Durante años, Victoria Beckham fue un enigma cuidadosamente diseñado. Siempre impecable, siempre contenida. Desde su irrupción como Posh Spice hasta su reinvención como diseñadora de éxito internacional, su figura se erigió como sinónimo de control y sofisticación británica. Pero ahora, con el estreno de su documental en Netflix, esa imagen de perfección se agrieta para dejar ver algo mucho más valioso: su vulnerabilidad.
El documental expone a Victoria bajo una nueva luz. Por primera vez, la vemos lejos de la rigidez de los focos: riendo sin filtros, recordando los años más duros de su fama, y hablando —sin miedo— de lo que significó ser observada y juzgada durante décadas. “No fue fácil”, admite en una de las escenas más comentadas. “Había una enorme presión por mantener una imagen perfecta cuando por dentro estaba agotada”.
Esa confesión rompe con la narrativa que la acompañó durante años. La “Posh” que nunca sonreía, la diseñadora distante, la mujer que parecía impermeable al caos. Hoy, en cambio, Victoria se muestra humana, irónica y, sobre todo, consciente del poder de mostrarse imperfecta. En el documental, su relación con David se revela en su complejidad: cómplice y sólida, pero también marcada por momentos de tensión y vulnerabilidad. Es ahí donde surge su versión más real.
Su moda, también, parece seguir esa evolución emocional. Las últimas colecciones de Victoria Beckham desprenden una sensualidad más libre, menos contenida. Las líneas siguen siendo precisas, pero el espíritu ha cambiado.
Quizá ese sea el gran triunfo de Victoria Beckham en este momento de su vida: haber transformado la vulnerabilidad en una forma de poder. Y que incluso detrás de un eyeliner perfecto hay una historia que tiembla, que siente, que respira.
El documental nos deja conocer su verdad. Y en esa verdad, entre lágrimas contenidas y risas inesperadas, descubrimos la otra cara de Victoria Beckham.., la más vulnerable, la más auténtica, y quizá, la más bella de todas.