Jill Rutter es una de las analistas más destacadas del panorama político al norte del Canal de la Mancha. Antigua alta funcionaria del Estado, conoce los entresijos del engranaje institucional como la palma de su mano. En la actualidad, reparte su tiempo entre el prestigioso Kings College y UK In A Changing Europe, uno de los grupos de estudio más dinámicos en el Reino Unido. Sus análisis sosegados y su estilo directo, al grano, la han consolidado como una de las voces más conocidas en los sucesivos terremotos políticos acaecidos en Reino Unido. Ante el primer aniversario del Laborismo en el poder, tras 14 años de Gobiernos conservadores, Artículo14 ha hablado con ella.
¿Qué impresión le genera lo visto en estos doce meses del Gobierno de Keir Starmer?
Ha sufrido más de lo se esperaba. Le ha resultado difícil adaptarse, ha perdido mucho tiempo y lo ha pasado mal por no haber hecho una preparación suficiente para gobernar. No tuvo en cuenta las muchas advertencias sobre la difícil posición fiscal y ha tenido que lidiar con algunas promesas complicadas, que consideraba necesarias para ganar las elecciones.
Asimismo, Starmer ha pasado más tiempo del que esperaba en materia exterior. Nadie es consciente, cuando llega al Gobierno, de cuánto le va a absorber la agenda internacional, pero, en este caso, además, desde que Donald Trump fue elegido, ha sido un compromiso aún mayor.
Pero esa falta de preparación, será responsabilidad del propio Laborismo…
Creo que lo que hicieron fue bastante parcial, en parte porque fueron muy conservadores en relación a lo que podían gastar, porque había mucho nerviosismo. Algo que siempre se dice del Laborismo es que pierde más elecciones de las que gana, por lo que estaba muy inquieto tras experiencias anteriores de creer que tenía el poder y no obtenerlo.
Algo que ha hecho Starmer es asumir personalmente la responsabilidad de los errores, ¿no es un cambio?
Está bien asumir responsabilidad después de que algo ocurra, pero la clave es la implicación previa y hasta qué punto es él quien da forma a las políticas y si está lo suficientemente interesado en los detalles. Hay grandes interrogantes sobre su toma de decisión, así como sobre su capacidad de entender a sus propios diputados, su empatía y qué sintonía tiene con su partido, es decir, si su gestión interna es buena.
No considero que haya hecho nada particularmente destacable para reforzar la maquinaria del Número 10 y la gran pregunta es si saben lo que el primer ministro quiere, para asegurar que su Gobierno refleja sus preferencias.
¿Y cuáles son sus preferencias?
Esa es la cuestión fundamental. La impresión dominante es que no parece que haya un objetivo que defina al Gobierno, algo que le permita cambiar la narrativa, no saben explicar qué quieren hacer.
Uno de los problemas, que habíamos visto ya con previos primeros ministros, es que el Gobierno llegó al poder pensando que habría un gran repunte económico, producto de la estabilidad que ellos traían. Los laboristas esperaban un gran dividendo simplemente por no ser los conservadores, puesto que el Gobierno tory había generado un gran caos.
Ahora que había un equipo estable, que ofrecía estabilidad, asumían que habría un dividendo inmediato y que eso permitiría evitar las decisiones más difíciles y que habría, por tanto, dinero para gastar, sin tener que retirarlo de otras áreas, porque la economía iría mejor.
¿Falta proyecto?
Fueron muy cautos, estaban súper centrados en ganar las elecciones, y todo el margen de planificación se dedicó a cómo ganar las elecciones, en lugar de cómo gobernar. Desde el principio, se vieron saturados por una cadena de errores antes los que reaccionaban simplemente con la defensa de que ellos no podían hacer nada sórdido, porque no eran como los conservadores.
Hicieron muchas cosas que pusieron trabas al comienzo, y se derivó en una situación en la que los ministros del Gobierno y los altos funcionarios del Estado se decepcionaron mutuamente. Los funcionarios pensaban que los miembros del Gobierno tendrían algún plan, y el Gobierno consideraba que los funcionarios asumirían las líneas generales y marcarían qué había que hacer, así que hay culpa en ambas partes.
¿Está justificado comparar la situación actual con los últimos días de Boris Johnson en Downing Street?
Es una exageración, pero está claro que tienen que mejorar en muchas cosas. Tienen todavía mucho tiempo, pueden aún estabilizar de nuevo, pero uno de los problemas del primer ministro es que no tiene un perfil particularmente parlamentario, le pasaba también a Tony Blair, pero tenía a gente más capacitada a su alrededor.
Un primer ministro tiene que estar en el Parlamento, hablar con los diputados, y Starmer no lo hace. Si no controlas a tus diputados, y la gente le coge el gusto a rebelarse, tienes un problema.
¿Cree que Starmer va a ser primer ministro hasta las generales, previstas en 2029?
Diría que, transcurrido un año, está potencialmente menos claro que hace doce meses, tras la victoria electoral. El Laborismo no tiende a ser tan despiadado como los conservadores a la hora de deshacerse de sus líderes, puede que sea él mismo quien llegue a la conclusión de que debe irse, pero la persona que parece estar emergiendo de todo esto con más poder, la que parece estar decantando el equilibrio de poderes en el Gobierno es la viceprimera ministra, Angela Rayner, quien surge como esa figura más crítica.
Uno de sus altos funcionarios me dijo que el Gobierno no la estaba aprovechando suficiente, porque tiene un instinto y un talento muy buenos. Es la esencia del Laborismo, y no estoy segura de que esto se pueda decir de Starmer. Rayner es un animal político, mientras Starmer cree en el Laborismo, pero considero que es más un vehículo para él.