Corea del Sur

Las abuelas de Corea salvan las escuelas vacías por la crisis de natalidad

Como tantas otras mujeres de su generación, Kim Gab Neo aprendió a sobrevivir, pero no a leer

Corea del Sur
Las ancianas coreanas ante la despoblación y la educación
KiloyCuarto

A sus 88 años, Kim Gab Neo se sienta erguida en un pupitre de la Escuela Secundaria Femenina Ilsung, en Seúl. Sostiene un lápiz con esmero, repite las sílabas que escucha de la maestra y sonríe cada vez que logra leer una palabra completa. Sus compañeras de clase, muchas superan los 70 años de edad, aplauden cuando alguien termina su primera oración. Kim jamás experimentó esta sensación en su vida.

Nunca fue al colegio porque nació durante la ocupación japonesa de Corea (1910–1945), una época en la que la educación para las niñas coreanas fue extremadamente limitada. Directamente se les negaba el acceso por razones de género, ya que se le daba prioridad a los varones y se esperaba que ellas ayudaran en casa o en el campo. Además, el currículo impuesto por las autoridades coloniales japonesas buscaba eliminar la identidad coreana: se prohibió el uso del idioma coreano en clase, se enseñaba historia imperial de Japón y se promovía la lealtad al emperador. Muchas familias optaron por proteger a sus hijas de este sistema educativo percibido como una humillación.

Mujeres Corea
Dos mujeres preparan la ceremonia para la celebración del cumpleaños de Buda en Seúl
Efe

Luego vino la guerra, el hambre, y el trabajo. Como tantas otras mujeres de su generación, Kim aprendió a sobrevivir, pero no a leer. “Estoy tan feliz de poder aprender a leer y escribir después de tantos años”, dice. “Pensé que este sueño ya no era para mí”.

Corea del Sur y su alarmante tasa de natalidad

El suyo no es un caso aislado. Corea del Sur tiene una de las tasas de natalidad más bajas del mundo —apenas 0,72 hijos por mujer en 2024—, lo que ha provocado un envejecimiento poblacional crítico, sobre todo en zonas rurales. La consecuencia más visible de esta tendencia es el cierre masivo de escuelas. Según datos del Ministerio de Educación, en 2024 se anunciaron 49 cierres de colegios en 17 provincias, el 88% de ellas en áreas rurales. En muchos pueblos hay aulas con menos de diez estudiantes. En otros, no hay ninguno.

Natalidad en Corea del Sur
Niños observan a un perro detector de explosivos en Seúl
Efe

Frente a este colapso demográfico, algunas comunidades han optado por una solución de lo más creativa: reabrir las aulas para quienes nunca tuvieron la oportunidad de estar en ellas. En vez de cerrar sus puertas, varias escuelas rurales han empezado a recibir a mujeres mayores —la mayoría analfabetas— que asisten a clases con una ilusión especial. El contexto en el que se criaron les impidió crecer intelectualmente y el actual les ha dado una segunda oportunidad.

“Por fin puedo aprender”

La Escuela Primaria Yangdong, en el condado de Gosung, es uno de los ejemplos más conocidos. Allí, varias mujeres de entre 70 y 85 años comenzaron a asistir a clases desde 2023. Aprenden a leer, a escribir, a usar teléfonos móviles e incluso a navegar por internet. Algunas lo hacen para sentirse más cerca de sus nietos. Otras, como Chung Soon Duk, de 82 años, simplemente para sacarse esa espinita clavada desde su infancia. “Cuando era pequeña, no fui a la escuela porque tenía que ayudar en la cosecha. Ahora, por fin puedo aprender”, asegura. “Me siento feliz. Orgullosa”.

Corea del Sur
Baile tradicional en Seúl
Efe

Uno de los casos más sonados de esta iniciativa es el de Kim Jeong Ja. En noviembre de 2023, con 83 años, se convirtió en la persona de mayor edad en presentarse al examen nacional de ingreso a la universidad, el Suneung. Nacida en Japón durante la ocupación, regresó a Corea tras la liberación del país y nunca completó la educación secundaria. Lo que le animó a retomar sus estudios como octogenaria fue la necesidad de aprender inglés para hablar con sus nietos, que viven en Estados Unidos. La recompensa llegó cuando fue aceptada en la Universidad para Mujeres Sookmyung, donde está cursando trabajo social. “No quiero quedarme atrás. Quiero entender el mundo moderno y ayudar a otras personas mayores como yo”, declaró a medios locales.

Ya operan 42 escuelas para mayores en el país

Ante el auge de estas iniciativas, el Gobierno surcoreano y las autoridades locales han tomado nota y se están animando a extender esta idea. Según la Oficina Metropolitana de Educación de Seúl SMOE (siglas en inglés), estas escuelas no solo permiten completar estudios a personas mayores, sino que también ayudan a evitar cierres y cumplir una función social clave. Los últimos datos publicados por SMOE hace justo un año indican que en la capital operan nueve escuelas públicas para personas mayores y 42 en total en todo el país. De hecho han creado un departamento dedicado a la “educación de por vida”, orientado a garantizar el aprendizaje continuo en todas las etapas de la vida, incluida la tercera edad.

Esta iniciativa institucional honra de manera formal a aquellas personas que quedaron rezagadas del sistema educativo y se les ofrece una reparación simbólica y práctica que las empodera. Además, otra de las consecuencias de estas iniciativas es que el Ministerio de Tierra, Infraestructura y Transporte ha comenzado a financiar proyectos para reconvertir escuelas vacías en comunidades residenciales con viviendas adaptadas para las personas mayores con tecnología inteligente y servicios de apoyo para que vivan de manera independiente. Son las denominadas ciudades de plata (silver towns, en inglés).

Inclusión tecnológica

La integración a las mujeres de la tercera edad en Corea del Sur va más allá. Varias provincias rurales han creado programas de alfabetización digital para combatir la exclusión tecnológica. En algunas aldeas donde más del 40% de la población supera los 65 años, estos centros se han convertido en auténticos puntos de encuentro intergeneracional. “Estas iniciativas no sólo salvan escuelas, también revitalizan comunidades enteras”, afirmó recientemente el alcalde del condado de Gangjin, una de las regiones pioneras. “Estamos reconstruyendo el sentido de pertenencia a través del aprendizaje”.

Más allá de los números y las políticas, estas escuelas, readaptadas por la crisis de natalidad, representan la reivindicación de toda una generación de mujeres. Durante décadas, miles de coreanas crecieron en silencio, alejadas de los libros y de las pizarras. Hoy, cada letra que trazan en sus cuadernos es una forma de reparación. Y cada aula que permanece abierta es una pequeña victoria frente al olvido. Kim asiste tres veces por semana a clase. Sueña con escribir una novela. Ha aprendido a firmar documentos con seguridad y a leer los menús de los restaurantes y los carteles de la calle. Su vida ha cambiado por completo a punto de cumplir 90 años.