Las peleas entre hermanos son una realidad universal en la crianza, y a menudo se vuelven difíciles de manejar para los padres y madres. Muchas veces, la actuación de estos se limita a ejercer de “árbitro”. Es decir, a buscar un culpable, dar la razón al afectado e imponer una solución o castigo. Como hace un árbitro en un partido.
No obstante, las estrategias de resolución de conflictos sugeridas por los expertos proponen un cambio de enfoque. De esta supervisión y castigo, hacia un papel de mediación por parte de las figuras paternas y maternas. Esto, además de resolver eficazmente muchos conflictos, también da más de una lección social a los niños.
No busques culpables en las peleas entre hermanos: escucha y haz de mediador

La postura arbitraria suele partir de la premisa de encontrar quién ha empezado la pelea, que habitualmente es el culpable de la misma. Al ejercerla, muchos padres no se dan cuenta de que están catalogando a un hijo de “culpable” y a otro (u otros) de víctima.
Esto refuerza unos roles que pueden dañar la autopercepción y la autoestima de los pequeños. Por eso es importante mover el paradigma hacia una postura de mediación.
El mediador no busca culpables, ni los acusa. Parte de una neutralidad que busca una solución efectiva y se comunica con todas las partes, validando las emociones de los hijos. Así lo explican en el Club de Malasmadres.
Para lograr que la mediación funcione, es muy importante realizar una escucha activa, permitiendo que cada niño se exprese sin juicios y validando sus emociones. Al mismo tiempo, la empatía y el hacerle entender por qué se debe poner fin a la situación también juegan un papel vital.
Lo que aprenden tus hijos al verte como mediador

El objetivo final de la mediación en las peleas entre hermanos va más allá de resolver el conflicto del momento. Se trata de que, mediante el reflejo de la postura y las actitudes del adulto que hace de mediador, los niños tengan las habilidades para lidiar con los problemas que surjan en el futuro.
Como reflejan los expertos, si además es posible buscar una solución conjunta al problema, todas las partes se podrán dar por satisfechas.
Involucrando activamente a los niños, se refuerza su sentido de responsabilidad y también el de autonomía para tomar decisiones y resolver problemas.
Además, el vínculo entre padres e hijos, y entre los propios hermanos, también se verá más fortalecido. Al validar emociones y encontrar soluciones comunes durante los conflictos, los pequeños no vivirán enfadados o con miedo a represalias. Todo lo contrario, pues crecerán seguros y dispuestos a hablar las cosas.
Conseguir una convivencia bajo unas normas, el respeto y el entendimiento no es tarea fácil, pero es posible de alcanzar. Un cambio de enfoque, asistido por un profesional si es necesario, cambiará las cosas a mejor.
Servir de moderador transforma los enfrentamientos en lecciones de convivencia, las cuales les servirán en su presente y en su futuro.