Las sirenas de bomberos y servicios de emergencia resuenan en el vecindario. Los profesionales llegaron al apartamento como quien llega tarde a una tragedia ya escrita. El cuerpo de Zyra Thompson, de 19 meses, yacía sin vida en la cocina. Tenía el torso quemado.
Los hechos ocurrieron en Houston, en noviembre de 2015. La madre de Zyra, Raquel (25 años) y su novio, salieron del apartamento para recoger una pizza y unos medicamentos. Dentro del hogar se quedaron los cuatro hijos, sin supervisión. Se trataba de dos gemelos de tres años y otro niño de cinco.
“La imagen me va a perseguir toda la vida: la madre gritando, con el cuerpo de la niña entre los brazos, quemada… No puedo olvidarlo, ni aunque quiera” cuenta un vecino. “Pensé que era un incendio, que habían dejado algo en la estufa. Pero cuando vi a emergencias salir con la sábana blanca, entendí que era peor”.
Un juego que terminó en tragedia
Cuando la pareja regresó a casa, se encontró a los tres niños llorando en la cocina, señalando el horno. Su madre sacó de inmediato a la pequeña e intentó reanimarla. Pero ya era tarde. La niña había sido introducida dentro del horno por uno de sus hermanos de tres años. El otro lo encendió.
“No debieron dejar a esos niños solos. Nunca”. “Era una familia en situación de riesgo. No se trataba solo de pobreza, en esa casa se veían negligencias con frecuencia”.
Cuando los trabajadores sociales interrogaron a los pequeños, los dos hermanos de tres años explicaron lo sucedido con la frialdad que solo la inocencia puede permitir: “La pusimos en el horno y le dimos al botón de calentar” dijeron. “Ella pateaba la puerta”.
No avisaron a la abuela
Raquel no fue arrestada de inmediato. La policía, ante la magnitud del caso, optó por esperar los resultados de la investigación. Pero la opinión pública fue rápida en juzgarla.
La abuela de los niños vivía en el mismo complejo de apartamentos, y no sabía que los niños estaban solos. “Me lo dijeron cuando ya era tarde. Yo habría ido, claro que sí. Pero esa vez no me llamaron” declaró en su momento la abuela.
El juicio invisible
Legalmente, el caso fue un vacío. Los dos hermanos, siendo menores, no podían ser considerados penalmente responsables. “No hay forma de juzgar a esos niños. Fueron víctimas también” explica un abogado penalista. “Pero eso no exime la responsabilidad de los adultos encargados de su cuidado”.
Raquel y su novio fueron condenados por negligencia grave y perdieron la custodia de sus hijos. “Ella no la mató con sus manos. Pero los dejó a merced de un accidente anunciado” sentenció uno de los detectives a cargo del caso.
Los hermanos quedaron a cargo del estado. Se desconoce su paradero actual. Los expertos temen que el trauma haya echado raíces profundas. “El acto fue accidental, pero el impacto no lo es. Crecer con la idea de que uno fue parte de la muerte de una hermana, aunque sin intención, es una carga que puede deformar su vida entera” afirma un psiquiatra infantil especializado en trauma.