Era una celebración que ni siquiera la futura reina de Inglaterra estaba dispuesta a perder. La euforia desatada en Reino Unido por el fin de la II Guerra Mundial, el optimismo que marcó el ‘VE Day’ (como se conoce en inglés al Día de la Victoria de Europa), del que este 8 de mayo se conmemoran 80 años, constituyeron un acto de expiación colectiva y un punto de inflexión para las mujeres.
Como había ocurrido ya hacía más de un cuarto de siglo en la Gran Guerra, las británicas asumieron un rol fundamental durante el conflicto, haciéndose cargo de trabajos en fábricas, agricultura o sanidad ocupados hasta entonces por los hombres y convirtiéndose, una vez más, en cerebro y motor de la sociedad, en elemento de cohesión y pilar para mantener la moral en el esfuerzo bélico.
Las consecuencias de una gran guerra
El ‘VE Day’ representó una catarsis generalizada para un país que llevaba años de racionamiento de alimentos, penurias y bombardeos, evacuaciones, temor y duelo. Las bajas fueron más allá del campo de batalla. En Reino Unido hubo más de 40.000 civiles fallecidos como consecuencia de las bombas enemigas y ninguna familia quedó exenta del terror de la guerra. Por ello, cuando la rendición de Alemania fue oficial y el por entonces primer ministro, Winston Churchill, arengó a las masas con el famoso discurso que urgía a “no desesperar, a no rendirse a la violencia y a la tiranía”, la ciudadanía se echó a la calle para tomar parte, cada uno a su manera, en una terapia comunal.

El júbilo se extendió por todo el territorio y no faltó ni una jovencísima princesa de Gales, quien con tan solo 19 años salió junto a su hermana, Margarita, de 14 años, a celebrar por las calles de Londres, ataviada con su uniforme del Servicio Auxiliar Territorial (ATS, en sus siglas en inglés), la fuerza militar femenina de mayor tamaño, con más de 250.000 integrantes durante la II Guerra Mundial. Fue la primera y única ocasión en la que Isabel II saldría de incógnito entre sus súbditos, y el impacto que le causó fue sublime: en una entrevista con la BBC cuatro décadas después, la reina más longeva de la historia de Reino Unido calificaría su experiencia en el ‘VE Day’ como “una de las noches más memorables de mi vida”.

Primera mujer de la familia real en las Fuerzas Armadas
Su participación en el ATS, la decisión sin precedentes de convertirse en la primera mujer de la familia real en ejercer a tiempo completo en las Fuerzas Armadas, atestigua la trascendencia de las mujeres en el conflicto declarado en 1939. Desafiando los estereotipos que todavía pesaban sobre su capacitación, pese al éxito probado de su papel durante la I Guerra Mundial, las necesidades de la economía de guerra reclamaron de nuevo la implicación femenina y en diciembre de 1941, el Gobierno decretó el reclutamiento oficial de las solteras de entre 20 y 30 años. Su cometido era ayudar a las Fuerzas Armadas, a la Defensa Civil o a las industrias bélicas, por lo que podían trabajar en fábricas, o unirse a alguno de los cuerpos auxiliares, además del ATS, la Fuerza Aérea Auxiliar de las Mujeres (WAAF, en sus siglas en inglés), o el Real Servicio Naval de las Mujeres (WRNS).

Su contribución, junto a la labor logística, organizativa, familiar y emocional de millones de mujeres mientras duró el enfrentamiento, ayuda a comprender la mezcla de emociones del ‘VE Day’, una jornada agridulce, en la que la alegría por el fin de la guerra se mezclaba con la tristeza por los miles que no regresaron del frente. Pero dados los cambios en la dinámica social y en el rol de género propiciados por el conflicto, para el colectivo femenino, ante todo, el Día de la Victoria supuso un reconocimiento público de su papel, permitiendo reivindicar su capacitación y preparando el terreno para los movimientos feministas que vendrían después.
La presión para regresar a las tareas del hogar
Así, el período inmediatamente posterior al fin de la II Guerra Mundial refleja la sempiterna batalla de las mujeres por la igualdad, evidenciada por la presión para regresar a las tareas del hogar ejercidas hasta entonces, encabezada por el propio Gobierno, que apelaba a las británicas a regresar al ámbito doméstico, y auspiciada en gran medida por los sindicatos, temerosos de los efectos que podría ocasionar la paulatina incorporación femenina a ámbitos hasta entonces de dominio masculino y empeñados en que los hombres cobrasen más, pese al creciente número de socias entre sus filas.

Las mujeres vieron por tanto cómo, pese a la apreciación a su aportación, el regreso de las tropas afectaba a su nueva posición, como había ocurrido ya al final de la Gran Guerra en 1918, cuando se les dejó claro que las funciones desempeñadas habían estado específicamente vinculadas a la guerra.
Veto a las mujeres casadas
En el momento en que el conflicto estalló en 1939, el volumen de mujeres trabajadoras en Reino Unido apenas superaba los cinco millones, pero cuatro años después, la cifra estaba muy por encima de los siete millones. Sin embargo, en 1951, el número había caído prácticamente a niveles pre-guerra y en muchos sectores continuaba el veto a emplear a las casadas, lo que agudiza todavía más la relevancia del ‘VE Day’ como punto de inflexión: si el hito contribuyó a valorar el rol de las mujeres y su capacidad de reacción ante la adversidad, también evidencia la permanente batalla femenina por la equidad.

Nada fue igual tras aquel 8 de mayo de 1945 y la transición de una sociedad de guerra a una de reconstrucción cambió el papel de las británicas, si bien tuvieron que luchar por consolidar los cambios. La contienda había revolucionado las convenciones tradicionales de género, allanando el terreno para la transformación que llegaría en décadas venideras, para la que la experiencia de la generación de la guerra actuó como acicate: con el relato de su aportación durante el conflicto y el intento, en los años inmediatamente posteriores, de limitar sus horizontes, estas mujeres plantaron la semilla para los movimientos feministas de la década de los 60 y los 70 y prácticamente todo lo que vendría después.