El conflicto China-Taiwán vuelve a situarse en el centro de la geopolítica internacional. Pekín ha reafirmado su intención de lograr la “reunificación pacífica” con la isla, pero sin descartar el uso de la fuerza, en un movimiento que vuelve a agitar la inestabilidad en Asia y que podría alterar el equilibrio global.
Las declaraciones del portavoz de la Oficina de Asuntos de Taiwán del Consejo de Estado chino, Peng Qing’en, llegan en vísperas del esperado encuentro entre Xi Jinping y Donald Trump en Corea del Sur. La cita, enmarcada en la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), se produce en un momento de máxima tensión entre ambas potencias.
China mantiene abierta la vía militar
Durante su primera comparecencia oficial, Peng Qing’en aseguró que China está “preparada para ofrecer un amplio margen a la reunificación pacífica”. Pero advirtió con firmeza: “No renunciaremos al uso de la fuerza y mantenemos todas las opciones sobre la mesa”.
Estas palabras reactivan el debate sobre el conflicto China-Taiwán. Un pulso político y militar que lleva décadas marcando las relaciones entre ambas orillas del estrecho. Para Pekín, Taiwán sigue siendo una provincia “rebelde” destinada a volver bajo su control. Para Taipéi, en cambio, se trata de una democracia soberana cuyo futuro solo pueden decidir sus 23 millones de ciudadanos.
El presidente taiwanés, William Lai, respondió al discurso chino con contundencia: “Taiwán debe oponerse con mayor firmeza a la anexión, a la agresión y a cualquier intento de unificación forzada”. Durante una ceremonia militar, el mandatario reafirmó su intención de reforzar la defensa del país y anunció que el presupuesto de Defensa alcanzará el 5 % del PIB en 2030, una cifra histórica.
La estrategia militar de Pekín y el temor a un nuevo escenario

El incremento de la actividad militar china en torno a la isla es otro síntoma de que el conflicto China-Taiwán está entrando en una nueva fase. En los últimos días, la televisión estatal china ha difundido imágenes de ejercicios aéreos con cazas y bombarderos, lo que se interpreta como un mensaje directo a las autoridades taiwanesas y a sus aliados.
Desde Taipéi, el Gobierno de Lai ha denunciado “una presión autoritaria sin precedentes” y sostiene que solo “la paz respaldada por la fuerza” puede garantizar la estabilidad en la región. Esta idea de “disuasión activa” se ha convertido en el eje central de la estrategia de defensa taiwanesa, que busca modernizar sus capacidades militares con el apoyo de Estados Unidos y Japón.
El conflicto China-Taiwán, aunque latente desde 1949, ha adquirido un carácter más urgente en los últimos años debido al cambio de tono de Pekín y al acercamiento militar entre Washington y Taipéi. Cada ejercicio o maniobra militar se interpreta ahora como un pulso de poder global.
Estados Unidos, entre la ambigüedad y la contención

El presidente estadounidense, Donald Trump, ha intentado restar importancia pública al conflicto China-Taiwán. Aunque los movimientos diplomáticos de su administración cuentan otra historia. Antes de viajar a Corea del Sur, el mandatario declaró a los periodistas: “No sé si hablaremos de Taiwán. Tal vez lo mencione, pero no hay mucho que discutir. Taiwán es Taiwán”.
Sus palabras parecen minimizar el tema. Pero expertos en política internacional interpretan que Washington busca mantener una posición ambigua para evitar una escalada directa con China. Sin embargo, la venta de armamento a Taipéi, los acuerdos de cooperación tecnológica y la presencia naval estadounidense en el Pacífico apuntan en la dirección contraria.
El conflicto China-Taiwán se ha convertido, de hecho, en el punto más delicado de la relación entre las dos principales potencias mundiales. Cualquier gesto o declaración puede tener repercusiones globales, desde la economía hasta la seguridad internacional.
El papel de Taiwán en el equilibrio global

Más allá del aspecto político, el conflicto China-Taiwán tiene una dimensión económica y tecnológica crucial. La isla es líder mundial en la fabricación de semiconductores, esenciales para la industria global, desde los automóviles hasta los dispositivos móviles.
Un eventual enfrentamiento entre China y Taiwán podría alterar gravemente las cadenas de suministro y provocar un impacto inmediato en la economía mundial. Por ello, potencias como Estados Unidos, la Unión Europea y Japón observan con preocupación cualquier incremento de la tensión militar.
El futuro del conflicto China-Taiwán no solo determinará el destino de la isla, sino también el equilibrio de poder en el siglo XXI. Pekín considera que su soberanía sobre Taiwán es una cuestión irrenunciable, mientras que para el bloque occidental el mantenimiento del statu quo es vital para la estabilidad económica y geopolítica.

