Álex Rovira y Francesc Miralles: “El niño tiene que aceptar que las cosas no siempre salen como uno quiere”

Los divulgadores nos presentan su nuevo libro, 'Homo solver', una biblia con lecciones muy prácticas para aprender el arte de vivir y aplicarlo en la crianza de nuestros hijos. Nos hablan, entre otras cosas, de cómo resolver los problemas y hacer que nuestras vidas valgan la pena

Conversar con Álex Rovira (Barcelona, 1969) y Francesc Miralles (Barcelona, 1968) es un capricho al alcance de unos pocos, una lección magistral de sabiduría, espiritualidad y crecimiento interior. Poseen el don de transformar todo ello en certezas para nuestro día a día. Eso es lo realmente fascinante, que, nutriéndose de los estoicos, los grandes filósofos o los autores más espirituales, no nos hablan desde el pedestal, sino mirando a los ojos y haciendo de lo profundo algo muy sencillo de aplicar.

Después de colaborar juntos en al menos catorce libros, nos presentan su nuevo título, Homo solver. En él nos invitan a dar un paso más en nuestra condición humana. Del Homo sapiens, el que sabe, al Homo solver, el que resuelve. “Ya lo dijo Quevedo -avanzan-, no es sabio el que sabe dónde está el tesoro, sino el que trabaja y lo saca”. De esto trata esta guía de desarrollo personal, de ponernos a trabajar tocando todos los grandes temas del arte de la vida. Será doblemente útil si la usamos en la maravillosa tarea de educar a nuestros hijos.

Álex Rovira y Francesc Miralles.

La vida reparte sus cartas de forma desigual. ¿Es buen pretexto para estar siempre lamentándonos?

Hay dos maneras de afrontar la vida. Desde la queja o desde la proactividad máxima a partir de las cartas que nos vienen repartidas. Como padres, planteamos en el libro esas mismas cuestiones trascendentes que hemos hablado y seguimos hablando con nuestros hijos, dándonos permiso para pensar y sentir todo aquello que, generalmente, queda fuera de los contenidos escolares. Merece la pena porque la crianza es uno de esos asuntos en los que, con unas herramientas útiles, uno aprecia los resultados.

¿Creen en la ley de la atracción? ¿Si pienso en positivo y visualizo mi deseo, lo atraigo?

Frente a la ley de la atracción, que sugiere que con el pensamiento podemos atraer todo aquello que deseamos, proponemos la tracción. Es decir, aplicar la fuerza y la acción en eso que queremos conseguir. En este sentido, la primera lección que podemos transmitir a nuestros hijos es usar de forma más provechosa toda esa energía que malgastan hablando de sus problemas. Tendrán que aprender que la vida es una sucesión de retos y que a veces la resolución de problemas implica simplemente redefinirlo y avanzar en la dirección correcta haciendo un esfuerzo cada día.

¿Los miedos que nos bloquean son los mismos desde pequeños?

Todos nos enfrentamos al miedo fracaso, al rechazo, al cambio, a perder o a no ser suficiente. ¿Qué hace un homo solver con ellos? No intenta ignorarlos ni minimizarlos, sino que los reconoce, identifica y afronta. Cada vez que vence uno, hace que su vida se vuelva más interesante. Hay una frase de la novela El perro que seguía las estrellas, de Anna Sólyom, que puede inspirarnos: “Saber pedir ayuda es a vece el mayor acto de valentía. Ten el coraje de expresar lo que necesitas a quien te pueda ayudar”. Es un buen consejo para que lo anoten los niños y adolescentes.

Álex Rovira y Francesc Miralles.

¿Qué importancia tiene aceptar que las cosas no siempre salen como desearíamos?

Si un niño aprende esto, desarrollará templanza para afrontar desafíos, que esa la base para una existencia serena. Al niño, igual que al adulto, le cuesta aceptar los giros inesperados porque su mente quiere previsibilidad. Contra la ira, la angustia o la frustración cuando las cosas no son de una manera determinada, la templanza es el arte de sobreponernos a los obstáculos y disgustos que jalonan el camino de la vida. Es una virtud clave porque, si es capaz de dominar sus impulsos, obtendrá mejores resultados. Si entiende la vida como una serie de problemas que hay que resolver, pasara a ser protagonista de sus propios desafíos.

¿Aceptar lo que no podemos controlar no es resignación?

Se trata de una aceptación activa, mirando de cara a las circunstancias y decir: “No es lo que esperaba, pero haré lo mejor que pueda con lo que tengo”.

Mucha gente llega a la edad adulta sin haber encontrado su propósito de vida.

El propósito es lo que nos da esa sensación de que la vida tiene sentido. Es la brújula que nos guiará para enfrentar los desafíos de la vida con gratitud, conciencia y serenidad. Pero el propósito no viene determinado ni impuesto desde fuera, sino que desde pequeños lo vamos construyendo desde los valores, las vivencias y el conocimiento de nuestros dones. Lo vamos a descubrir creando belleza, ayudando, cuidando, enseñando, dejando nuestra pequeña huella en todo aquello que hacemos. Desde esta perspectiva, el niño crecerá con una mayor claridad y conectando con lo esencial.

¿Qué tipo de sabiduría deberíamos recuperar de nuestro yo infantil?

Esa que le permite al niño valorar lo simple y encontrar belleza en las cosas nimias. Su capacidad de vivir el presente, saber estar aquí y ahora. Su curiosidad insaciable para explorar todo el tiempo y descubrir cosas nuevas. Su sabiduría para amar sin condiciones y sin fingir sus afectos. Por supuesto, también el sentido del humor. Uno de los signos más claros de que te haces viejo es no encontrarle gracia a nada.

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