Decenas de activistas, esposados, sentados en el suelo bajo la mirada de soldados. Esa es la imagen -capturada por el ministro de Seguridad israelí- que todavía recorre las redes sociales. En el vídeo los identifica como “terroristas de la flotilla”, acusándolos de “simpatizar con asesinos”. Después, recorrió uno de los barcos abordados: “No veo nada aquí, solo una botella de leche para bebés. No hay ayuda humanitaria, es un desastre”, ironizó.
Las declaraciones se mezclan con las imágenes: un discurso que refuerza el ala más dura del Gobierno de Netanyahu. Así, Israel mantiene su promesa intacta y los activistas permanecerán retenidos en un centro penitenciario lejos de las costas que pretendían alcanzar.

Desde Ashdod al desierto
Tras completarse el traslado desde el mar, los activistas fueron fichados en Ashdod y trasladados a la prisión de Ketziot, en el desierto. Allí han pasado su segunda noche bajo custodia.
Este viernes pudieron hablar con sus abogados, pero no se contempla su salida del país hasta, al menos, el lunes o el martes. La ley israelí permite mantener retenidos a los detenidos hasta 72 horas sin cargos formales. Y todo apunta ya a que Israel aprovechará ese límite.
Los que acepten partir sin resistirse serán llevados al aeropuerto Ben-Gurión. Y quienes no, pasarán ante un tribunal especial. Aunque no se ha confirmado oficialmente el número exacto de españoles atrapados, fuentes diplomáticas estiman que habría más de cincuenta entre los detenidos.

Un espectáculo político
Lo cierto es que la estrategia de Ben Gvir no ha sido para nada discreta. El ministro ha convertido la detención en un acto público: cámaras dentro de la prisión, declaraciones lapidarias y acusaciones directas. “Estos son los terroristas”, repitió. Su narrativa contrasta con el reclamo de la ONU, que ha solicitado que los activistas sean tratados como civiles inocentes.
Una reacción que no ha frenado
Sin embargo, el asalto a la flotilla no ha detenido el movimiento; lo ha impulsado. Desde Italia ya zarpa una nueva expedición de 11 barcos rumbo a Gaza. Se espera que lleguen en dos días.
Mientras, el Gobierno de Giorgia Meloni ha afrontado una huelga general en protesta por el operativo israelí. Una movilización inédita en Italia: jóvenes, mayores, sindicatos, y hasta líderes religiosos se han sumado a la causa de la flotilla.
Diplomacia en acción
Mientras todo esto ocurre, España ha movido ficha. Fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores aseguran a este periódico que el cónsul español en Tel Aviv ha tenido acceso al centro donde están los activistas y ha contactado con parte del grupo. “El cónsul seguirá acudiendo hasta que haya podido visitar a todos y estén todos libres y de regreso a España”, explican desde la cartera dirigida por Albares.

Lo cierto es que el anuncio marca una carrera diplomática paralela: mientras Israel planea cerrar el episodio con deportaciones, España exige que sus ciudadanos reciban protección consular plena.
Israel sostiene que ese cierre llegará con las expulsiones previstas para el lunes y martes. Pero las imágenes -hombres y mujeres esposados en la prisión, señalados como terroristas- ya han dado varias vueltas al mundo.
Mientras esos primeros esperan en campos de detención, otros barcos ya navegan para mantener viva la misión que pretendía llevar ayuda marítima a Gaza.