El revival retro no es nuevo. Desde las camisetas de grupos de rock vintage hasta el resurgir del vinilo, cada cierto tiempo la cultura popular recicla el pasado. Lo distinto en 2025 es que ya no hablamos de objetos que vuelven, sino de recuerdos enteros que se fabrican con ayuda de algoritmos.
En TikTok circulan vídeos que parecen diarios familiares. Vemos adolescentes bailando en un salón lleno de pósters de Nirvana, pandillas saliendo del instituto con mochilas desgastadas, fiestas caseras iluminadas por lámparas de lava… La imagen granosa y los colores saturados remiten a cámaras domésticas de hace 30 años. Pero casi nada de eso ocurrió: son composiciones creadas con inteligencia artificial, a partir de prompts que mezclan clichés culturales con estética retro.
El resultado engancha. Chicos de 16 años comentan emocionados: “Ojalá hubiera crecido en esa época”. Otros comparten las imágenes como si fueran cápsulas de autenticidad. La paradoja es que consumen con nostalgia algo que no vivieron.

¿Una nostalgia fabricada?
La nostalgia ha sido estudiada como un refugio emocional frente a tiempos inciertos. Ahora, gracias a la IA, ya no se limita a experiencias personales: se produce y distribuye en masa. Lo que vemos en redes es una especie de nostalgia sintética, hecha a base de estereotipos visuales fácilmente reconocibles: walkmans, zapatillas gruesas, graffitis, cabinas telefónicas.
Para los adolescentes y veinteañeros de hoy, esas imágenes ofrecen una promesa de sencillez frente al caos digital. En los 90 no había notificaciones cada minuto ni algoritmos decidiendo qué ver. La ilusión de un tiempo más lento y auténtico resulta atractiva, aunque esté construida sobre fragmentos idealizados.
Pero esta nostalgia no es inocente. El algoritmo de TikTok privilegia contenidos que generan interacción emocional, y pocos lo logran tanto como lo retro. Así, se viralizan sobre todo aquellas versiones dulces y aspiracionales del pasado: la moda, la música, la amistad juvenil. Quedan fuera las partes incómodas –precariedad, homofobia, desigualdad racial o de género– que también marcaron esas décadas.
En otras palabras, lo que circula es un pasado idealizado, fácil de consumir y exportar, aunque más que un recuerdo es un producto cultural.

El negocio del pasado
Las marcas no han tardado en sumarse. Muchas firmas de moda lanzan colecciones con estética Y2K acompañadas de campañas creadas con IA que imitan fotos de revistas de los 90. Las plataformas de streaming diseñan anuncios que parecen grabados en VHS para promocionar series juveniles actuales. Incluso las empresas tecnológicas utilizan filtros retro para vender gadgets de última generación, jugando con la paradoja de lo viejo y lo nuevo.
Esta apropiación muestra hasta qué punto la nostalgia digital se ha convertido en una herramienta de marketing. Lo retro es, ademas de un estilo, un código emocional que garantiza engagement. Y con la IA, producirlo nunca había sido tan barato ni tan rápido.
¿Qué significa recordar lo que no vivimos?
El fenómeno plantea preguntas profundas. ¿Puede alguien sentir nostalgia por algo que no experimentó? La respuesta parece ser sí, aunque sea una nostalgia diferente: aspiracional más que recordatoria. Los jóvenes no extrañan su infancia en los 90, sino una versión idealizada de la juventud en general, representada con símbolos de esa década.
La IA acelera ese proceso al democratizar la creación de memorias colectivas ficticias. Lo que antes requería archivos familiares o películas antiguas ahora puede inventarse en segundos. El riesgo es que estas imágenes empiecen a confundirse con lo histórico, y que nuestra idea de “cómo eran los 90” dependa más de algoritmos que de recuerdos reales.
Algunos sociólogos advierten que estamos entrando en una era en la que la memoria cultural será tan editable como una foto en Photoshop. No se trata solo de manipulación política, sino también de cómo construimos identidad generacional. ¿Qué pasa si dentro de 20 años miramos atrás y lo que recordamos no es lo vivido, sino lo que la IA nos hizo creer que vivimos?

Una paradoja del presente
En el fondo, la fiebre por los recuerdos retro creados con IA revela una tensión contemporánea. Por un lado, la tecnología nos lanza hacia adelante con cambios vertiginosos. Por otro, usamos esa misma tecnología para volver al pasado, o al menos a una versión suavizada de él.
Es un movimiento pendular: el vértigo del presente nos empuja a buscar refugio en tiempos que parecen más simples, aunque no lo hayan sido. Que esas épocas se construyan artificialmente no disminuye el efecto emocional; al contrario, lo hace más accesible y compartido.
Al final, la nostalgia digital no es tanto un engaño como un espejo y refleja más lo que necesitamos sentir hoy que lo que realmente ocurrió ayer.