Un año después de la dana que afectó a la Comunitat Valenciana, las consecuencias continúan siendo significativas. Save the Children y la Universitat de València han analizado el impacto en más de 200.000 niños, niñas y adolescentes afectados. Como explica un niño de nueve años de Paiporta: “Cuando truena me pongo muy nervioso y no puedo dormir”.
Entre las conclusiones del estudio “Con el barro en la mochila”, destaca que más del 30% aún siente miedo a la lluvia, las tormentas o el ruido fuerte, y aproximadamente el 24% mantiene dificultades para dormir. El informe se basa en la consulta a más de 2.300 familias de los 103 municipios afectados, junto a profesionales del entorno social y educativo. Confirmando que la huella emocional del desastre sigue vigente.
Salud mental
El estudio señala alteraciones en la conducta infantil tras la emergencia: aumento de la ansiedad, del estrés y del uso de pantallas como vía de escape. Entre los adolescentes se detectan dificultades de concentración (12,4%), uso más intensivo de dispositivos electrónicos (11%) y tendencia al aislamiento social (7%).
Las familias afirman que el estado emocional de los hijos se ha convertido en su principal preocupación, con un 45,7% situándolo por encima de cualquier otro aspecto. La organización señala que el acompañamiento social y emocional ha sido limitado y advierte de los riesgos de confiar únicamente en la resiliencia de los menores.

Viviendas y rutinas aún por recuperar
Las lluvias del pasado año provocaron 16.000 viviendas dañadas y 229 muertes, entre ellas 9 menores. Aunque buena parte de la infraestructura se ha restaurado, la situación residencial sigue sin normalizarse completamente.
El informe indica que casi el 15% de las familias perdió su vivienda y una de cada cuatro considera que su hogar es actualmente menos seguro para la infancia. En zonas muy afectadas, numerosas familias residen todavía en hogares con reparaciones pendientes.
“Quiero que arreglen ya mi casa para poder volver a mi habitación”, expresa una niña de 10 años en Paiporta.
Retrocesos educativos
El impacto en la educación fue inmediato: 48.000 estudiantes se quedaron sin clases durante semanas y algunos centros continuaron cerrados durante meses. Según las familias, el 52,4% del alumnado ha acumulado retrasos en aprendizaje, y los efectos de la discontinuidad son más amplios: el 71,6 % del alumnado ha sufrido consecuencias en su estado emocional y el 33,3% en sus relaciones con iguales.

Rodrigo Hernández, director de Save the Children en la Comunitat Valenciana, afirma que “en un contexto de crisis, ir a la escuela ayuda a recuperar un sentido de normalidad y esperanza para esos niños y niñas”. La organización insiste en la escuela como entorno protector que aporta servicios esenciales, como el comedor escolar para familias con menos recursos. En el momento de la emergencia, más de 18.000 menores dependían de una beca comedor.
Fuera del horario lectivo también se han detectado cambios. Los menores han dejado de realizar actividades deportivas (45,4%), al aire libre (28%), culturales u ocio (25%) y extraescolares (24,7%), lo que limita oportunidades de socialización y apoyo emocional.

Mayor impacto en familias vulnerables
El estudio subraya que los efectos de la DANA se han agravado en hogares con menos recursos, que ya partían de situaciones de riesgo. La propia organización destaca que estas familias han visto aumentar las dificultades económicas y de conciliación tras los daños en vivienda y empleo.
Según Hernández, “las familias con menos recursos han visto cómo el impacto de la DANA en la vivienda y en el empleo les ha supuesto una enorme pérdida de poder adquisitivo y mayores dificultades de conciliación”.
Recomendaciones pendientes
Save the Children considera necesario que la reconstrucción siga avanzando, pero pide que incluya medidas centradas específicamente en los derechos de la infancia. La prioridad pasa por reforzar la atención psicológica, acelerar la rehabilitación de espacios educativos y mantener ayudas a familias vulnerables.

La organización concluye que “es necesario reforzar la respuesta en ámbitos como el de la educación, la salud mental y el apoyo a familias en situación de vulnerabilidad”, situando a la infancia “en el centro de las decisiones para garantizar sus derechos y fortalecer su resiliencia ante futuras emergencias”.
