El Partido Popular ha confirmado que su cónclave se celebrará a primeros de julio y yo espero que la cita sirva para algo. Así de simple. Durante años tuve que cubrir información política para diferentes medios de comunicación y en el reparto me tocó contar todo lo que ocurría en el PP. Por eso conozco algo de su historia, nombramientos, triunfos y fracasos. También sé de sus intrigas, alianzas y contradicciones. La vida misma, vamos.
La cuestión es que ahora, cuando anuncia que va a afrontar una nueva etapa, yo lo contemplo incrédula desde la distancia. Se han dado muchas vueltas. Hubo una época en la que se requería rejuvenecer la imagen del presidente, otra en la que era necesario feminizar a la formación, otra en la que hubo que reforzar la organización… Esta vez, sin embargo, Alberto Núñez Feijóo no necesita un lavado de cara. Lo que le hace falta es profesionalizar a su equipo. Debe dar con rostros que cuenten con una importante trayectoria y que la sociedad pueda contemplarlos como parte de un Gobierno. “Quiero excelencia”, me decía el otro día una dirigente y me parece un objetivo imposible tal y como está el patio en general.
No es lo único que se reclama internamente. Los populares también piden concreción ante determinados temas. Fijar posición parece fácil, pero los partidos se suelen enredar en asuntos espinosos que se les terminan enquistando. Obviamente se hablará mucho de las primarias porque tienen su morbo y todos se muestran a favor de abrir ese melón. Pero hay muchos otros aspectos sobre los que conviene pronunciarse. No todo va a ser derogar al sanchismo. Ya se ha visto que no ha funcionado.
La tarea, por tanto, es construir un proyecto identificable que se aleje de la sensación de que el PP es un partido casposo del siglo pasado. Muchos cargos conservadores reconocen que ahora mismo no lo tienen y hay ganas de debate. Feijóo aseguró ayer en la Junta Directiva Nacional que se van a mojar, pero habrá que ver si tienen la valentía para hacerlo o si finalmente terminan resolviendo con un batiburrillo de ideas puramente estéticas.
Hablando de arrojo, puede que haya llegado la hora de desvincularse definitivamente de Vox. En las filas populares hay quien piensa que se debería redactar un manual de instrucciones para relacionarse con la formación de Santiago Abascal y actuar por igual. “Hay que hacerlo sin titubeos y pensar en nuestro electorado mayoritario”, explican. No se puede ser equidistante con la extrema derecha.
Con estas demandas sobre la mesa sólo queda esperar a que llegue la fecha. Hasta entonces se harán quinielas. Pocos aciertan y la hemeroteca da fe de ello con buenas meteduras de pata. Pero, a pesar de todo, comenzarán a hablar de Ester Muñoz y de Carmen Fúnez para ocupar funciones de mayor responsabilidad. Y también se empezará a especular con los nombres de los defenestrados. En ese bando ya incluyen a Cuca Gamarra.
Lo que no se va a poner en duda es el liderazgo de Feijóo. Está prohibido. El 28 de mayo acaba el plazo para presentar alguna candidatura alternativa, pero ninguna opción es viable porque él ya se ha postulado para intentar alcanzar de nuevo La Moncloa. Ni Isabel Díaz Ayuso ni Juan Manuel Moreno van a mover ficha. Hay tiempo para hacerlo si se tuercen las cosas.
Además, los barones han cerrado filas y confían en colocar bien a sus peones de cara al futuro. Algo que, ya de paso, también deberían revisar. Lo suyo es elegir a los mejores con independencia de los territorios. No olvidemos que, a veces, se pagan muy caras las cuotas.
En definitiva, recuerdo que hace años tuiteé un poema y fue muy comentado: “La mirada al frente, la sonrisa a punto y los zapatos limpios. No lo olvides: ni una sola pista a los enemigos”. Que me perdone Karmelo C. Iribarren por citarle en este contexto… Al leerlo, un político me dijo que le parecía perfecto para definir su profesión. En nada comprobaremos si el PP mantiene ese perfil o se hace cercano y sensible a la sociedad. Este congreso puede ser una oportunidad para acabar con su indefinición.