Opinión

Chimpúm

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Termina uno de los cursos políticos más inestables de la historia de la política española, sino el que más. En un podio de lo surrealista, y miren que aquí somos dado a lo estrambótico, como mínimo se llevaría la plata. Acabó todo en el Congreso como era de esperar: con una nueva derrota parlamentaria de este Ejecutivo estéril e impotente, que aguanta a golpe de respiración asistida y solo tiene hueco para hacer brindis a un sol que ya no brilla, que solo les achicharra. Hablo de ocurrencias como la de arrancarle la coletilla ‘de diputados’, sin duda un gran avance, o la de desclasificar secretos, del franquismo, claro. Por cierto, nunca está de más recordar lo bien que están quedando esas Olimpiadas de Franco que tanto se promocionaron a bombo y platillo. No se ha visto cosa igual.

Cerramos este curso político justo en la fecha del aniversario de aquellas elecciones del 23-J que llevaron a Pedro Sánchez al poder. Unas elecciones, que también cabe recordar, que perdió. Llegamos al ecuador de esa legislatura que se puso en pie, o de rodillas, más bien, con la gran falacia convertida en lema. Ese ‘somos más’ que pronunció Il Número 1 en el balcón de Ferraz aquella noche en la que se asomó junto a un sonriente y eufórico Santos Cerdán. Cuando el navarro no defraudaba, cuando no decepcionaba, cuando era el hombre que ‘servinabaría’ para ir con la bandeja a recitarle la carta entera de primeros, segundos y postres que el Estado ofreció al prófugo de la Justicia por sus siete votos.

Santos Cerdán y Carles Puigdemont, entre otros, durante una reunión en Bruselas.
Junts

Por allí andaba también dando brincos por la planta noble Víctor de Aldama, que, aunque ahora se dedica a hacer quinielas con el gachón de Desokupa, no ha fallado en ninguno de sus pronósticos. Qué tiempos aquellos, eh. Hace dos añitos, o dos siglos según la sincronizada. Conviene siempre recordar de dónde venimos, porque de eso vive este PSOE podrido hasta el tuétano; de la amnesia, del olvido, del sentimiento de culpabilidad de los que, por no ser pesados, callan, para no repetirse.

Pero es que hay que repetirlo, tener en bucle en la mente que dos días antes de que se abrieran las urnas, dos días antes, Pedro Sánchez dijo que jamás se daría una amnistía. Hoy ya estamos en otras gaitas, hemos pasado esa pantalla por obra y gracia del caradurismo. Tiene gracia que justo en el año en el que íbamos a ejercitar todos la memoria democrática, haya habido tantos amnésicos. Seguimos enfrascados en los dobles raseros, con la salvedad de que hay una parte honrada de la prensa que no hace distinción entre azules y rojos y otra que nos defiende a capa y espada que los tiempos del Peugeot quedan muy lejos, pero que los de Montoro están aquí al lado, al torcer la esquina más próxima.

Se sigue alimentando la desafección, la antipolítica es el alimento predilecto de este conglomerado de intereses que nos venden como gobierno. Las gentes de la Cultura, la parte más desfasada y trasnochada de ella, ha decidido contribuir a este patético show farandulero firmando una nueva patochada de manifiesto en el que vienen a decir que la alternancia en democracia depende de lo que les salga a ellos de la mismísima tramoya. El remake de la ceja se resume en una máxima: que gobiernen nuestros golfos, que no son honrados, ni siquiera promueven políticas de izquierdas, pero son los nuestros.

Para poner la guinda al pastel, ayer aparecieron dos de los personajes más sonados de la legislatura. José Luis Ábalos volvió a la carga en El Confidencial dejando una de esas entrevistas, marca de la casa, a la que a buen seguro volveremos en unas semanas o meses para quedarnos de piedra al comprobar que en sus palabras, medidas y afiladas hasta la perfección, eran miguitas de pan que no supimos interpretar, pero que señalaban el destino. Apunta hacia Plus Ultra, pincha el dardo en Zapatero, en Pepe Blanco y deja en el aire ‘el tipo de relación’ de Begoña Gómez con Hidalgo. Hay retranca en el tono, como cuando habló de que el ‘no tenía un chalé en Chamberí’ y todos pensamos que hablaba de Ayuso cuando en realidad se refería a Santos Cerdán.

EFE/Chema Moya

In extremis también hizo acto de presencia el polifacético Gabriel Rufián, parlamentario de moda, tuitero trendy, rapero de éxito. Está en su absoluto prime, la chavalería dice que tiene aura, carisma. Y, por lo visto, muchos de sus compis dicen que se le está subiendo a la cabeza, que el personaje se lo ha comido, que se ha venido arriba y que puede que se lo esté pensando en montar por libre. Lo cierto es que Rufián, sin encomendarse aparentemente a nadie, puso a circular al más puro estilo de la mística fulera de Iván Redondo un lunes cualquiera en La Vanguardia, la idea de hacer un frente común entre la progresía nacionalista: Las izquierdas periféricas, o algo así ha llamado al invento.

EFE/Chema Moya

Rufián, el mismo que dijo hace dos semanas que lo que había encima de la mesa no daba para tirar al gobierno, ha decidido ser el primero en coger la bandera y en gritar a los cuatro vientos que hay que unirse, porque los números no dan. Hay gente que por esta obviedad, que será más flagrante cuanto más avancen en su enroque, sigue con ese discurso que ya se ha convertido en mainstream de elevar al de Santa Coloma a la categoría de estadista. Para algunos elementos están Churchill, Roosevelt, Rufián y, algo por delante, Óscar Puente.

La cosa es que la teoría de Rufián no solo es una utopía, ya que ninguno de los partidos apelados quiere hacer piña con Pablo Iglesias y su dedito aleccionador. Además, todos están esperando expectantes, aguardando ese momento en el que se dé la orden de ir a carroñear el cadáver brilli brilli que ya es Sumar. Todos se vigilan porque nadie se fía de nadie. La amalgama de extorsionadores sabe que tienen que buscar un mínimo consenso para continuar manteniendo a Sánchez en la poltrona y así poder seguir exprimiendo la teta del Estado español. No obstante, ninguno ve claro este frente común, y menos que lo haya querido capitanear Rufián.

Sí, Sánchez ha llegado al verano. Ahora respira un poco, pero no sabe si le va a dar tiempo a ir a tocar la boya amarilla. Hay un informe de la UCO al caer. En su desquiciada cabeza ya solo está en aguantar hasta los polvorones. Resistir, resistir y resistir. Hasta que todo estalle.

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