La reciente reunión en París para intentar definir una política común sobre la guerra en Ucrania ha dejado claras las prioridades de Europa y sus aliados: definir garantías de seguridad sólidas y asistencia militar frente a la negativa de Rusia a frenar su ofensiva ante el fracaso de los contactos diplomáticos. El encuentro, presidido por Emmanuel Macron y Keir Starmer junto a Volodimir Zelenski, buscó coordinar una respuesta conjunta que incluya ayuda militar inmediata y apoyo logístico.
En el marco de este esfuerzo internacional, que cuenta con el respaldo de 26 países europeos y socios como Japón, Canadá y Australia, integrantes de la “Coalición de los Dispuestos”, la gran incógnita sigue siendo como asegurar las garantías reclamadas y que papel jugará Estados Unidos. Para comprender los matices de lo que está en juego, Artículo14 conversó con Maria Martisiute, experta en seguridad y defensa, que advierte de las tensiones internas en Europa, las consecuencias de la incierta política exterior de Washington y del riesgo real de que Ucrania termine cediendo territorio bajo presión.

-¿Qué balance hace de los resultados de la cumbre de París sobre Ucrania?
-Se están discutiendo los mismos temas que en anteriores cumbres europeas. Se habla de estas garantías de seguridad para Ucrania que pide Zelenski, y también de unificar posiciones entre europeos y estadounidenses. La dinámica es lenta y repetitiva porque los gobiernos intentan crear un consenso que sea viable a medio plazo.
-¿En qué consisten estas garantías de seguridad?
-Están intentando desarrollar garantías de seguridad militares, económicas y diplomáticas, pero esta coalición de los dispuestos se centra sobre todo en las militares. El primer requisito es un alto el fuego, y después desplegar fuerzas para evitar una nueva agresión. Lo concreto que ha salido de París es que 26 países se han comprometido a desplegar fuerzas en tierra, aire y mar. No sabemos quiénes de los 26 países mandarían tropas ni en qué función específica cumplirían, y es lógico que haya confidencialidad. Lo importante es que por primera vez hay una cifra clara de países comprometidos.

-Trump emite señales de hastío. ¿Qué papel juega Estados Unidos actualmente?
-El respaldo estadounidense es esencial. Lo que Washington acepta por ahora es aportar inteligencia, poder aéreo y un rol de coordinación. Para los europeos es muy importante que también haya fuerzas americanas sobre el terreno. Aunque, en caso de entrar en Ucrania, no estarían en primera línea. Ucrania debe ser la primera línea de defensa, y por eso los europeos insisten en más entrenamiento y equipamiento para su ejército. Pero a la vez, tener fuerzas estadounidenses en la retaguardia, aunque sea a 50 kilómetros de la línea de frente, da un peso político y militar muy distinto al despliegue.
-Usted ha advertido en varias ocasiones sobre el riesgo de concesiones territoriales. ¿Lo considera probable?
-Mi mayor preocupación es que Ucrania se vea obligada a ceder territorio. Formalmente se presentará como una decisión soberana, pero en realidad se está empujando a Ucrania a renunciar a las zonas ocupadas por Rusia a cambio de garantías de seguridad. Sospecho que Zelenski llevará esta decisión a la población, porque la Constitución impide ceder territorio sin consulta. La narrativa será: “conseguimos garantías sólidas de Europa y de Estados Unidos, pero para detener la guerra debemos ceder una parte del territorio ocupado”.

-Putin se mostró triunfante en la cumbre del SCO en China. ¿Cómo influye la alianza de países que pretende liderar un nuevo orden mundial?
-Lo que vimos en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái confirma la alianza entre Rusia, China, Irán, Corea del Norte y cada vez más India. Es un frente común contra el orden internacional occidental. Por eso insisto en que necesitamos sanciones secundarias contra China: es la pieza clave porque financia la base industrial militar rusa. Lo preocupante es que, mientras Rusia consigue legitimidad y apoyo de sus aliados, Europa no aplica sanciones secundarias y Estados Unidos las retrasa. Sin presionar a China, que es el pulmón económico y tecnológico de Rusia, cualquier esfuerzo en Ucrania queda debilitado.
-Europa ha firmado memorandos en el pasado que no se cumplieron. ¿Qué debe cambiar para que estas garantías sean creíbles?
-El Memorándum de Budapest fracasó, los acuerdos de Minsk fracasaron. La lección es que ahora debe existir un mecanismo de cumplimiento. Estas garantías tienen que ser legalmente vinculantes, un marco de tratado que obligue a los países de la coalición de los dispuestos a responder. Si queremos evitar repetir la historia, debe haber un marco jurídico internacional que obligue a responder en caso de agresión. De lo contrario, Ucrania volverá a quedar desprotegida
-¿Ucrania está perdida si Trump se retira de las negociaciones?
-Siempre existe el riesgo de retirada. Lo sorprendente es que sigan involucrados, porque pensé que Trump abandonaría mucho antes a Ucrania y a Europa. Ahora vemos que sí se da ayuda militar, aunque no es gratis: los europeos compran el armamento estadounidense. Pero el gran peligro es que Trump coincide con la visión de Putin de que Ucrania debe ceder territorio. Y creo que los europeos acabarán aceptando esa presión. Trump ha dejado claro que quiere cerrar este conflicto rápido, incluso a costa de un acuerdo desfavorable para Kiev. Y esa visión se alinea peligrosamente con los intereses del Kremlin. El riesgo es que la presión estadounidense se convierta en una herramienta para consolidar la ocupación rusa, y que Europa, pese a sus reservas, termine por asumirlo como mal menor.

-¿Está Europa renunciando ya a objetivos más ambiciosos como la adhesión de Ucrania a la OTAN?
-La sensación que tengo es que Europa ya no habla de derrota militar de Rusia ni de la entrada de Ucrania en la OTAN. El discurso se centra en un alto el fuego con Rusia. Y temo que, si se alcanza, no durará mucho con las garantías actuales. El hecho de que ya no se discuta seriamente la entrada de Ucrania en la OTAN es muy revelador. Se ha pasado de hablar de victoria militar y ampliación de la Alianza a aceptar la lógica de un cese de hostilidades. Pero un alto el fuego con garantías débiles no traerá paz duradera: será solo una pausa antes de una nueva ofensiva rusa. Y eso, a largo plazo, puede ser incluso más peligroso.