Mientras bajaban juntos por el callejón sin salida de su residencia, en el distinguido distrito XVI de París, Carla Bruni le apretaba la mano con un amor y una fuerza que todavía le conmueven. Era una mañana soleada del 21 de octubre de 2025 y Nicolas Sarkozy se dirigiría a la prisión de alta seguridad La Santé, convirtiéndose en el primer presidente francés en cumplir una prisión efectiva.
En “El diario de un prisionero” (Fayard), que este miércoles 10 llega a las librerías francesas, el conservador que gobernó Francia entre 2007-2012 cuenta cómo pasó las tres semanas encarcelado tras la condena por asociación de malhechores en el caso de la financiación libia de su campaña electoral de hace casi veinte años.

Su libro es, sobre todo, un homenaje y un agradecimiento a aquellos que le apoyaron, y aquí la gran figura que emerge es Carla Bruni. Ella, quien se despertó en la fatídica mañana del ingreso en la cárcel diciendo: “¡Qué pesadilla!”, sin casi haber pegado ojo. No faltó a ninguna visita al centro penitenciario para estar, tres veces a la semana, unos 50 minutos al lado del marido, en una pequeña sala sin ventanas.
Sarkozy asegura verla cada vez más blanca e inquieta esforzándose en ocultar su estrés, con el mantra “todo está bien”. De su parte, el ex ministro de Interior (gobierno Chirac) y ex alcalde del lujoso suburbio Neuilly-sur-Seine también intenta protegerla, omitiendo que en la primera noche de su encarcelamiento tres reclusos querían matarle para “vengar a Gadafi”.
Carla Bruni, “el cemento” y “el faro”
La verdad es que Carla, como él la llama, ya había sorprendido al público con su actitud al quitar el capuchón del micrófono de Mediapart –medio independiente responsable de sacar a la luz la posible trama corrupta entre Sarkozy y Muamar al Gadafi–. Durante su detención, Sarkozy comprenderá definitivamente que Carla es “el cemento” y “el faro” de toda la familia.

La separación le supuso un duro golpe a esta “pareja ensueño”, como parte de la prensa internacional la solía describir, ya que, según Sarkozy, en 18 años de matrimonio no estuvieron lejos uno del otro más de tres días.
Piensa diariamente en Carla Bruni para elevar la moral; es ella quien le trae el parche para aliviar una distensión muscular y es solo para verla a ella que el ex mandatario electo con 18 millones de votos frente a la socialista Ségolène Royal prefiere declinar diversos pedidos de visita de amigos, ya que las visitas son limitadas.
La conversación con Mohamed VI y con Le Pen
Antes de entrar en La Santé, recibió llamadas de parte del rey de Marruecos y diversos dirigentes africanos, europeos y del Medio Oriente. También habló largamente con su rival política ultraderechista Marine Le Pen, también ella afectada por una decisión con efecto inmediato (que le ha costado su inhabilitación, pero no el encarcelamiento). La agradeció por haber públicamente criticado la sentencia judicial, por su ejecución provisional antes incluso del juicio de apelación. En la charla, ella le sondeó para saber si él apoyaría de nuevo un eventual frente republicano, como el que impidió la victoria de la Agrupación Nacional en las legislativas anticipadas. “No”, contestó Sarkozy.

Sarkozy cuenta cómo reanudó con el presidente Emmanuel Macron, cuya relación había empeorado tras la disolución de la Asamblea Nacional francesa en junio de 2024. La gota que colmó el vaso ocurrió cuando Macron firmó un decreto, tras la condena en septiembre, quitando a Sarkozy el distintivo de la Legión de Honor obtenido el 2004.
Cuatro días antes de su prisión, Macron le invitó al Palacio del Elíseo, cita a la que Sarkozy afirma haber acudido por no ser “una persona rencorosa”. Durante dos horas estuvo charlando con un Macron “preocupado”. La reunión solo fue interrumpida con la aparición repentina de Brigitte Macron, que vino a saludarle y demostrar su afecto. “Sabía que ella era sincera, porque siempre me ha incentivado políticamente”.
Sarzozy, el recluso 320535
A lo largo de 200 páginas, el que fue el recluso número 320535 cuenta su dieta a base de lácteos, barra de cereales y agua, decidido a no ganar peso a los 70 años. Hasta entonces acostumbrado a paseos en el Bois de Boulogne, pasaba casi 23 horas de su día en la celda número 11 del pabellón de reclusos aislados, con exactos 12 metros cuadrados y un estoico mobiliario –entre ellos, tres perchas de plástico colgadas, una placa de cocción que no sabía utilizar y un colchón más duro que el que tenía durante su servicio militar–. Pero es la mesita la que le hace más sufrir, en la que escribía mientras, por contraste, se acordaba del ostentoso escritorio que usaba cuando era presidente y que data de la época del padre de la V República, Charles de Gaulle.
El reencuentro con Bruni
Aunque la obra no rinde cuentas judiciales, algunas páginas enfocan fallos de la sentencia -según Sarkozy, un veredicto sin pruebas materiales, basado en testimonios y en un documento publicado por Mediapart cuya autenticidad no ha sido certificada por el tribunal-. Asimismo, él defiende el derecho de criticar el Poder Judicial, algo “no solo necesario, sino sobre todo sano”, del mismo modo como lo son las críticas hacia el Poder Legislativo o Ejecutivo.

Para el ex mandatario que se describe como un hombre apasionado y sincero y de gustos simples, los días detrás de las rejas acaban con una decisión favorable tras el recurso de su abogado. Será Carla Bruni, una vez más, quien le estará esperando en el coche cuando, una tarde de noviembre, Sarkozy deja detrás de sí La Santé, con una tasa de ocupación de un 191% y en cuyo patio de honor había antiguamente una guillotina. “Estábamos verdaderamente felices de reencontrarnos. Yo veía el cielo por primera vez”.


