Con los cambios que acompañan a los nuevos tiempos, muchas personas buscan relaciones con vínculos sanos y respetuosos. La herramienta más eficaz para lograrlo es recibir (y entregar) responsabilidad afectiva.
Si bien es ya algo común, hay quien piensa que “ser buena persona” y “mimar al otro” es más que suficiente para cumplir con ella. En realidad, se trata de una actitud que toma en cuenta las decisiones, las acciones y lo que se omite respecto a las relaciones, incluso en las de amistad o familia.
Qué es la responsabilidad afectiva y por qué es tan importante

Los especialistas de Psicopartner definen la responsabilidad afectiva como “la capacidad para reconocer y asumir las consecuencias emocionales de las actitudes y acciones en relación con otras personas”.
Esta manera de actuar pone en valor la empatía, la comunicación y la transparencia dentro de la relación, siendo consciente del impacto que se tiene en la otra persona.
Uno de sus principales beneficios es que vuelve la relación más sana, y otorga una gran paz mental al reducir significativamente la ansiedad y la incertidumbre.
Hay relaciones marcadas por la comunicación pasivo-agresiva, los secretos, la falta de límites y otros sentimientos negativos. Por su parte, tener responsabilidad afectiva da una seguridad psicológica a la relación de gran calidad.
En pocas palabras, es lo opuesto al ghosting, a la manipulación emocional, a la ausencia de limites, a la ambigüedad y otras situaciones negativas que dañan muchas relaciones actuales.
Estrategias eficaces para alcanzar una relación sana

A pesar de sus beneficios, no es tarea fácil cambiar el comportamiento en pareja para lograr una plena responsabilidad afectiva. Esta requiere de un esfuerzo consciente y constante, así como el trabajo mutuo en desarrollar nuevas habilidades de comunicación.
Para lograrlo, profesionales como los de Psicopartner recomiendan aplicar una serie de estrategias, que en general se pueden reunir en tres “pasos” a seguir.
Paso 1: Establecer acuerdos y límites
La base de cualquier relación sana, sea de pareja o no, es aclarar los temas que se dan por sentado.
Es importante definir bien qué tipo de relación se quiere tener, así como la comunicación que se va a manejar. Los cambios también deben expresarse, ya sean en cuanto a expectativas, sentimientos, estados de ánimo…
Hablar de cómo se resolverán las cosas, y asegurar que se comunicarán los cambios, da una tranquilidad que evitará silencios dolorosos e incertidumbre.
Paso 2: Validar las emociones y hacer escucha activa
Ante la expresión de sentimientos o quejas de la otra persona, en vez de ponerse a la defensiva, es recomendable validar las emociones. Dejar que el otro hable de cómo se siente.
Asimismo, escuchar atentamente y hablar en primera persona, sin acusaciones directa al otro, también es muy importante. Esto garantiza que las dos partes se puedan sentir escuchadas y que no se deben ocultar cosas, malas o buenas.
Paso 3: Acompañar y ayudar a cerrar los conflictos
Como último paso, aunque ninguno de los tres termina nunca, sirve para hacer frente a los momentos difíciles. Aquellas situaciones que ponen a prueba la relación.
Los conflictos deben afrontarse como algo a resolver juntos, no como que una parte tiene la razón absoluta y gana la discusión. Las disculpas sinceras, trabajar en reparar el daño causado y tratar de no repetir las acciones hirientes forman parte de ello.
Y si llega un momento donde uno de los dos necesita tiempo y/o espacio, o bien llega el fin de la relación, es recomendable dar una explicación clara y directa. Es importante resolver las dudas de la otra persona, dando un cierre sin desaparecer rápidamente.
Estos comportamientos muestran una gran madurez emocional, y los vínculos con estos principios, ofrecen una gran solidez, seguridad y felicidad en pareja.


