Orígenes

Milidred Agnes Martínez, Millie, la madre devota de ascendencia española de León XIV

Jamás imaginó esta mujer, hija de inmigrantes y profundamente religiosa, que su apellido llegaría a lo más alto del Vaticano

Este jueves 8 de mayo, a las 18.08 h, la tradicional fumaba blanca que emergía de la chimenea de la Capilla Sixtina anunciaba la elección del nuevo Papa. Poco después, el cardenal protodiácono Dominique Mamberti pronunciaba su nombre desde el Balcón de la Basílica de San Pedro: Robert Francis Prevost, de 69 años. Desde ahora, León XIV.

En su discreto perfil apareció enseguida la figura materna, Mildred Agnes Martínez, hija de inmigrantes de Luisiana con ascendencia española. Nacida en Chicago en una familia de seis hermanas, fue quien, con su riqueza cultural y espiritual, moldeó con precisión los contornos morales y religiosos de ese camino que, sin ni siquiera sospecharlo, conduciría a su hijo hasta el Vaticano.

Casada con Louis Marius Prevost, de raíces francesas e italianas, fue una mujer adelantada a su tiempo. Mildred estudió Biblioteconomía en la Universidad DePaul de Chicago y obtuvo su licenciatura en 1947. Dos años después, completó su formación humanista con una maestría en Educación. Trabajó como bibliotecaria en diversas instituciones, como la Catedral del Santo Nombre, la escuela secundaria Von Steuben y el colegio Mendel Catholic High School, gestionado por los agustinos.

Su compromiso con la comunidad en la parroquia de St. Mary of the Assumption en Dolton, Illinois, tan profundamente arraigado en ella, influyó en la temprana vocación de servicio de su hijo Robert Francis. Mildred cantaba en el coro y participaba activamente en la Sociedad del Altar y Rosario, una organización dentro de la iglesia católica que se dedica al cuidado y embellecimiento del altar, la iglesia y la liturgia. Durante un tiempo, ejerció como presidenta y ayudaba en la preparación del altar el cuidado de los manteles y la promoción de la oración del rosario con el mismo celo que dedicaba a sus tres hijos.

Millie, como la llamaban cariñosamente, era una mujer incansable. Fundó, junto a su esposo, la biblioteca parroquial en el sótano de la escuela. Su presencia, su perseverancia, su inmensa fe y su dedicación a la comunidad marcaron el espíritu religioso de quien desde hoy es el Papa León XIV. Le proporcionó un entorno muy enriquecedor en cuanto a valores y referencias culturales. Ella fue su guía espiritual y su modelo a seguir en su actitud de servicio y entrega, decisiva en su posterior trayectoria como religioso y misionero dentro de la Orden de San Agustín.

León XIV ingresó primero en un seminario agustino, donde se empapó de las enseñanzas de san Agustín de Hipona. Con 26 años viajó a Roma para estudiar Derecho canónico en el Angelicum, recibiendo la ordenación sacerdotal en esta ciudad en 1982 de manos del arzobispo Jean Jadot.

Tras finalizar sus estudios, fue invitado a trabajar en la Prelatura Territorial de Chulucanas, en el noroeste de Perú, con una fuerte conexión con los Agustinos estadounidenses. Viajó por todo el país, recorriendo la selva, la sierra y la costa, consolidando un amor por la nación.

Según ha explicado en sus entrevistas, Mildred, quien primero le animó para servir como monaguillo en su parroquia, le apoyó de una forma incondicional cuando decidió dedicar su vida a Dios y alentó su vocación con absoluta comprensión, incluso cuando le comunicó su labor misionera en Perú.

Con la fortaleza que le transmitió su madre, a Robert Francis no le costó asimilar las exigencias de su vida sacerdotal. No le sorprendió cuando, siendo seminarista, un sacerdote anciano y sabio le recordó la importancia del voto. “De joven –le dijo–, te será más difícil vivir el celibato. Pero más adelante, verás que vivir la obediencia es lo más difícil». Prevost supo hacer siempre lo que se le pedía, tanto dentro de la orden como en la Iglesia.