Primera pregunta de un examen cualquiera de 3º de la ESO: “Características de la vida en el Paleolítico”. Si a Lucas le hubiesen preguntado esto un día antes, habría explicado con detalle este periodo de la prehistoria, su tema favorito. Le fascinó conocer la aparición de los primeros homínidos, el uso de las primeras herramientas, sus vestimentas o sus estrategias de supervivencia. Sin embargo, llegó el momento de contestar y su cerebro fundió a negro. Igual que el gran apagón del 28 de abril en España.
En medio de un tenso silencio, Lucas miró incrédulo la hoja del examen y trató de recordar. Se llevó la mano a la barbilla, frunció el ceño, apretó una mano contra la otra… Por más que intentaba memorizar, no le venía a la mente más que una imagen vaga de aquellos homínidos prehistóricos de los que en ese momento parecía no saber absolutamente nada. Miró a la profesora, volvió a la hoja y, de nuevo, a la profesora, como queriendo implorar una sola idea que le diese el pistoletazo de salida para continuar todo lo demás. “Amigo, es un examen”, creyó leer en su rostro ciertamente malicioso. No tenía sentido. Su hoja iba a quedar en blanco. “No sé nada”, se gritó a sí mismo. Con el bolígrafo temblando entre sus dedos por el nerviosismo, escribió un par de párrafos inconexos
Tragó saliva y entregó la hoja sintiendo que el corazón le golpeaba el pecho con rabia. Le habría bastado un pequeño hilo de pensamiento para deshilar todo lo que parecía atrapado en su cráneo, una manera de reiniciar su sistema operativo. “¡Me quedé en blanco!” Es lo único que acertó a decir al llegar a casa.
¿Cómo se explica este fenómeno tan habitual en los estudiantes? ¿Qué significa quedarse en blanco? En ciencia se conoce como mind blanking (MB) y, contrariamente a lo que se piensa, no es una distracción. Literalmente, uno no piensa en nada y, además, puede ocurrir en cualquier situación, llegando a ocupar entre el 5% y el 20% de nuestro tiempo, aunque la gran mayoría de las veces ni siquiera somos conscientes.
Lo curioso es que no se trata de una falta de atención, ni siquiera de un fallo de la memoria, sino de un estado cerebral genuino, según ha descubierto recientemente un grupo de investigadores de la Universidad de Monash (Melbourne). En sus experimentos han visto que ese quedarse en blanco ocurre con más frecuencia tras la privación de sueño o después de una sesión de ejercicio físico intenso.
La actividad cerebral registrada por electroencefalografía muestra en esos episodios ondas lentas similares al sueño y una reducción del ritmo cardíaco. Algo así como una especie de sueño que afecta solo a ciertas regiones del cerebro. O sea, un híbrido entre vigilia y modorra.
Esto provocó a Lucas, como a otros tantos estudiantes, que, a pesar de tener el temario presente en su cerebro, fuese incapaz de recordarlo o verbalizarlo internamente, aun siendo consciente de que todo lo que debía escribir estaba ahí a punto de dispararse hacia el papel.
Los autores lo comparan con los llamados sueños blancos, esos en los que tenemos la sensación de haber soñado sin recordar ningún detalle, si bien los mecanismos neuronales son diferentes. También se ha comprobado que aparecen con mayor frecuencia en niños con TDAH, epilepsia o trastornos de ansiedad. La investigación aporta alguna idea más de cómo nacen y cómo se desvanecen los contenidos de la mente.
Una vez que la ciencia nos arroja un poco de luz, ¿qué consejos pueden ayudar a nuestros hijos a prevenir la mente en blanco en un examen?
- Evitar la ansiedad durante el periodo de exámenes dejando espacio para el ocio, el ejercicio físico y el descanso.
- Dosificar el tiempo de estudio, de manera que no haya maratones.
- Aliviar su miedo al fracaso y enseñarle a aceptar sus errores.
- Darle herramientas para que adquiera confianza en sí mismo.
- Animarle y motivarle a preparar los contenidos.
- Revisar, si es necesario con el profesor, si su técnica de estudio es la adecuada.
- Dormir un número suficiente de horas, sobre todo la noche previa: mínimo ocho.
- Es bueno repasar el día antes, pero no las horas anteriores. Hay que dejar un tiempo para que el cerebro descanse y fluya mejor lo aprendido.
- Dejar todo preparado la noche anterior. Nuestras prisas tampoco le favorecen.
- Tomar un desayuno equilibrado y saludable para ir con energía.
- Llegar al examen sin autoexigencias elevadas y con confianza.
- Enseñarle alguna técnica sencilla de relajación y respiración.
- Dejar que exteriorice sus preocupaciones y hacerle entender que un episodio de mente en blanco no tiene por qué repetirse. Anticiparse a algo que probablemente no ocurrirá solo crea mayor nerviosismo.
- Si hay bloqueo, lo mejor es parar y tomarse un tiempo para respirar.
- Si es posible, es mejor dejar pasar esa pregunta que produjo la mente en blanco y pasar a otra más sencilla.