“Hasta los 18 no verás a tu madre”: una infancia arrebatada por la violencia institucional

Relatamos el testimonio de una madre que fue víctima de malos tratos por parte de su exmarido pero perdió la custodia de su hijo tras ser acusada de un falso SAP (Síndrome de Alienación Parental)

Virginia (nombre ficticio) es una madre que lo dejó todo por cumplir su mayor sueño: tener un hijo. Licenciada en Derecho y con una carrera consolidada, interrumpió su vida profesional para someterse a un largo y costoso tratamiento contra la endometriosis profunda. Tras tres años de lucha, logró ser madre. “Mi hijo era mi vida. Todo lo hice por él”, recuerda.

Pero su sueño pronto se transformó en una pesadilla. Durante el embarazo, mientras sufría amenazas de aborto, su marido la dejaba sola, salía de fiesta o se excusaba con viajes de trabajo. Más adelante descubriría que llevaba una doble vida con otra mujer. La convivencia se volvió insostenible: gritos, amenazas de suicidio, fingimientos de ataques de ansiedad, todo delante del niño.

Cuando Virginia decidió separarse, él la amenazó: “Si te vas, te impongo la custodia compartida para no librarte nunca de mí”. Finalmente, el hombre abandonó el hogar, dejando a madre e hijo solos. Durante esa etapa, Virginia se ocupó por completo del niño: alimentación, salud, tareas escolares. “Mi hijo era feliz. Teníamos rutinas, amor y estabilidad”.

Ya durante el matrimonio, comenzaron las señales de acoso escolar. Virginia lo denunció repetidamente al colegio y se reunió con la dirección, pero no obtuvo apoyo. Ante la inacción, contactó con una asociación contra el acoso y exigió la apertura de un protocolo. Lejos de resolver el problema, el colegio tomó represalias contra ella y su hijo, emitiendo informes que luego serían usados en su contra.

Del amor materno a la sospecha judicial

Pese a tener la custodia tras el divorcio y un informe psicosocial favorable, Virginia fue perdiendo credibilidad judicial. Su oposición a una custodia compartida impuesta por razones de violencia fue retratada como actitud obstructiva. El entorno del padre comenzó a construir un relato alternativo: informes escolares negativos, denuncias, incluso un parte policial redactado por un agente que apenas la conocía. Todo apuntaba a presentarla como una madre inestable.

“Cada decisión tomada por el bien de mi hijo fue tergiversada. Si no lo llevaba al comedor porque estaba el acosador, era negligencia. Si no iba a ciertas excursiones por su salud, también lo usaban contra mí”. Finalmente, le impusieron una custodia compartida pese al rechazo del menor.

La aplicación de un falso SAP (Síndrome de Alienación Parental), desestimado por la comunidad científica, derivó en la retirada de la custodia y, más adelante, de la patria potestad. El niño, que declaraba querer vivir con su madre, fue obligado a verla en un punto de encuentro familiar, bajo supervisión y sin privacidad.

“Me dejaba juguetes escondidos en el bolso, como si así pudiera volver a casa”. Finalmente, Virginia colapsó psicológicamente. Diagnosticada con trastorno de ansiedad generalizada, renunció a las visitas por no poder soportar el daño emocional.

Desde entonces, el menor ha repetido curso, está medicado, aislado y sin apoyo emocional. “Me envían fotos del colegio donde aparece solo, sin amigos, deseando que termine el recreo para volver a clase”. Las madres del entorno confirman su tristeza y desconexión.

El niño llegó a acusar falsamente a su madre, presionado por el padre, aunque luego se retractó, confesando que lo había hecho obligado. “Me dijo llorando: ‘Mamá, la jueza ha dicho que no te veré hasta que tenga 18 años’”. Según Virginia, el padre y su entorno lo encerraban bajo llave, le pegaban y lo incitaban a odiarla. “Tengo grabaciones donde dice que le dijeron que yo ya no era su madre y que debía pegarme”.

Virginia denunció violencia institucional, de género y vicaria. Pero la justicia no la escuchó. La jueza que inicialmente le otorgó la custodia cambió de criterio en menos de dos años, sin diligencia debida y con una sentencia plagada de descalificaciones personales. Según Virginia, tanto la jueza como la abogada del padre pertenecen a la misma plataforma ideológica favorable a la custodia compartida obligatoria.

“Es una red de relaciones e ideologías que prioriza imponer custodias compartidas, incluso cuando hay violencia. Mi abogada lo denunció, pero nadie actuó. Me quitaron a mi hijo por denunciar, por abrir protocolos, por no callarme. Si defiendes a tu hijo, te tachan de loca”.

Virginia lucha por mantenerse en pie. Ha tenido que quitar fotos, evitar lugares comunes, cuidar su salud mental. Aun así, vive para el momento en que su hijo pueda volver con ella. “Quiero que ese día me encuentre fuerte, con la dignidad intacta. Porque, aunque me han quitado todo, sigo siendo su madre”.

Su caso no es aislado. Representa una problemática creciente: madres despojadas de sus hijos bajo supuestos de alienación sin pruebas, mientras los niños son expuestos a violencia y desamor. “A mi hijo lo han arrancado de su madre. Le han arrebatado su derecho a ser amado, escuchado y protegido. Y a mí, mi razón de vivir”.