El incierto estatus de la mujer en la nueva Siria

La caída del régimen del dictador Bashar al-Assad abre un nuevo e incierto escenario en Siria, donde los islamistas de Hayat Tahrir al-Sham han tomado el poder. Su líder, Abu Mohammad al-Golani, intenta desvincularse de las raíces yihadistas del grupo

Siria
Una simpatizante de la oposición siria tiene la bandera de la oposición del país pintada en su mejilla mientras participa en las celebraciones de la toma rebelde de Damasco, en la Place de la Republique, París, Francia, el 8 de diciembre de 2024 EFE/EPA/Mohammed Badra

Pese a la brutal represión ejercida por el depuesto dictador Bashar al-Assad, que desde la guerra civil iniciada en 2011 dejó más de 500.000 muertos y más de doce millones de refugiados, el régimen sirio era de carácter laicista y relativamente tolerante con las múltiples minorías religiosas que conviven en el país. Además, las mujeres no vivían bajo códigos de conducta rigurosos, como en otros países árabes vecinos.

Las facciones rebeldes sirias, que en una ofensiva relámpago lograron derribar al régimen del clan Assad, llevaban tiempo preparando el golpe final sobre Damasco. No solo en el terreno militar, rearmándose y entrenándose en su bastión de Idlib, sino también en la renovación de su imagen.

Abu Mohammad al-Golani, líder de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), proclamó el domingo la victoria desde la icónica mezquita de Umayyad en Damasco. “Es una victoria histórica para toda la región y para toda la nación islámica”, vaticinó el cabecilla de los sublevados. Y agregó: “Siria ha sido purificada. Esta victoria nació de la gente que languideció en las prisiones y de los muyaidines que rompieron sus cadenas”.

Al-Golani, que en el pasado fue combatiente del Estado Islámico, impulsó (HTS) en 2016, tras escindirse de la rama local de Al-Qaeda en Siria. El grupo, considerado como organización terrorista por gobiernos occidentales, lleva años tratando de maquillar su naturaleza. Su aplastante victoria abre un nuevo e incierto escenario a nivel geoestratégico, pero también respecto a como lidiaran las nuevas autoridades sirias con las minorías y las mujeres.

Combatientes de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) participan en una patrulla después de tomar el control de la ciudad de al-Hasakah, en el noreste de Siria, el 8 de diciembre de 2024.

Desde 2017, HTS empezó una “transformación ideológica”, desprendiéndose de algunas figuras radicales. Tras consolidar su victoria en la provincia en 2019, al-Golani expresó su voluntad de asegurar que las áreas bajo su control no se convertirán en bases para preparar ataques contra Occidente.

“Es la primera vez que un grupo con raíces yihadistas se ha mostrado abierto a otras ramas del islam y otras religiones”, consideró el analista Arthur Quesnay a France24. En Idlib, donde lleva años gobernando, HTS “abandonó su filosofía salafista original, para adaptarse a quienes supuestamente debía gobernar. Las minorías tuvieron cierta protección”, añadió. Quesnay considera que se estaba ensayando un futuro modelo de gobernabilidad para la Siria post-Assad. Durante las capturas de Aleppo, Homs, Hama o Damasco, el líder de HTS ordenó a sus milicianos no agredir a cristianos u otros grupos.

Días antes de tomar el poder, al-Golani se reafirmó en esta aparente voluntad conciliadora. “Tenéis derecho a vivir libremente, estamos orgullosos de la diversidad. Denunciamos los actos de ISIS contra los kurdos, y el uso de mujeres como esclavas”. Las milicias kurdas del noreste del país y las facciones rebeldes pactaron un alto al fuego para garantizar el éxito de la ofensiva contra el ejército de Assad.

Pero en un país devastado, que durante 13 años sangró en frentes bélicos protagonizados por facciones locales y potencias internacionales, las mujeres agonizan. Según la ONU, en 2023 casi ocho millones de mujeres y niñas en el país dependían de la ayuda humanitaria, víctimas de la violencia constante, desplazamientos forzados, ruina económica o enfermedades.

La gente celebra en la calle después de que los rebeldes sirios capturaron la ciudad de Damasco, en Damasco, Siria, el 8 de diciembre de 2024.

Siria también tiene el mayor número de desplazados internos en el mundo, que suman 6,8 millones, y un número similar huyó a países vecinos. Casi la mitad de los desplazados son mujeres y niñas, que enfrentan las crecientes consecuencias de la falta de vivienda, la discriminación, la ruina financiera y un aumento de los riesgos de explotación y abuso.

Laila Baker, directora regional del Fondo de la Población de la ONU, avisó que la situación de las sirias era la peor en muchos años. “Las hostilidades continuas y nuevas, así como las violaciones desenfrenadas de los derechos humanos ponen vidas en riesgo. Como en todas las crisis humanitarias, las mujeres y las niñas son las que están en peor situación”, lamentó.

Más de una década de bombardeos, territorios controlados por autoridades enfrentadas y deficientemente gestionados, provocaron también el colapso del sistema sanitario del país. “Hay desabastecimientos de medicamentos para tratar cosas tan básicas como la gripe, y mucho menos para algo tan complicado como una cesárea”, agregó Baker.

A los desastres que acarrearon más de una década de guerra y el devastador terremoto de 2023, se unió un virulento repunto de la violencia sexual y doméstica, e incluso aumentaron las tasas de matrimonio forzado e infantil. La incógnita ahora será si la nueva Siria bajo control islamista protegerá los derechos de las mujeres, o si el país se convertirá en un nuevo califato patriarcal represivo al estilo afgano.

En los territorios administrados por las milicias kurdas al noreste de Siria, donde se promueve la plena igualdad entre hombres y mujeres, sueñan con lograr mantener su proyecto de sociedad igualitaria, pese haber sufrido en los últimos años los envites de milicias yihadistas apoyadas por Turquía.

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