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La historia de la enfermera que desconectó al caudillo

En el 50º aniversario de la muerte de Franco, esta es la historia de Encarna Redondo, enfermera albojense que acompañó a Francisco Franco durante sus últimos días y participó en el momento decisivo de su fallecimiento

“¿Qué vas a estar tú cuidando a Franco? No habrá gente más importante…”. Eso fue lo primero que le dijo Pepe Redondo a su hermana Encarna cuando ella, con su discreción habitual, le confesó que llevaba meses entrando y saliendo del Hospital La Paz escoltada por coches oficiales, motos con sirenas y personal de seguridad del Estado. Pero la escena que vio en Madrid —vehículos con la bandera de España, policías abriendo paso, y su hermana bajando del coche con uniforme de enfermera— borró cualquier duda. Encarna Redondo Molina, nacida en Albox en 1939, había estado cuidando al dictador Francisco Franco en los últimos días de su vida.

La historia familiar relata que Encarna, la tercera de cinco hermanos, comenzó estudiando magisterio antes de sentir una vocación religiosa que la llevó a trabajar como monja-enfermera a finales de los años 60 en el Hospital Puerta de Hierro. En aquella época, buena parte de la atención sanitaria en los grandes hospitales recaía en congregaciones y ella pronto destacó por su dedicación y profesionalidad. A principios de los 70 dejó la orden y pasó a formar parte del personal de enfermería del Hospital La Paz, donde llegó a ser supervisora.

Fue allí donde su vida tomó un rumbo inesperado. Según cuentan sus familiares, Encarna fue seleccionada para formar parte del equipo sanitario que atendía a Franco durante su enfermedad. El traslado diario desde su domicilio se realizaba en vehículos oficiales, algo completamente inusual para una enfermera de la época. “La llevaban y la traían así todas las veces. Y estuvo meses”, recuerda su hermano Pepe.

Todos los periódicos matutinos y algunos vespertinos, en ediciones especiales, hcon las portadas dando la noticia del fallecimiento del jefe del Estado, Francisco Franco. EFE
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Los días finales del dictador la encontraron a su lado. Encarna estaba presente durante las últimas horas y, según relató su hermano Juan Antonio, cuando llegó el momento crítico y hubo dudas entre los presentes sobre quién debía desconectarlo de las máquinas, ella se ofreció voluntariamente. “Fue quien lo desconectó”, asegura la familia, que siempre la ha descrito como una mujer sencilla, valiente y con una enorme capacidad de asumir responsabilidades difíciles sin buscar protagonismo.

Después de la muerte de Franco, el Hospital La Paz recibió una afluencia multitudinaria de autoridades políticas, militares y representantes de la alta sociedad que llegaban con arreglos florales para despedir al jefe del Estado. Encarna y sus compañeros ayudaron a limpiar y reorganizar el espacio cuando terminó la ceremonia. “A los médicos les dijeron que cogieran los jarrones que quisieran. Ella cogió dos que todavía tenemos por casa”, recordaba Pepe en un reportaje que publicó La Revista.

Su papel en aquellos días no fue el único reconocimiento que recibió. Fue condecorada con la Orden del Mérito Civil, otorgada por Juan Carlos I, lo que la convertía protocolariamente en “usía” dentro del trato oficial. Pero para su familia y amigos siguió siendo simplemente Encarna: cercana, trabajadora y con sentido del humor. “Algunas veces se lo decíamos de broma, pero a ella aquello no le importaba nada”, explica su hermano.

Imagen tomada en el interior del Palacio de El Pardo
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Encarna Redondo murió en el año 2000. Muchos de quienes la trataron nunca supieron que estuvo en el centro de uno de los momentos más relevantes de la historia reciente de España. Su discreción fue absoluta: no habló públicamente del tema, no buscó reconocimiento y apenas compartió detalles fuera del círculo familiar. Sus hermanos, ya mayores, siguen recordándola como una mujer que nunca dejó de aprender y que asumió aquel encargo extraordinario con la misma naturalidad con la que desempeñó toda su carrera en la enfermería.

“Gracias por recordar a mi hermana”, dijo uno de ellos al rememorar su historia. “Estaba en el más completo de los olvidos cuando podría estar en los libros”.

A través de su familia, el nombre de Encarna Redondo emergió de nuevo. No como un personaje secundario de la historia política, sino como la enfermera albojense que acompañó al dictador en sus últimos días y que, sin buscarlo, quedó ligada para siempre a una de las noches más significativas del siglo XX español.

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