No es un secreto que las reformas hechas por el Papa Francisco a lo largo de los 12 años que ha durado su pontificado no han sido del gusto de todos. Ahora, tras su fallecimiento a causa de un ictus el pasado lunes, 21 de abril, algunos de los cardenales que más críticos han sido con él entrarán al cónclave para votar, previsiblemente, por un candidato que pueda echar el freno a unos cambios que parecen imparables dentro de la Iglesia.
No han sido las iniciativas –que han sido muchas y necesarias– vinculadas a mejorar la transparencia y las cuentas del Vaticano lo que ha molestado a estos cardenales. Ni siquiera que alguno de ellos haya perdido privilegios en forma de apartamento de 400 metros cuadrados en pleno centro de Roma.
Han sido, más bien, cuestiones vinculadas al dogma o a la moralidad, como es el caso de las bendiciones a divorciados, homosexuales o la misa tridentina, las que han hecho llevarse las manos a la cabeza a algunos cardenales. Y no lo han escondido. En 2016, tras la publicación de la exhortación ‘Amoris laetitia’ sobre la familia, los cardenales Brandmuller, Burke, Caffarra y Meisner escribieron al papa Francisco una ‘dubia’. Es decir, una carta en la que le reclamaban que, ante lo expuesto en la exhortación, aclare la doctrina católica. Sin respuesta de Bergoglio, los purpurados volvían a enviar una segunda ‘dubia’ en 2023, poco antes de que diera comienzo el Sínodo de la Sinodalidad, con el objetivo de saber si este iba a modificar el Magisterio sobre “la bendición de las parejas homosexuales, la ordenación de mujeres al sacerdocio y la absolución sacramental dada a todos y siempre, sin condiciones”.
De los cuatro cardenales firmantes en 2016 han fallecido Caffarra y Meisner, pero a Burke y Brandmuller se unieron Juan Sandoval, Robert Sarah y Joseph Zen. De todos ellos, tan solo Burke y Sarah entrarán en el cónclave. De hecho, ha llamado la atención un vídeo que ha circulado por las redes sociales de estos dos cardenales, diametralmente opuestos a Francisco, llegando juntos al Vaticano tras el fallecimiento de este. No es la primera vez que coinciden, ya que en octubre de 2023, cuando los obispos de todo el mundo inauguraban la Asamblea Sinodal, participaron juntos en una conferencia internacional celebrada en Roma bajo el título ‘La Babel sinodal’, organizada por Nuova Bussola Quotidiana con el objetivo de desacreditar el Sínodo.
“El Sínodo que hoy se abre esconde una agenda más política que eclesial y divina”, dijo Burke en su ponencia. “Es clara la voluntad de modificar la constitución jerárquica de la Iglesia, con el consiguiente debilitamiento de la enseñanza en materia moral”.
Devotos de la misa tridentina y de las “verdades perennes” de la fe, tanto Burke como Sarah presentaron su firme oposición a Fiducia supplicans, en la que, entre otras cosas, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe abría la puerta a la bendición de parejas homosexuales. “Nos oponemos firme y radicalmente a una herejía que socava gravemente a la Iglesia”, dijo tras su publicación el cardenal guineano, alentando a todas las conferencias episcopales y a “cada obispo” a rechazar el documento.

Pero si hay un hombre al que no le han hecho falta ‘dubias’ para mostrar sus desavenencias con Francisco ese es el cardenal alemán Gerhard Müller, un habitual en las cumbres de la ultraderecha y alguien que no duda en comparar el hecho de que estas se suspendan con la represión de la Alemania nazi. Pero, si por algo destaca el cardenal Müller es por haber llamado abiertamente “hereje” a Bergoglio y por defender ideas como que “la prioridad de la Iglesia no es el cambio climático, los migrantes ni el poder de los laicos, sino el Evangelio”. Precisamente, las cuestiones que preocupaban infinitamente al papa Francisco.
El nombramiento como Papa de cualquiera de estos cardenales –así como otros, como es el caso del húngaro Peter Erdö, muy crítico con la postura de Francisco acerca de la migración– podrían suponer un freno a los caminos abiertos por el Papa argentino. Sin embargo, son muchos los cambios llevados a cabo por Jorge Mario Bergoglio, quien ha dejado una huella muy difícil de borrar en la Iglesia.