Dicen que todos llevamos un genio dentro que florece cuando el ambiente se lo pide. Día 28 de abril de 2025. Apagón en toda España, conmoción para nuestras camadas digitales, esos niños que aprendieron a manejar el móvil antes de hablar. El mundo se les hizo grande y su primera expresión, como un impulso primario, fue casi unánime: “Me aburro”.
Por fin. ¡Qué bendita expresión! El aburrimiento es barbecho para sus cerebros, la promesa de una buena cosecha. Igual que en la tierra, esa pausa permite una maduración silenciosa, deja espacio para nuevas semillas y nos enseña la sabiduría de lo no inmediato. En ese estado se encontraron repentinamente millones de escolares en España, la gran mayoría con genes y talentos ordinarios, pero genios en potencia cuando sus mentes quedan en barbecho. Niños, no lo olvidemos, maleables y moldeables que, con determinación, pueden aspirar a su propia grandeza.
Para los aficionados al béisbol, Ted Williams fue un semidiós y, mientras el mundo hablaba de sus dotes milagrosas, aclaró que sus logros eran el resultado del tiempo invertido en el juego. El talento de Frida Kahlo anidó en el dolor físico y mental y en el aburrimiento de sus días en cama.
Cuando por fin los móviles dieron en la tarde del lunes sus primeras señales después del apagón, Artículo14 analizó con Patricia Gutiérrez, psicóloga y creadora del proyecto ‘Familiando’, qué había ocurrido en esas horas en los hogares, parques y calles. “Sin el entretenimiento de los dispositivos digitales, hubo un espacio para inventar, crear, probar, investigar y experimentar. Estamos en un momento en el que el aburrimiento tiene poca cabida, la sobreestimulación a la que estamos sometidos no nos permite identificar como familia la importancia del fenómeno del aburrimiento como parte del desarrollo y crecimiento de nuestros hijos”, avanza.
Verse sin los dispositivos tecnológicos, nos recuerda la psicóloga, generó pensamiento crítico. “El tedio es un fenómeno en el que la creatividad puede verse beneficiada, porque permite la posibilidad de desarrollar habilidades y competencias que fortalecerán su manera de afrontar los desafíos y retos vitales adultos. Sin este entrenamiento, tendremos jóvenes y adultos reactivos e incluso pasivos, esperando a que otras voces les digan cómo tienen que actuar o lo que deben hacer”.
¿Deben los padres intervenir? “Siempre -responde- es interesante ofrecer a nuestros hijos alternativas para que ellos puedan elegir, pero también es importante confiar en sus potencialidades y dejar un tiempo para que ellos mismos puedan romper barreras, generar inspiraciones o comenzar a realizar las primeras acciones. Si les percibimos especialmente frustrados ante el mar de posibilidades, entonces podemos encauzar su actividad siempre partiendo de sus intereses e inquietudes”.
Sería ingenuo pensar que cualquiera puede ser Frida, Williams o Carmen Martín Gaite, pero también injusto conformarse con la mediocridad o no ceder tiempo y recursos suficientes para que ellos desarrollen las alas con las que echar a volar. Patricia Gutiérrez anima a los padres a tomar la experiencia del apagón como punto de partida para ofrecer alternativas a nuestros hijos, “ajustándonos a sus gustos, aficiones e intereses, para que se sientan seguros y puedan explorar en procesos creativos partiendo de lo conocido, sintiéndose más seguros y motivados. Sabemos que los procesos creativos y de innovación parten de estructuras conocidas”.
El lunes fue una tarde extraña, sin pantallas, sin ruido eléctrico, ni distracciones digitales. Pero reconectamos con nuestra esencia, volvimos a la conversación y a la charla cara a cara, a los juegos de siempre. Los niños corrieron con rapidez, cantaron, estrenaron sus juegos de mesa, aparcados desde el Día de Reyes, cautivaron con sus comentarios a los padres…
¿Descubrieron algún talento? ¿Formularon una nueva idea? Quién sabe. Puede que simplemente se las apañasen para salir adelante sin datos y que, como dice la psicóloga, los padres descubriesen “lo fantástico del aburrimiento. Porque no sabiendo qué hacer o con qué jugar, tienen la oportunidad de explorar, retomar actividades olvidadas e, incluso, hallar alguna nueva”. Cuando el niño se aburre, su cabeza empieza a crear; después del bostezo, salta una chispa.