Opinión

BYD se come a Tesla

Actualizado: h
FacebookXLinkedInWhatsApp

El caso Huawei ocupa la atención en España. La decisión del Gobierno de progreso por confiar a la multinacional china los servidores donde se almacenen las escuchas telefónicas gestionadas por los cuerpos de seguridad españoles no puede por menos que llamar la atención. Tanto la Unión Europea como los Estados Unidos han alertado de los riesgos de confiar material sensible en manos de una empresa cuando potencialmente puede tener acceso el gobierno chino y su Partido Comunista. Nuestros aliados han levantado la voz de alarma, alertados por los evidentes riesgos de que una potencia extranjera acceda a información de esa naturaleza. No en vano, los servicios de seguridad e inteligencia intercambian información con relativa frecuencia.

Pero en esta España de hoy todo puede ocurrir. Somos un país sin reglas ni compromisos ni obligaciones; casi sin leyes. Ya lo dijo Groucho Marx: “si este principio no te gusta, tengo otro”. El reciente acuerdo de la OTAN en la Haya dejó boquiabiertos a propios y ajenos ante la elasticidad de nuestro presidente, ajeno a los sentimientos de rubor o de vergüenza propios del ser humano. La expresión “España es un problema” empieza a ser una constante en las cancillerías extranjeras. No sé sabe por dónde puede salir el presidente, singularmente, sí experimenta un arrebato de autonomía narcisista y de independencia de criterio ante sus aliados y sí entre las bambalinas se proyecta la larga silueta del todopoderoso lobista internacional José Luis Rodríguez Zapatero. Puede, incluso, que todo sume: el lobby, la política y la pasta gansa.

Pero no quería escribir de esto. Quería dedicarme a loar el poderío chino en España. Me viene a mi desarbolada cabeza la imagen del polígono Cobo Calleja, que decían era el mayor de Europa. De joven paseaba por sus naves con alguna frecuencia. Ahora, aquel reducto de la economía española se ha convertido en una sucursal de Schenzen al estar todas las naves en manos chinas. Cuentan que las compran sacando los billetes de los bolsillos, igual que antes se hacía en las ferias de ganado.

Con la industria del automóvil está pasando igual o peor. Atrás quedan los tiempos de las grandes marcas alemanas, italianas o francesas. Incluso de las japonesas y coreanas. Los coches chinos, con propuestas eléctricas y precios muy ajustados, están barriendo el mercado. España es uno de los países europeos en los que las marcas chinas han encontrado una mejor receptividad. Solo hay que pasearse por nuestras calles para ver vehículos de MG, BYD, Omoda, Jaecoo o Chery. Y esto no ha hecho más que empezar. BYD (acrónimo de Build Your Dreams, hermoso para un fabricante de coches) vende ya más que el Tesla de Elon Mask. En el primer trimestre de 2025, comercializó 416.000 unidades frente a las 337.000 del sudafricano. En mayo de este año, Tesla había caído en Europa un 28%, mientras las marcas chinas duplicaron su cuota hasta alcanzar un 6% del conjunto del mercado.

La industria del automóvil lleva ya años experimentando un gran cambio para dar respuesta a las nuevas corrientes sociales. Electrificación, digitalización y sostenibilidad son los ejes sobre los que se cimenta esta transformación. Un futuro al que se avanza con la aparición del coche autónomo, la conectividad y el entretenimiento en la cabina. La tecnología es una pieza angular en esta transformación tanto en el hardware como en el software. Todo ello apunta al gigante chino, que ha demostrado su capacidad para las baterías y los semiconductores. No pueden competir con los tradicionales vehículos de combustión, en los que el dominio europeo es casi imbatible, pero poco a poco se adueñan de los nuevos vehículos eléctricos y digitalizados.

China domina ya el sector, tanto en producción como en ventas. No lo es sólo por su demanda interior y por el auge de la clase media sino porque también es el principal exportador de coches, superando a Alemania o a Japón, con 6 millones de unidades. Datos de 2023 indicaban una producción de 30 millones de unidades, lo que representaban un 32% de la mundial, frente a los 10 millones de los Estados Unidos, los 9 de Japón, los 4 de Alemania o los 2,5 de España. Su liderazgo en el vehículo eléctrico es indiscutible, ostentando casi el 50% de las ventas mundiales.

En España no les puede ir mejor a los vehículos chinos. En un año han duplicado sus ventas. Si añadimos a los fabricantes de origen, las marcas europeas adquiridas por empresas chinas, uno de cada diez coches matriculados en España en 2025 es de esa nacionalidad, según un cálculo de El Economista con datos de ANFAC. Ahí aparecen Volvo, MG o Lotus. Estaríamos hablando de cerca de 50.000 unidades. MG con su producto estrella, el SUV híbrido ZS es su ejemplo más brillante. Se puede adquirir por unos 20.000 euros y ha vendido 10.000 unidades en lo que va de año. Hoy en día compite con el Dacia Sendero por ser el líder en España. MG ha duplicado sus ventas desde 2023, mientras BYD ha pasado de matricular 54 unidades hace un par de años a casi 8.000 en mayo de este año. Y eso que, según el Observatorio Cetelem, 3 de cada 10 conductores españoles dice desconocer una marca china. No obstante, un reciente estudio de coches.net señalaba que el 70% consideraría una marca china para su próxima compra. El precio, junto a una creciente confiabilidad en la calidad de los productos, conducen a esta conclusión.

Es el mundo de hoy. Mientras el declive industrial y tecnológico de la adormecida Europa se extiende como una mancha de aceite, la pujanza china aparece con una fuerza a la que no habrá arancel que se le resista. No sé si detrás de este éxito del vehículo chino, sobre todo del eléctrico, está la larga mano del poderoso Zapatero o la cercanía de nuestro presidente Sánchez con Xi Jinping, a quien acude a visitar para encabritar a Trump. Pero lo que sí parece es que los cuatro ruedas chinos se imponen en nuestras calles. Yo, espero que no me lo tomen a mal, me sigo quedando con mis coches alemanes.

TAGS DE ESTA NOTICIA