España vive pendiente de la última hora de la cadena de incendios que asola al país este verano. Más virulentos, más rápidos y más difíciles de extinguir, según escuchamos. ¿Qué está ocurriendo? ¿La situación es más crítica que en veranos anteriores? ¿Se podría haber prevenido? Podría explicarse con algo tan básico como el triángulo del fuego: combustible, aire y calor. Son los tres elementos esenciales que producen el fuego y los tres han concurrido estas últimas semanas para que las llamas hayan transformado el paisaje y la vida de quienes lo habitan.
Pero la situación es demasiado crítica como para quedarnos en lo elemental. Gorka Vélez Carrera, Ingeniero Forestal con Masterfuego, experto en análisis y en prevención de incendios forestales de Basotec, una empresa de consultoría medioambiental, forestal y rural, retoma la imagen de esa chispa que aterriza en una hierba seca para ayudarnos a entender el comportamiento de los incendios y también qué está fallando. ¿Por qué esa hebra de humo sobre la que cae la chispa al instante se convierte en una lengua roja que se expande sin tregua devorando cuanto encuentra a su paso? “La primavera fue muy lluviosa y propició el crecimiento de la vegetación. La vegetación continuó su ciclo vital y, al llegar la temporada de calor y sequía persistente, se secó. El incremento en el número y la gravedad de los incendios está, por tanto, vinculado a esa vegetación más alta, la ola de calor y los fuertes vientos, que han dificultado las labores de extinción”, responde.
Limpiar el monte: una idea urbanita
Existe, por tanto, mayor combustible, creando un efecto en cadena: más calor, más oxígeno, más llamas. El fuego avanza sin tregua causando daños irreparables al medioambiente, la economía y las comunidades locales. “La combinación del abandono del mundo rural y forestal y el cambio climático provocan veranos más largos y secos. Por tanto, mayor disponibilidad para arder. Esto explica su propagación a velocidades extremas, saltando incluso cortafuegos de decenas de metros, y su comportamiento impredecible”, añade.
Vélez no está de acuerdo con la idea de limpiar el monte como medida de prevención. “Se ha puesto muy de moda hablar de ello, pero es un concepto muy urbanita que ignora la necesidad de hacer una buena gestión de los montes con el uso de la ganadería y del cultivo en las zonas agrícolas con olivares y viñedos, por ejemplo, que antes hacían de barrera”. La gestión adecuada del territorio y del monte, clave para reducir la intensidad de los incendios forestales, pasa, en su opinión, por una buena planificación territorial para mantener una estructura equilibrada y libre de acumulaciones de combustible.

En esta planificación, Vélez incluye actividades como el pastoreo, la selvicultura y las quemas prescritas, promoviendo paisajes resilientes al fuego. “Esta estrategia protege la biodiversidad y los recursos naturales, al tiempo que garantiza la seguridad de las comunidades cercanas, reduciendo el impacto económico y social de los incendios”.
Incendios planificados
Las quemas prescritas, según nos explica, es una estrategia que exige una cuidadosa planificación. “Son incendios planificados y deliberadamente provocados bajo condiciones cuidadosamente determinadas, como la humedad del suelo, la temperatura ambiente y la dirección y velocidad del viento, para cumplir objetivos específicos de gestión del paisaje”. Con ellas se consigue reducir el exceso de vegetación inflamable (combustible) que puede alimentar incendios incontrolados. “Se elimina la vegetación seca y la acumulación de hojarasca, se promueven ecosistemas saludables con el rebrote de especies vegetales y se reducen las emisiones de carbono, mitigando así el cambio climático”. Desde esta perspectiva, el fuego genera vida y mantiene la naturaleza en equilibrio.
Como vemos, es la falta de prevención, no la mano del pirómano, lo que ha provocado que se extiendan los fuegos por buena parte del territorio nacional. Vélez Carrera expone la importancia de los planes de autoprotección de las zonas que limitan con el monte. “Su cometido es analizar el territorio, las posibles causas que pueden provocar un incendio y las actuaciones de prevención. Incluye coordinar medios humanos y materiales disponibles para la actuación en emergencia por incendios forestales, organizar la intervención de ayudas exteriores en caso de emergencia o contener los incendios generados en zonas forestales para evitar que afecten a las zonas urbanizadas y provoquen daños a la población”.
Basotec ha elaborado, por ejemplo, distintos planes de actuación en la Comunidad de Madrid, en aquellos municipios afectados por el riesgo de incendios forestales definidos como Zona de Alto Riesgo. Estos planes garantizan la máxima seguridad para el medio ambiente, los bienes y las personas dentro de un ámbito territorial local.
El fuego vuelve y, especialmente en algunas regiones, hay que convivir con este imperativo implacable de la naturaleza. Se cumple la sentencia del investigador Thomas Elmqvist: “Muchas partes de Europa se enfrentan a un gran aumento de las sequías plurianuales, lo que conlleva una mayor probabilidad de incendios extremos. En algunas zonas es probable que se produzcan fenómenos graves cada dos años”. Por eso, la lucha contra los incendios no debería centrarse exclusivamente en la extinción, sino, como insiste Vélez Carrera, en una gestión forestal y rural mucho más ambiciosa. Y entre esas ambiciones está conseguir bosques más resilientes.