Desde que el régimen talibán se quitó la máscara y empezó a aprobar leyes en contra de las mujeres, se extendió la percepción de que “las mujeres tienen menos derechos que los animales en Afganistán”. Desde su vuelta al poder en 2021, los islamistas integristas reinstauraron una represión sin precedentes contra las mujeres, privadas de casi todos sus derechos fundamentales. La última medida: la prohibición de que universidades dispongan de libros escritos por ellas.
En un nuevo dictamen del régimen de Kabul, se han retirado todos los libros escritos por mujeres en el sistema de enseñanza universitario afgano, en el marco de una medida que prohíba la enseñanza de conceptos como “derechos humanos” o “agresiones sexuales”. En total, unos 140 libros de autoras femeninas fueron hallados entre 680 obras que despertaron preocupación por supuestamente fomentar “leyes anti-Sharía y contra los talibanes”.
En conflicto con la Sharía
En las universidades, donde las jóvenes no pueden acceder, se ha prohibido la enseñanza de 18 materias. Un oficial talibán consideró que “entraban en conflicto con los principios de la Sharía y las políticas del sistema”. Paulatinamente, los talibanes restringen más libertades en el país, pese a que tras su vuelta al poder trataron de venderse como islamistas modernizados, que respetarían los derechos humanos básicos.
Afganistán va en retroceso. Esta misma semana, se prohibió el acceso a internet mediante fibra óptica en al menos diez provincias, en una medida promovida por el régimen para prevenir la “inmoralidad”. Niñas y mujeres siempre son las peor paradas: ya no pueden seguir estudiando a partir de sexto curso. Incluso uno de sus últimos recursos, como era estudiar para ser parteras, fue vetado. Los cursos se interrumpieron a final de 2024.
En las universidades, los hombres no pueden estudiar casi nada relacionado con las mujeres. Seis de las materias prohibidas recientemente tenían títulos como “Género y desarrollo”, “El rol de la mujer en la comunicación” o “Sociología de la mujer”. Pese a la evidencia, el régimen talibán sigue insistiendo en que respeta los derechos de las mujeres acorde a la cultura afgana y la ley islámica.
Zakia Adeli, ex ministro de justicia que ejerció antes de la vuelta de los talibanes, no se mostró sorprendido por la decisión. “Considerando lo que los talibanes han hecho en los últimos cuatro años, era previsible que impusieran estos cambios en el currículum. Dada su visión y políticas misóginas, era natural que no solo se prohibiera a las mujeres que estudien, sino también que se veten sus ideas, textos y puntos de vista”, comentó a la BBC.
Evitar contenido iraní
Las nuevas restricciones llevan en vigor desde agosto de 2024. Ziaur Rahman Aryubi, subdirector académico del Ministerio de Educación Superior del gobierno talibán, dijo en una carta a las universidades que las decisiones habían sido tomadas por un panel de “eruditos y expertos religiosos”.
El veto también incluye a autores iraníes, como medida preventiva para “evitar la infiltración de contenido iraní” en el currículum afgano. En la lista de 50 páginas, que incluye 679 obras, 310 de ellas han sido publicadas en Irán o fueron escritas por autores iraníes. Ambos países mantienen relaciones tensas: desde enero Teherán ha devuelto forzosamente a un millón y medio de refugiados afganos que vivían en el país, medida alentada por un creciente sentimiento anti afgano en las calles iraníes.
“Los libros de autores y traductores iraníes sirven como vínculo principal entre las universidades afganas y la comunidad académica mundial. Su eliminación crea un vacío sustancial en la educación superior“, afirmó un profesor afgano bajo anonimato. Otro maestro en la universidad de Kabul reconoció que, con las nuevas prohibiciones, deberán preparar ellos mismos libros de texto adaptados a los vetos de los talibanes.
Desde 2021, se ha prohibido a las mujeres la educación secundaria y universitaria; trabajar fuera del hogar; deben cumplir un código de vestimenta estricto (burka o velo integral); no pueden viajar solas o usar transporte público sin un “tutor”; no pueden hablar en público ni acceder a gimnasios, cafeterías o bibliotecas; han sido excluidas totalmente de la vida pública y política; y afrontan amenazas, detenciones y torturas quienes desobedecen las normas.