La compañía Vueling desembarcó este miércoles en el aeropuerto de Valencia a un grupo de adolescentes franceses de un vuelo con destino París debido al “comportamiento conflictivo” de estos pasajeros que ponía “en riesgo el desarrollo seguro del vuelo”, según ha informado la aerolínea. Sin embargo, para el ministro israelí de la Diáspora, Amichai Chikli, fueron expulsados por cantar en hebreo y acusó a Vueling de “antisemitismo“.
Mientras se resuelve el caso, desde Vueling insisten en que los jóvenes “manipularon de forma indebida material de emergencia e interrumpieron activamente la demostración obligatoria de seguridad”, pero desde Israel vuelven a acusar a España de antisemitismo.

¿Somos ahora más antisemitas en España?
Recientemente, el Informe de Antisemitismo 2024, elaborado por la Federación de Comunidades Judías de España y el Movimiento contra la Intolerancia, había encendido todas las alarmas en España. Los datos eran contundentes: 193 incidentes antisemitas documentados, el triple que el año anterior y el registro más alto desde que se recopilan estas cifras en España.
El detonante está claro. Tras el estallido del conflicto entre Israel y Hamás el 7 octubre de 2023, las expresiones de odio antisemita se dispararon en las calles, en las redes sociales, en las aulas, en las manifestaciones y en muchos espacios públicos. El informe especifica que se ha producido una “transferencia del conflicto en Gaza a la población judía española”, donde ser judío se ha vuelto, para muchos, motivo de sospecha, desprecio o directamente agresión.
Más que insultos
Las cifras no reflejan únicamente insultos o comentarios fuera de lugar. Se documentaron casos de violencia verbal y física, amenazas, pintadas antisemitas, llamadas intimidatorias, acoso digital y expresiones de odio en protestas. Muchos judíos dejaron de llevar la kipá por la calle, otros borraron sus apellidos de redes sociales o incluso hay quien pidió a sus hijos no decir en clase que son judíos. De repente, se responsabilizó a los judíos españoles de las consecuencias de un conflicto militar lejano, de las acciones perpetradas por un gobierno que no eligieron.

Existentes ejemplos de odio visceral, como el de un grupo de turistas israelíes expulsados de un restaurante en Vigo entre gritos sobre Palestina -sin haber mostrado actitud agresiva-, o la de manifestantes rodeando una sinagoga en Melilla durante una ceremonia religiosa. En muchas ciudades se multiplicaron las pintadas que tachaban de “asesinos” a los judíos, o que mezclaban estrellas de David con esvásticas. La confusión entre crítica política y odio religioso se convirtió en una constante, alimentada por la polarización, la desinformación y la impunidad.
El antisemitismo, según los autores del informe, no fue un subproducto colateral del debate político, sino un discurso “estructurado, consciente y organizado” que encontró una vía de expresión masiva en las redes sociales. En apenas seis meses se identificaron más de 400 publicaciones antisemitas escritas en español. La mezcla de conspiracionismo, negacionismo del Holocausto, odio a Israel y desprecio generalizado hacia los judíos formó un cóctel que se propagó, y que en algunos casos logró viralizarse.
Ante las informaciones sobre la expulsión de unos 50 niños judíos de un vuelo de la aerolínea Vueling en el aeropuerto de Valencia:
"El Ministerio de Asuntos Exteriores y la Embajada de Israel en Madrid han mantenido contacto constante con las autoridades y las entidades… https://t.co/6C6dFmlHn1
— Israel en España 🇮🇱 (@IsraelinSpain) July 24, 2025
Para Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia, “el antisemitismo ha dejado de ser marginal. Ha entrado en el discurso público, en los medios, en las universidades, incluso en algunos sectores institucionales. Y eso es peligrosísimo”. Desde la FCJE lamentan que “los judíos en España hoy se sienten inseguros como no lo estaban desde hace décadas”.
En paralelo al aumento de incidentes, creció también el sentimiento de desprotección. Muchas víctimas no denunciaron por miedo o por desconfianza en que su caso fuese tomado en serio. Otras recibieron respuestas tibias o confusas. Por eso, una de las recomendaciones más urgentes del informe es reforzar la formación específica en antisemitismo en cuerpos policiales, jueces, fiscales, docentes y medios de comunicación.
Antisemitismo, un fenómeno “camaleónico, transversal e ideológico”
El documento aclara también los distintos lenguajes que adopta el antisemitismo contemporáneo. Desde los códigos de extrema derecha más clásicos (negacionismo del Holocausto, teorías del poder judío mundial, memes antisemitas); hasta una nueva corriente de antisemitismo disfrazado de solidaridad con Palestina, donde se criminaliza a todo lo judío como parte del “enemigo sionista”. El informe lo define como un fenómeno “camaleónico, transversal e ideológico” que se adapta al contexto y se infiltra en debates aparentemente legítimos.
Aunque el principal foco de tensión fue el conflicto en Gaza, el informe alerta de un antisemitismo previamente cultivado, anterior y mucho más profundo, que ha encontrado en esta coyuntura una oportunidad para mostrarse. “El problema no es solo lo que se dice, sino lo que se permite decir sin consecuencias”, denuncia uno de los autores.
Los judíos en España se blindan
En consecuencia, en 2024 se blindó la vida judía española. Se reforzó la seguridad en sinagogas y escuelas judías; se reactivaron campañas de sensibilización; se presentó una guía policial sobre delitos antisemitas; y se firmaron convenios de colaboración entre la FCJE y organismos públicos para la protección de las víctimas. Pero los autores del informe consideran que todo eso es insuficiente si no va acompañado de un cambio cultural más profundo.
“No se puede combatir el antisemitismo sin comprender qué lo alimenta”, insiste el informe. Y lo que lo alimenta es, en buena parte, una ignorancia histórica, una trivialización del significado del Holocausto, una confusión constante entre lo político y lo religioso, y una falta de pedagogía sobre lo que significa ser judío en el siglo XXI. Cuando un alumno en una escuela grita “judío” como insulto, no lo hace por lo que pasó en Gaza, sino porque ha aprendido a usar esa palabra para despreciar.
En sus conclusiones, el informe reclama medidas concretas y urgentes: protocolos de denuncia eficaces, vigilancia activa de discursos de odio en redes, formación transversal en educación y medios, y un posicionamiento firme de las instituciones ante cualquier expresión de antisemitismo, venga de donde venga. “No hay contexto que justifique el odio contra una minoría”, recuerda con contundencia el texto. En la práctica, son integrantes de las propias instituciones quienes, con mayor o menor conciencia, emiten mensajes que fácilmente cruzan la línea del antisemitismo.