María Corina Machado ya pisa suelo europeo. Lo hace desde la madrugada de este jueves, cuando pudo llegar a Noruega desafiando el régimen de Maduro. En Oslo la esperan su familia, parte del liderazgo opositor y un premio Nobel de la Paz que ha marcado un antes y un después en la política venezolana. Pero la clave no está en la ceremonia -a la que no llegó-, sino en el trayecto que ha hecho posible su presencia en Noruega: una salida del país diseñada con absoluta discreción, apoyada por aliados internacionales y ejecutada por una de las rutas más arriesgadas y utilizadas en ocasiones anteriores por otros opositores. La vía de Curazao.
Funcionarios estadounidenses confirmaron a The Washington Post que Machado abandonó Venezuela el martes en barco, rumbo a la isla holandesa situada a apenas 70 kilómetros de la costa venezolana. No es una novedad en la historia de quienes han escapado del régimen, pero sí una operación extremadamente sensible para la figura más relevante de la oposición. El viaje se mantuvo en secreto hasta que el Instituto Nobel confirmó que la dirigente se encontraba “a salvo” y que llegaría a Oslo en cuestión de horas.
En lancha de madera y con peluca
A medida que pasan las horas, se van conociendo más detalles sobre la huida. Disfrazada con una peluca y ropa corriente, María Corina Machado abandonó el suburbio de Caracas en el que había permanecido oculta casi un año. El primer tramo fue terrestre, lento y el más peligroso. Según recoge la prensa internacional, durante unas diez horas, ella y dos colaboradores superaron diez controles militares, siempre con la misma prioridad: no llamar la atención. Pasada la medianoche, alcanzaron una pequeña aldea pesquera en la costa venezolana.
Apenas hubo margen para el descanso. A las cinco de la mañana arrancó la fase más delicada. Machado subió a una embarcación de pesca de madera, rumbo a Curazao. Desde allí, comenzó el viaje aéreo, que incluyó escalas en México y un periplo de varios días supervisado por las fuerzas estadounidenses.
La salida por Curazao no puede entenderse sin los meses previos. Machado llevaba viviendo bajo la clandestinidad desde agosto de 2024, sin apariciones públicas desde enero y con un cerco policial y militar que se intensificó tras las elecciones del 28-J. Desde entonces, fuentes cercanas a la opositora apuntaban a que había pasado por diferentes embajadas, incluida la estadounidense, cerrada en Venezuela y sin personal desde el año 2019.
El viaje de Machado
Tal y como apuntan fuentes cercanas a Machado, el trayecto comenzó en la capital y avanzó hacia el estado Falcón, situado en la costa y al que se llega tras una ruta plagada de controles militares y retenes policiales donde ha sido, casi seguro, la colaboración del propio régimen. Desde esa costa parten habitualmente lanchas rápidas hacia Curazao. “Sólo el chavismo es culpable del daño que hemos sufrido”, resume una fuente de la oposición venezolana a este periódico, que subraya la dificultad de cualquier desplazamiento político en una Venezuela donde más de mil presos siguen encarcelados por motivos políticos.

Durante las horas en que se fraguó la huida, Estados Unidos sobrevoló el golfo entre Falcón y Maracaibo con cazas Super Hornet del portaaviones Gerald Ford. Washington no lo ha explicado públicamente, pero fuentes opositoras sostienen que los vuelos buscaban disuadir cualquier intento de interceptación. Una vez en Curazao, Machado tomó un avión hacia Europa. Sólo entonces, y ya con la dirigente fuera de peligro inmediato, el Instituto Nobel anunció su llegada inminente a Oslo.
La salida abre un escenario político de enorme relevancia. La Plataforma Unitaria Democrática celebró el Nobel como un reconocimiento “a los caídos, a los perseguidos y a cada defensor de derechos humanos”. Y el eco del premio, dentro y fuera del país, se escucha cada vez más. “Es importante denunciar que el régimen no sólo va a por los opositores de dentro, sino también a los de fuera, los que denunciamos en redes”, insisten fuentes de la oposición a Artículo14 desde el exilio.
Machado volverá a Venezuela
Su hija, Ana María Sosa, recogió el galardón en su nombre y dejó un mensaje clave: Machado volverá a Venezuela. El equipo de la líder opositora coincide. Y su exjefa de campaña, Magalli Meda, apuntó hacia lo mismo hace apenas tres días: “Cómo vamos a pensar que María Corina no va a regresar y se va a quedar en el exilio. Eso no existe”. El regreso, sin embargo, no está garantizado. El propio director del Instituto Nobel recordó que la dirigente “vive bajo amenaza de muerte del régimen”, una advertencia que también se extiende fuera del territorio venezolano.

Ir o no ir a Oslo
Lo cierto es que la decisión de viajar no fue inmediata. Según apuntan fuentes cercanas a la opositora venezolana hubo debate interno durante semanas. La duda era si salir del país podía interpretarse como un gesto táctico adecuado o si, por el contrario, debilitaba el liderazgo interno en un momento crítico. El Nobel inclinó la balanza: la visibilidad internacional y las reuniones que se abren en Noruega -con jefes de Estado latinoamericanos y con gobiernos europeos- reforzaban la necesidad de dar un paso al frente.
En Oslo, su ausencia física no restó impacto político. El discurso leído por su hija subrayó una idea que atraviesa a toda la oposición: el Nobel no es sólo para Machado, sino para un país que lleva años reclamando derechos básicos.
La incógnita, ahora, es el siguiente movimiento. Tras salir por Curazao y llegar a Europa, la líder opositora prepara su agenda internacional mientras su equipo insiste en que regresará a Venezuela. Cuando, cómo y en qué condiciones es algo que todavía no tiene respuesta. Pero la operación que la llevó fuera del país -discreta, calculada y políticamente delicada- da algunas pistas de cómo podría ser su retorno.


