En pleno corazón de Cantabria, a escasos kilómetros de la costa, se encuentra Santillana del Mar, uno de los destinos más emblemáticos y visitados del norte de España. Conocida popularmente como “el pueblo de las tres mentiras” porque, según el dicho popular, ni es santa, ni es llana, ni tiene mar, esta villa medieval se ha convertido en un referente turístico por su riqueza histórica, cultural y patrimonial.
Un viaje al pasado entre calles empedradas
Pasear por Santillana del Mar es retroceder varios siglos en el tiempo. Sus calles empedradas, flanqueadas por casonas blasonadas y palacios de los siglos XV al XVIII, ofrecen una de las estampas más fotogénicas de Cantabria. Cada rincón conserva el aire medieval que caracteriza a esta villa declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1889.
El casco histórico está perfectamente cuidado y, a diferencia de otros destinos, no se permite la circulación de coches en sus calles principales, lo que convierte el recorrido en un auténtico paseo tranquilo donde el sonido de los pasos y la piedra marcan el ritmo.
La Colegiata de Santa Juliana, joya románica
El corazón de Santillana del Mar es, sin duda, la Colegiata de Santa Juliana, una de las joyas del arte románico en España. Construida en el siglo XII sobre un antiguo monasterio, este templo destaca por su imponente claustro, cuyas columnas talladas con capiteles historiados son un verdadero libro de piedra.
La colegiata no solo es un atractivo arquitectónico, sino también el origen del nombre del pueblo. De ahí lo de “santa” y “llana”, aunque ni lo uno ni lo otro termine siendo del todo exacto.

Las cuevas de Altamira, la Capilla Sixtina del arte rupestre
A las afueras de la villa se encuentra otro de los tesoros más importantes del patrimonio español: las Cuevas de Altamira. Con sus pinturas rupestres de bisontes, ciervos y caballos, realizadas hace más de 14.000 años, este enclave fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985.
Aunque la cueva original está cerrada al público para su conservación, el Museo de Altamira permite contemplar una réplica exacta que transporta al visitante a la vida del Paleolítico Superior. Una experiencia imprescindible para quienes visitan Santillana.
Gastronomía y tradiciones
El atractivo de Santillana del Mar no se limita a su patrimonio artístico e histórico. Su gastronomía también es motivo de peregrinación. Platos como el cocido montañés, las anchoas de Santoña, las quesadas pasiegas o los sobaos son parte de la oferta culinaria que se disfruta en sus mesones y restaurantes.
Además, la villa mantiene vivas sus tradiciones a través de fiestas como el Mercado Medieval, que cada año llena sus calles de artesanos, trovadores y actividades que recrean la vida de siglos pasados.
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Turismo con encanto y dinamismo cultural
Santillana del Mar combina a la perfección la preservación de su pasado con una oferta turística moderna y variada. Museos como el Museo Diocesano Regina Coeli o el Museo Jesús Otero, dedicado a la obra del escultor cántabro, completan el abanico cultural.
A ello se suma una importante red de hoteles rurales, alojamientos con encanto y comercios locales que ofrecen productos típicos, desde cerámica hasta quesos artesanos.
El encanto de lo auténtico
Pese a la afluencia de visitantes, Santillana del Mar conserva una atmósfera íntima y acogedora. No es extraño ver a vecinos sentados en los bancos de piedra conversando mientras los turistas recorren la villa. Esa mezcla de autenticidad y hospitalidad es uno de los elementos que más seducen al viajero.
Un imprescindible del norte de España
Santillana del Mar es mucho más que el famoso dicho de “las tres mentiras”. Es un lugar donde la historia, el arte y la tradición conviven con el presente, creando una experiencia inolvidable para quienes la visitan.
Ya sea para perderse entre sus calles, descubrir la majestuosidad de la Colegiata, emocionarse frente a las pinturas de Altamira o saborear una quesada recién hecha, esta villa cántabra confirma por qué está considerada uno de los pueblos más bonitos de España.