La ciudad de Huesca es una de esas joyas que pasa desapercibida en los grandes circuitos turísticos. Pero que guarda un legado monumental y legendario que merece ser contado.
Con un tamaño reducido y un carácter acogedor, Huesca combina modernidad y tradición, al tiempo que su casco histórico revela huellas romanas, árabes y medievales.
Es una ciudad en la que conviven la belleza de su catedral gótica, la memoria de sus murallas y una de las historias más siniestras del medievo aragonés: la famosa Campana de Huesca.
Los orígenes de Huesca: de Bolskan a la Urbs Victrix Osca
El origen de la ciudad se remonta a la población celtíbera de Bolskan, que más tarde los romanos transformarían en la Urbs Victrix Osca, “Ciudad Victoriosa”.
Durante la República romana fue un lugar de gran relevancia, con una academia de la Latinidad que hizo célebre a la ciudad. En este escenario se asentó Quinto Sertorio, uno de los grandes héroes hispanos que, tras desafiar al Senado romano, encontró la muerte envenenado en su propia villa de Osca en el año 72 a. C. Aquel episodio marcó para siempre la historia de la población, que llegó incluso a acuñar sus propias monedas de plata y bronce.
Wasqa y las murallas árabes
En el siglo IX, Huesca pasó a ser Wasqa bajo dominio musulmán. Su posición al norte de al-Andalus la convirtió en una plaza estratégica y muy disputada. Los árabes levantaron murallas robustas que resistieron asedios durante décadas, y en ellas murió el rey Sancho Ramírez de Aragón en 1094.

Dos años después, Pedro I conquistó la ciudad tras la batalla de Alcoraz, en la que, según la leyenda, apareció San Jorge para guiar a las tropas cristianas. De aquellas murallas apenas quedan algunos lienzos, el Torreón del Amparo y la Puerta de Montearagón. Pero su memoria sigue viva como parte esencial del patrimonio de la capital oscense.
La leyenda de la siniestra Campana
El episodio más recordado de la historia de Huesca es el de la Campana. En 1135, el rey Ramiro II, conocido como “el Monje”, convocó a los nobles rebeldes con la excusa de construir una campana que sonara en todo el reino.

Lo que en realidad hizo fue decapitarlos uno a uno en una sala del palacio, enviando un mensaje brutal a quienes desafiaban su autoridad. La historia de la Campana de Huesca se convirtió en un símbolo del poder real y ha alimentado durante siglos el imaginario popular. Hoy, el cuadro de José Casado del Alisal en el ayuntamiento revive aquella escena con dramatismo.
La ciudad como corte aragonesa y cuna universitaria
Durante siglos, Huesca fue corte de los reyes de Aragón. En la ciudad nacieron monarcas como la reina Petronila o Alfonso II, y aquí fueron enterrados reyes tan destacados como Alfonso I el Batallador o Ramiro II el Monje.
Ese protagonismo político se trasladó también al ámbito cultural con la fundación, en 1354, de la Universidad de Huesca, una de las más antiguas de la península ibérica. Con facultades de Teología, Medicina, Derecho y Artes, el centro vivió su esplendor en los siglos XVI y XVII antes de cerrar en 1845.
Hoy, su sede acoge el Museo de Huesca, con colecciones arqueológicas y artísticas de enorme valor, incluidas obras de Goya y Ramón Acín.
Monumentos imprescindibles de Huesca
Pasear por el casco antiguo de Huesca es recorrer siglos de historia. En el centro se alza la Catedral de Santa María, levantada en el siglo XIII sobre los restos de un templo romano, una iglesia visigótica y una mezquita musulmana. Su fachada gótica, su claustro vinculado al Papa Luna y el retablo de alabastro de Damián Forment convierten a la catedral en el gran emblema religioso de Huesca.

Muy cerca se encuentra el Monasterio de San Pedro el Viejo, joya del románico aragonés y panteón real, donde descansan Alfonso I y Ramiro II. El convento de San Miguel, conocido como “Las Miguelas”, completa el mapa de monumentos medievales, junto a construcciones como el Puente de San Miguel o la Basílica de San Lorenzo, patrón de la ciudad.
En la edad contemporánea, Huesca también se abrió al modernismo. El casino, proyectado por Ildefonso Bonells, destaca con su fachada blanca y su interior lujoso. Mientras que Ultramarinos La Confianza, considerado el comercio más antiguo de España, es todavía hoy un símbolo de la ciudad.