Crianza

En lugar de decir “ahora”, hazlo ya: la regla de oro que puedes enseñar a tu hijo

La procrastinación no es un buen hábito si queremos avanzar. Para los niños y adolescentes resulta especialmente gratificante aprender a no posponer tareas importantes

Cuántas paradojas nos deja la era de la inmediatez en la viven los niños y adolescentes. Su paciencia no va más allá de una historia de Instagram o el minuto de descarga de un vídeo. Lo de leer un libro… ¿cómo dices? ¿no está el resumen en TikTok? Ahora bien, si te responden “ahora lo hago”, ahí se funde la inmediatez. Ese ahora toma la lentitud de la tortuga y habrá que confiar en que, despacio, pero llegará, aunque de sobra sabemos que la postergación pocas veces conduce a la acción.

¿Cómo hacer que esos mismos adolescentes que lo necesitan todo y ahora apliquen la urgencia a sus responsabilidades o intenciones? La palabra ahora tiene un significado inequívoco y firme. No depende de las ganas o de la gratificación inmediata que ofrecen las redes sociales, las compras online u otros estímulos. En pleno proceso madurativo del cerebro, es importante gestionar la impulsividad, la toma de decisiones, la capacidad de actuar sin la búsqueda del placer instantáneo y la tolerancia a la frustración.

El psicólogo y neurocientífico Daniel Levitin, autor de The Organized Mind (La mente organizada) ofrece un consejo muy simple: cerrar pestañas mentales abiertas. “Los niños viven saturados de ideas y necesitan liberar espacio en su cerebro para cedérselo a la imaginación, la creación y la educación”. Cualquiera de nuestros hijos procesa más datos en una sola jornada que cualquier persona del siglo XIX en toda su vida. ¿Cómo no se va a perder en esa maraña de información la petición que le acabamos de hacer?

En su mente saturada, se produce una fuga de atención. Salta de una tarea a otra consumiendo energía y alejándose del foco. Cuanto más reduzca la carga, mayor será su posibilidad de acción. La regla de oro que podemos enseñarle es tan sencilla como hacer inmediatamente aquello en lo que vaya a tardar menos de dos minutos. Es un consejo muy válido también para los adultos. Es la manera de dejar atrás el mal hábito de la procrastinación, que consiste en postergar aquellas actividades o decisiones que necesitan atención para ejecutar otras que son irrelevantes, pero quizás más agradables o requieren menos esfuerzo.

Procrastinar significa evadirse y es una conducta muy vinculada a la falta de manejo de las emociones negativas o el control de los impulsos. Dani Sánchez-Crespo, divulgador, profesor universitario y autor de Pensar más, pensar mejor, propone una fórmula de tres letras: OMH (objetivo, medio, herramientas). Entendiendo estas tres letras, dice que vamos en la dirección adecuada, ya que una de las causas más frecuentes por las que el niño o adolescente deja de hacer las cosas es por la falta de plan, “de un camino claro que le lleve a ello”.

Sánchez-Crespo pone el ejemplo de perder peso. No vale con desearlo. “Habrá que definir un plan para conseguirlo, como comprometerse a correr una hora tres veces por semana. ¿Mejor así? Sí, claramente. Tener un fin no es tener un plan y este es un mal clásico del mundo moderno”.

Sus tres letras nos pueden ayudar si las llevamos a nuestra rutina y se las enseñamos a nuestros hijos. Empezamos por la O, de objetivo. Es lo que deseamos lograr, pero tiene que ser, según este divulgador, algo físicamente conseguible y definido de forma no ambigua. Si el objetivo es leer un libro propuesto desde el colegio, no sirve de nada ese “ahora me pongo”, sino que habrá que marcar un día en el calendario y comprobar si se ha cumplido o no. Antes deberá ir verificando si se acerca a ello.

En cuanto a la M, de medios, se refiere a los componentes necesarios para cumplir ese plazo. Es decir, esos pasos previos hasta llegar al final. Si es la lectura de un libro, habrá que descomponerlo en páginas y fijarse un número determinado. Sánchez-Crespo pone como ejemplo subir al Everest. Evidentemente, a nadie se le ocurre improvisar de un día para otro, sino que habrá que entrenar, documentarse, adquirir material y resolver la parte organizativa.

Por último, tenemos la H, de herramientas, los objetos y técnicas que ayudan a lograr una tarea. Siguiendo con la lectura encomendada como trabajo escolar, la herramienta puede ser facilitarle al niño el espacio y el tiempo adecuados para centrarse en el libro sin distracciones u otras obligaciones.

Cuando se trata de una acción que requiere atención inmediata, como puede ser hacerse la cama, fácilmente puede aplicar la regla de oro de los dos minutos que sugiere Daniel Levitin. Para una exigencia más compleja, Sánchez-Crespo añade a la fórmula de las tres letras el método 30-30, que, según reconoce, ha copiado al coach Sahil Bloom. Consiste en dedicarle 30 minutos diarios durante 30 días. “Llueva, nieve o esté gripe, dedicará 30 minutos durante un mes. 30 por 30 son 900 minutos. Unas 15 horas. Sea lo que sea lo que quiere conseguir, 15 horas habrán sido suficientes para producir un cambio de una manera poco costosa”.

Como él dice, ¡al ataque! “Si hay una parte del a vida que nos produce satisfacción es trazar un plan y ver que sale bien. La sensación de haber podido es increíble: combina autoestima, control y lo más importante, librarnos de aquello que nos preocupaba”. Cuanto antes lo entiendan nuestros hijos procrastinadores, más felices se sentirán.

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