CATALUÑA

Ruta por las Catedrales del Vino de Cataluña: un viaje a las bodegas modernistas de Gaudí y sus discípulos

Recorrer la Ruta de las Catedrales del Vino de Cataluña es mucho más que una escapada enológica: es un viaje a la identidad de un pueblo que supo reinventarse tras la adversidad

Catedral del vino de Cataluña.

A principios del siglo XX, la arquitectura y la viticultura se dieron la mano en Cataluña para crear un fenómeno único: las llamadas “Catedrales del Vino”, un conjunto de bodegas modernistas que transformaron el paisaje rural y elevaron el trabajo del campesinado a la categoría de arte. Hoy, más de un siglo después, recorrerlas supone un viaje en el tiempo, un paseo por los orígenes del cooperativismo agrario y una lección de belleza arquitectónica inspirada por el genio de Antoni Gaudí y sus discípulos.

Del campo a la catedral

La expresión “Catedrales del Vino” fue acuñada por el dramaturgo Àngel Guimerà, y no podría ser más precisa. Estas bodegas, construidas principalmente entre 1915 y 1930, combinan la monumentalidad de los templos religiosos con la funcionalidad de los edificios industriales. Su creación coincidió con el auge del movimiento cooperativo, surgido como respuesta a la devastadora crisis provocada por la filoxera a finales del siglo XIX, que arrasó los viñedos catalanes y empobreció al campesinado.

De aquella situación crítica nació una idea revolucionaria: unir fuerzas para sobrevivir. Los agricultores, organizados en cooperativas, no solo reactivaron la economía local, sino que apostaron por la innovación estética y técnica, encargando sus bodegas a los mejores arquitectos del momento.

La Catedral del Vino, Cataluña.
La Catedral del Vino, Cataluña.

El legado de los discípulos de Gaudí

Entre los grandes nombres de esta arquitectura destacan Cèsar Martinell, Josep Puig i Cadafalch y Pere Domènech i Roura, figuras clave del modernismo catalán. Martinell, discípulo directo de Gaudí, fue el más prolífico: diseñó más de 40 bodegas, muchas de ellas hoy convertidas en auténticos museos del vino y de la historia rural catalana.

Sus construcciones se distinguen por el uso del ladrillo visto, la cerámica vidriada y las arcadas parabólicas que evocan el estilo gaudiniano, pero adaptadas a las necesidades de producción vinícola. Grandes ventanales que aprovechan la luz natural, sistemas de ventilación avanzados para la época y una cuidada integración en el entorno hacen de estas bodegas un ejemplo de equilibrio entre arte y funcionalidad.

@la_cuchara_despistada

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Conca de Barberà: el corazón del modernismo agrario

El itinerario ideal para descubrir las Catedrales del Vino comienza en la comarca de la Conca de Barberà, cuna del cooperativismo en España. En Barberà de la Conca, se fundó en 1898 la primera cooperativa agrícola del país. Allí, Martinell levantó en 1920 una bodega que aún conserva su espíritu original: arcos de medio punto, estructura de ladrillo y un interior bañado por la luz mediterránea.

Conca de Barberà.
Conca de Barberà.

Muy cerca, en L’Espluga de Francolí, el edificio proyectado por Domènech i Roura en 1913 alberga hoy el Museo del Vino, donde se explica la historia de las cooperativas y la importancia del modernismo en el desarrollo rural. Otras joyas de la comarca son las bodegas de Rocafort de Queralt, Montblanc, Pira y Sarral, todas firmadas por Martinell o Domènech i Roura.

El Alt Camp y la Terra Alta: paisaje y patrimonio

La ruta continúa por el Alt Camp, donde pueblos como Nulles, Vila-rodona, Aiguamúrcia o Cabra del Camp conservan impresionantes bodegas cooperativas de ladrillo y piedra, todas obra de Martinell. La de Nulles, en particular, es una de las más fotografiadas, con sus esbeltas arcadas y su combinación de luz y color.

En la Terra Alta, el visitante encontrará algunas de las obras maestras del modernismo agrario. En Gandesa, la cooperativa diseñada por Martinell en 1919 ha sido considerada una de las “Siete maravillas de Cataluña”. En El Pinell de Brai, otra bodega del mismo arquitecto deslumbra con su friso de cerámica pintada por Xavier Nogués, un homenaje visual al vino y al trabajo del campo.

Modernismo y vino: una experiencia sensorial

Más allá de su valor arquitectónico, las Catedrales del Vino ofrecen una experiencia completa. Muchas de estas bodegas permiten degustar vinos locales, conocer los métodos tradicionales de vinificación y recorrer los espacios donde arte, historia y aroma a barrica se entrelazan.

Otras zonas de Cataluña también albergan joyas modernistas vinculadas al vino, como las Cavas Codorníu de Puig i Cadafalch o Freixenet, en Sant Sadurní d’Anoia. Ambas demuestran que el espíritu del modernismo trascendió los templos urbanos y se adentró en el paisaje agrícola, transformando la producción del vino en una expresión artística.

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