiertamente a la Reserva Federal, llegando a amenazar con destituir a Jerome Powell, el presidente de la Fed, por no bajar las tasas de interés. Esa injerencia política en la política monetaria alarma a los mercados, ya que la independencia de la Fed es vista como pilar de la estabilidad financiera de EEUU. La combinación de un proteccionismo comercial agresivo, la presión constante sobre la Reserva Federal para bajar los tipos de interés y la creciente desconfianza en la economía estadounidense, alimentada por los discursos erráticos de Trump, conforman el cóctel que explica la rápida caída de la divisa en 2025.
En resumen, Trump quiere un dólar más débil porque espera estimular las exportaciones, revitalizar la industria manufacturera, fomentar la reindustrialización y reducir los desequilibrios comerciales de EEUU. No obstante, esta estrategia conlleva implicaciones importantes que analizaremos a continuación, desde la bolsa de valores hasta la deuda pública.
Consecuencias de la debilidad del dólar
Un dólar más débil tiene efectos mixtos en la economía y en los mercados financieros, por lo que es crucial entender las posibles ganancias y riesgos.
Mayor competitividad exportadora

Como ya se indicó, las empresas estadounidenses que venden al extranjero se benefician porque sus productos se vuelven más baratos para los clientes internacionales. Esto puede traducirse en mayores ingresos para corporaciones multinacionales al repatriar ganancias obtenidas en monedas más fuertes que el dólar.
Impulso a los mercados emergentes y materias primas
Un dólar débil alivia a economías emergentes endeudadas en dólares y encarece las materias primas cotizadas en esta moneda. Esto favorece a los países exportadores, pero perjudica a los que dependen de importaciones de energía o alimentos.
Aumento de la inflación importada
La otra cara de la moneda es que un dólar débil encarece las importaciones para Estados Unidos. Los consumidores estadounidenses sienten el impacto porque los bienes importados suben de precio. Los importadores deben pagar más dólares por la misma cantidad de moneda extranjera y ese costo extra suele trasladarse al consumidor. También los viajeros estadounidenses al extranjero ven encogido su poder adquisitivo: sus dólares rinden menos fuera del país. En suma, un dólar más débil puede generar presiones inflacionarias internas, ya que encarece las importaciones y aumenta el coste de vida.
Reacción en los mercados financieros

Si la depreciación del dólar no es percibida como un plan controlado sino como síntoma de inestabilidad o políticas erráticas, los inversores globales podrían reaccionar negativamente. En 2025 hemos visto algo inusual: ventas simultáneas de acciones, bonos del Tesoro y dólares estadounidenses. Normalmente, cuando hay aversión al riesgo, los inversores compran dólares y bonos del Tesoro (refugios seguros), lo que hace subir al dólar y bajar los rendimientos de los bonos.
Sin embargo, en varios momentos del año, se ha observado lo contrario: se vendieron dólares y activos estadounidenses en conjunto. Si esta tendencia continúa, podría marcar una erosión del estatus del dólar como divisa dominante, algo que antes era casi impensable.
Mayor volatilidad bursátil
Un dólar débil puede beneficiar a las grandes empresas estadounidenses con operaciones internacionales, ya que sus ingresos en el extranjero aumentan al convertirlos a dólares, lo que puede impulsar sus cotizaciones. Sin embargo, a nivel general, también introduce mayor incertidumbre en los mercados. En 2025, la retirada de capital extranjero y la inestabilidad asociada a la política comercial de Trump han provocado caídas puntuales en los principales índices bursátiles.
Además, conviene recordar que la recuperación reciente de la bolsa estadounidense -con subidas destacadas en índices como el S&P 500- no se ha traducido necesariamente en ganancias reales para los inversores europeos si no han cubierto el riesgo de divisa. Aunque el índice registró una subida de aproximadamente un 12,11% en dólares (S&P Net Total Return Index) desde el Día de la Liberación hasta el 31 de julio, al convertir esas ganancias a euros, la revalorización efectiva se redujo a apenas un 6,34%, debido a la depreciación del dólar frente al euro
En otras palabras, sin cobertura cambiaria, gran parte del repunte del mercado americano se ha evaporado por el efecto divisa. Esto subraya la importancia de gestionar adecuadamente la exposición al tipo de cambio en un entorno de debilidad sostenida del dólar.
¿Qué esperar de un dólar deliberadamente más débil?

El plan de Trump para debilitar el dólar puede interpretarse como una jugada económica, comercial y también geopolítica. A corto plazo, busca ganar competitividad frente a rivales como China, reducir el déficit comercial y favorecer la reindustrialización del país. Pero a medida que la estrategia avanza, las consecuencias se vuelven más complejas y menos controlables.
Deuda pública
Uno de los puntos más sensibles es la deuda pública. Estados Unidos, con un déficit fiscal elevado y una deuda en crecimiento, necesita financiación constante del exterior. Un dólar más débil puede, en teoría, reducir el valor real de esa deuda -especialmente si se acompaña de inflación- y facilitar su pago. Pero esto tiene un coste: una moneda más débil puede ahuyentar a los inversores internacionales que financian gran parte del déficit estadounidense.
Si estos actores perciben que la dirección económica del país compromete la estabilidad del dólar o la credibilidad institucional, exigirán tipos de interés más altos o incluso retirarán sus inversiones, lo que encarecería notablemente el servicio de la deuda.
Moneda de reserva mundial

Además, la condición del dólar como principal moneda de reserva mundial -una de las mayores ventajas estratégicas de EEUU- podría verse erosionada si la confianza global se debilita. Aunque ninguna otra divisa parece preparada para ocupar ese lugar a corto plazo, algunos bancos centrales ya han comenzado a diversificar sus reservas hacia euros, yenes, oro u otras alternativas. Una pérdida gradual de peso del dólar en los mercados internacionales tendría efectos estructurales sobre los costes de financiación y la posición de liderazgo de EE.UU.
Guerra monetaria encubierta
En paralelo, Trump también parece querer reducir la dependencia de acreedores clave como China y Japón, que podrían sufrir pérdidas al convertir sus inversiones denominadas en dólares a monedas locales más fuertes. Esta jugada podría tener implicaciones geopolíticas mayores. Un dólar débil no solo sirve para ganar ventaja comercial, sino también como respuesta directa a las acusaciones históricas contra China por mantener su moneda artificialmente devaluada.
En este contexto, la política monetaria se convierte en un instrumento más dentro de una guerra de monedas encubierta, donde cada movimiento tiene potencial para escalar en forma de represalias, ajustes de reservas o distorsiones en el comercio global.
De hecho, este intento deliberado de EE.UU. por devaluar su divisa podría animar a otros países -y especialmente a China- a hacer lo mismo, reactivando una espiral de devaluaciones competitivas que solo agravaría las tensiones comerciales. Lo que comienza como una estrategia unilateral para mejorar la posición de EEUU podría convertirse en una carrera global de empobrecimiento mutuo, con efectos desestabilizadores para el sistema económico internacional.