La escena suele despertar una mezcla de admiración y vértigo: una mujer sentada en el sofá, con un bebé recién nacido en un pecho y un niño más mayor en el otro. Para algunas madres, la lactancia en tándem —amamantar a dos hijos de edades distintas al mismo tiempo— es una decisión natural; para otras, una necesidad que surge al llegar un nuevo hijo mientras el mayor sigue reclamando el pecho. Lo cierto es que esta práctica, tan ancestral como desafiante, está ganando visibilidad en una época en la que la crianza busca ser más respetuosa, flexible y libre de tabúes.
Pero, ¿cómo se sobrevive a este maratón físico y emocional? ¿Qué hay que tener en cuenta para que funcione? Y, sobre todo, ¿cómo se acompaña a dos criaturas diferentes en una experiencia tan íntima sin perder la cordura? Este artículo reúne recomendaciones, experiencias habituales y claves prácticas para entender mejor la lactancia en tándem.
¿Qué es realmente la lactancia en tándem?
La lactancia en tándem se refiere a amamantar simultáneamente a un recién nacido y a un hijo mayor, que puede tener desde pocos meses más hasta varios años. Es una práctica habitual en muchas culturas, pero que en Europa y América se ha vuelto más visible en la última década gracias al auge de las comunidades de crianza respetuosa y a la normalización de la lactancia prolongada.
Muchas familias llegan a ella sin haberla planificado: simplemente, el hijo mayor no deja el pecho durante el embarazo y la madre decide continuar. En otros casos es una estrategia consciente para acompañar al niño mayor en el proceso de llegada de un hermano.
Los beneficios: más allá de alimentar
Amamantar a dos a la vez no solo tiene un valor nutricional. También puede ser una herramienta emocional poderosa.
Ayuda en la adaptación del hermano mayor: el pecho funciona como un puente entre su vida anterior y la nueva dinámica familiar. Le da seguridad y reduce los celos.
Favorece la subida de la leche: los niños mayores tienen una succión más eficiente, lo que suele facilitar la subida de la leche en los primeros días posparto.
Refuerza el vínculo con ambos. el contacto físico, simultáneo o alterno, promueve la oxitocina, la hormona del bienestar.
Flexibiliza las tomas: muchas madres aseguran que la lactancia en tándem permite que las tomas del recién nacido se regulen mejor.
Pero también hay desafíos
La parte difícil existe y no conviene ocultarla. La lactancia en tándem es exigente, tanto física como emocionalmente.
Agotamiento físico: dos niños demandan más leche, más tiempo y más contacto.
Sobrecarga sensorial: muchas mujeres describen que en algunos momentos sienten rechazo, irritabilidad o necesidad urgente de espacio.
Logística compleja: gestionar horarios, posturas y momentos del día puede convertirse en un pequeño rompecabezas.
Presión social: la lactancia prolongada no siempre se comprende y muchas madres temen ser juzgadas.
El manual de supervivencia: claves que sí funcionan
A continuación, una guía práctica basada en las recomendaciones habituales de asesoras de lactancia y experiencias compartidas por madres que han vivido esta etapa:
Priorizar al recién nacido
Su succión es menos eficiente y necesita tomas más frecuentes. La norma general es: primero el recién nacido, luego el mayor, salvo situaciones puntuales.
Cuidar la posición
Las posturas más comunes son “balón de rugby” para el bebé y “a caballito” o sentado para el mayor. Lo importante: que tú estés cómoda.
Establecer límites
No se trata de amamantar por obligación. Las madres pueden —y deben— poner límites: “solo antes de dormir”, “solo después del bebé”, “solo unos minutos”.
Reforzar la nutrición de la madre
La demanda energética aumenta. Hidratarse, descansar y comer suficiente hacen una enorme diferencia.
No romantizarlo
Habrá momentos hermosos, sí, pero también otros de cansancio abrumador. Validar la dificultad es clave para sostenerlo.
Pedir apoyo
Tener a alguien que ayude con el mayor o que se encargue de tareas del hogar alivia una carga que, de otro modo, puede ser excesiva.
¿Cuándo dejarlo?
La lactancia en tándem no tiene una fecha de caducidad. Algunas familias continúan hasta que el mayor se desteta solo; otras deciden finalizar cuando la madre siente que ya no puede o el equilibrio familiar se resiente. La única regla real es que la decisión esté alineada con el bienestar de todos.
Dos manos, dos ritmos, un solo cuerpo
Amamantar a dos a la vez es un acto de entrega, pero también una coreografía: dos ritmos, dos necesidades, dos miradas. A veces caótica, a veces tierna, a veces agotadora. Es, sobre todo, un recordatorio poderoso de la capacidad de adaptación del cuerpo y del corazón de una madre. Una práctica que no es para todas, pero que para quienes la viven puede convertirse en uno de los capítulos más intensos y transformadores de la crianza.


