El vegano (quien escribe estas líneas lo es) siempre lleva colgada alguna etiqueta. Unas veces es un cartelito ideológico, muy a menudo alejado de la realidad, y otras toma la forma de aura de santidad, como si de los vegetales emanase una combinación de entrega al prójimo, compromiso con el planeta u otras cualidades atribuidas al mero hecho de prescindir de la carne.
Para los que somos veganos casi de cuna (cuando ni siquiera existía el término), el veganismo no es un principio ético, tampoco ideológico ni político. Y nos hartamos de decir que el respeto que merecen los animales y el sector de la ganadería es independiente de nuestras elecciones culinarias. Es verdad que hacia mediados del siglo XX estuvo muy vinculado al ecologismo, la lucha homosexual y el feminismo, pero nada más.
Se demoniza al carnívoro
Como nos pierde la costumbre de partir el mundo en dos, antes ser vegano era anómalo, enfermizo, casi una demencia. Ahora se demoniza al carnívoro. El problema lo ha creado el nuevo veganismo, el del postureo, ese que no atiende a razones y cae en la paradoja de “yo no tomo carne, pero sí jamón ibérico” o devora las mal llamadas salchichas vegetales -comida procesada, a fin de cuentas-, para sosegar la nostalgia carnívora. La idea suena tan disparatada como fabricar juguetes sexuales para lesbianas con formas fálicas.
El veganismo es, en la gran mayoría de los casos, un patrón dietético que uno adopta por razones diferentes. En uno de estos desvaríos, Google decidió eliminar el huevo de su ensalada emoji para no ofender a los veganos. Se impuso la delirante tiranía de lo políticamente correcto. Un vegano no enseña las garras mientras el compañero de mesa le hinca el diente a un costillar de cordero, tampoco tiene necesidad de abrazar árboles o de enarbolar banderas.

El veganismo como salvación moral
Es insostenible. Uno come distinto, pero no necesariamente piensa, siente o recicla distinto al resto. Por si no estuviésemos suficientemente convencidos, un estudio nos da de bruces con la verdad: un vegetariano puntúa, en comparación con los comedores de carne, más bajo en benevolencia, seguridad y conformidad. A favor del veggie: saca mejor nota en estimulación, logro y poder.
La investigación, que es un metaanálisis de tres estudios previos, recoge estos valores universales del modelo de Schwartz. La benevolencia, que se refiere al cuidado humano; la seguridad, como estabilidad personal y social; y la conformidad, como sinónimo de respeto a las normas. Lo que viene a decir es que quienes siguen una dieta vegetariana tienen a descuidar, más que los omnívoros, ciertos valores sociales y las relaciones con los seres que tiene cerca. “Aunque los vegetarianos pueden ser más sensibles al dolor y al sufrimiento de los animales y pueden ser más conscientes de las amenazas al medio ambiente, esta sensibilidad y conciencia no reflejan el valor humano básico de la benevolencia”, señala su autor, Juan B. Nezlek. Sus resultados sugieren, sin embargo, que quienes que adoptan una dieta vegetariana son pensadores más independientes que no temen ser diferentes.
Estas dietas han ganado popularidad recientemente en las sociedades occidentales y puede atribuirse a una mayor concienciación sobre los efectos negativos del consumo de carne. La dieta vegetariana reduce un 22% el riesgo de accidente cardiovascular, si bien generalmente los ciudadanos no estamos suficientemente informados sobre cuál sería la dieta más saludable o la suplementación correcta cuando uno abandona la dieta omnívora.
También plantea interrogantes sobre qué razón lleva a abstenerse de consumir productos de origen animal. Otra cruz con la que cargan los veganos. ¿Hay algún rasgo de personalidad que motive a ello? En esto, un grupo de investigadores descubrió que las personas veganas y vegetarianas son más amables y abiertas a nuevas experiencias que las omnívoras.
¿Quién es veggie en España?
Alrededor de 4,6 millones de españoles mayores de 18 años se declaran veggies (vegetarianos, veganos y flexitarianos). En torno al 11,1% de la población, según el informe de The Green Revolution, de la consultora Lantern. Teniendo en cuenta que veníamos de un 13% en 2021 y del 11,4% en 2023, la tendencia veggie muestra signos de estabilización en nuestro país. Una de cada siete mujeres adultas España es veggie. El 14,6% en 2025, frente al 13,2% en 2023. Los hombres han pasado del 9,7% en 2023 al 7,5% en 2025.

Las nuevas generaciones siguen más abiertas a este estilo de vida. El 15% de la población entre 18 y 24 años sigue una dieta veggie.
La paradoja de la masculinidad
Es curioso que, si hay más mujeres vegetarianas que hombres y el consumo de carne se asocia con la masculinidad, los vegetarianos no sean más benevolentes, teniendo en cuenta que la población femenina aparece siempre en lo más alto de cualquier estadística en cuanto a cuidados, armonía o relaciones humanas, y no tanto en preocupación por el éxito y el poder, como concluye Juan B. Nezlek.
Claramente, los resultados actuales sugieren que los vegetarianos no solo no responden a los estereotipos de género tradicionales, sino que, en términos de los valores del modelo de Schwartz, podrían estar más cercanos a esos rasgos que siempre se asociaron con la masculinidad, al priorizar el poder y los logros.
El autor recuerda que la elección dietética es solo un aspecto de la identidad y no agota la complejidad de los valores personales. Por otra parte, ojalá bastase un plato de lentejas libres de grasa animal para cambiar el mundo. No es el vegetal lo que despierta el deseo de ser moralmente mejores. Palabra de vegana sumamente respetuosa con la alimentación omnívora.



