La Reina madre de Inglaterra, Isabel Bowes-Lyon, la actriz Olivia de Havilland o María Branyas Morera, que al morir, en agosto de 2024, era la persona más anciana del planeta, con 117 años, son mujeres que superaron esa icónica barrera biográfica de los cien años. Como ellas, 13.919 en España, según los datos más recientes del INE. ¿Qué había en ellas diferente al resto de los mortales?
De Isabel Bowes-Lyon, que murió pacíficamente mientras dormía unos meses antes de cumplir 102 años, se decía con sarcasmo que se conservaba en ginebra. Evidentemente, el alcohol no fue su elixir. Olivia de Hallivand vivió hasta los 104 en un estado físico y mental envidiable que ella atribuía al amor, las risas y el aprendizaje. Y del secreto de la supercentenaria de origen catalán María Branyas Morera se ocupó a fondo el catedrático de genética Manel Esteller. La ocasión lo merecía: 117 años.
Esteller descubrió en ella una privilegiada genética y algunos rasgos en el funcionamiento de su sistema inmunitario y la composición de su intestino que habían contribuido a su longevidad. Pero aportó algunas lecciones útiles para quienes aspiran a supercentenarios. A lo largo de su vida, mantuvo una alimentación sencilla y muy equilibrada. La ausencia de excesos y el entorno social, así como la curiosidad intelectual y la actividad diaria, resultaron ser otros aliados silenciosos de su salud a largo plazo.

Stacy Andersen, neurocientífica del comportamiento de la Universidad de Boston y codirectora del Estudio Centenario de Nueva Inglaterra, el estudio más grande del mundo sobre centenarios y sus familias, supervisó las últimas tres décadas de vida de 3.000 centenarios, exploró los factores genéticos, el estilo de vida y las influencias ambientales que podrían haber influido en su longevidad.
Lo que ha descubierto es que los centenarios no fuman, llevan una dieta variada, son sociables y, por lo general, no se preocupan por los detalles. También tienden a tener un propósito y son capaces de encontrar alegría en lo cotidiano, incluso en sus últimos años. La participante de mayor edad falleció a los 119 años. Su hija vivió hasta los 101.
Para la gran mayoría de nosotros, la genética solo representa, en términos de longevidad, alrededor del 25%. El resto lo determinan los hábitos de salud que adoptamos. ¿Mantienes un peso saludable? ¿Llevas una dieta nutritiva? ¿Realizas actividad física moderada a diario? Estos son los gestos que, según Andersen, pueden ayudarnos a todos a vivir diez años más.
Pero en el caso de los centenarios, el componente genético tiene un peso mucho mayor, aproximadamente el 75 % de lo que les hace llegar a los 105 o más. Y no uno o dos genes, sino unas 200 variantes genéticas. El gran desafío para esta investigadora sería traducir todos esos mecanismos en una píldora de la longevidad.
Alrededor del 85% de nuestros centenarios son mujeres. Pero lo interesante es que los hombres que llegan a los 100 años tienden a ser más saludables desde el punto de vista físico y cognitivo.