Ekaterina Barabash, una reconocida periodista rusa de 63 años, ha protagonizado una de las fugas más audaces desde el endurecimiento de la represión contra la prensa en Rusia tras el inicio de la invasión a Ucrania. Su reciente escape de Barabash desde Moscú hasta París, facilitado por Reporteros Sin Fronteras (RSF), es un acto de resistencia y lucha por la libertad de prensa en un entorno cada vez más autoritario.
Rusia ocupa en 2025 el puesto 171 de 180 en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de RSF, lo que la sitúa entre los diez países del mundo donde ejercer el periodismo es más peligroso y limitado. En Rusia, los medios están controlados por el Kremlin o por oligarcas afines, y los periodistas son frecuentemente perseguidos, silenciados o encarcelados.

Acusada de “difundir información falsa”
Barabash fue arrestada en febrero de 2025 tras regresar del Festival de Cine de Berlín. Las autoridades la acusaron de “difundir información falsa” sobre el Ejército ruso, basándose en comentarios críticos publicados en sus redes sociales. La ley que sustenta esta acusación fue introducida en marzo de 2022 y permite castigar con hasta diez años de prisión a quienes cuestionen oficialmente la narrativa del Kremlin sobre la guerra en Ucrania.

Inicialmente, la periodista fue puesta bajo arresto domiciliario en Moscú. Se le colocó un brazalete electrónico para vigilar sus movimientos, lo que no impidió que el 21 de abril rompiera dicho dispositivo y emprendiera una arriesgada huida que la llevaría fuera de Rusia, en un trayecto clandestino de más de 2.800 kilómetros.
Esta operación fue coordinada por RSF, que ya había colaborado anteriormente en la salida de otros periodistas perseguidos, aunque en esta ocasión, según la misma organización, se trató de “una de las operaciones más peligrosas en las que ha participado RSF desde que entraron en vigor las draconianas leyes rusas de marzo de 2022″.
Según Reporteros Sin Fronteras, en Rusia “todos los medios independientes han sido prohibidos, bloqueados o etiquetados como ‘agentes extranjeros’”, una categoría legal ambigua que permite al Estado acosar judicialmente a individuos y organizaciones bajo pretextos administrativos o de seguridad nacional. El régimen de Vladimir Putin utiliza tanto la censura directa como el control económico y judicial para sofocar cualquier disidencia informativa, reforzando el monopolio narrativo del Kremlin sobre la guerra en Ucrania y otros temas sensibles.
“El periodismo ya no existe en Rusia”
Durante su primera aparición pública desde ser declarada “en busca” por el Kremlin, en una conferencia de prensa organizada por RSF en París, Barabash habló sobre las condiciones del periodismo en su país. “El periodismo ya no existe en Rusia”, declaró. También señaló que en la Rusia actual “no hay cultura, no hay política, solo guerra”.
Nacida en Járkov, en la actual Ucrania, Barabash ha mantenido una postura crítica respecto a la invasión. Antes de ser criminalizada por el régimen ruso, trabajó en la agencia de noticias Interfax, donde tuvo que irse en 2016 debido a un desacuerdo con la política de las autoridades rusas. También colaboró con medios como Radio Station Liberty, Forbes o Nezavisimaya Gazeta.

1.200 personas procesadas por expresar posturas contrarias
Desde el comienzo del conflicto bélico en Ucrania, más de 90 medios de comunicación rusos se han reubicado en países de la Unión Europea y en regiones vecinas. Además, al menos 38 periodistas continúan encarcelados en Rusia, y se estima que más de 1.200 personas han sido procesadas por expresar posturas contrarias a la guerra. Por ello, RSF considera que su labor de asistencia a periodistas perseguidos es más urgente que nunca. Thibaut Bruttin, director general de RSF, señaló: “Las voces libres que dicen la verdad sobre la guerra en Ucrania no pueden ser silenciadas”.

Ya en París, Barabash ha iniciado el proceso para solicitar asilo político y tiene la intención de continuar su labor periodística desde el exilio. Planea colaborar con medios independientes en lengua rusa, contribuyendo así a mantener viva una alternativa informativa para millones de ciudadanos que aún buscan verdades fuera del control estatal.