En España hay un teléfono que nunca se apaga, tampoco en verano. Lo gestiona la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (APRAMP), que desde hace cuatro décadas acompaña a mujeres y niñas víctimas de trata y explotación sexual. En pleno mes de agosto, cuando casi todo parece detenerse, la prostitución sigue siendo un problema que no conoce vacaciones.
Rocío Mora, directora ejecutiva de APRAMP, nos atiende al teléfono: “España sigue manteniéndose en las posiciones establecidas por los informes internacionales como país de tránsito y destino para la explotación sexual de mujeres”.
La punta del iceberg
La ausencia de cifras oficiales sistemáticas no significa que el problema sea menor. “Las víctimas no llaman a nuestra puerta anunciando que están siendo explotadas. No se identifican como tal: están coaccionadas, amenazadas, aisladas de su familia y de cualquier apoyo. Además, sus explotadores les inculcan que nadie puede ayudarlas o que la policía está de parte de ellos”, relata Mora.

Los datos que maneja APRAMP hablan por sí solos: en el primer semestre de 2025 detectaron 4.229 personas en situación de riesgo de explotación y trata, iniciaron procesos de acompañamiento con 898 de ellas y 523 se convirtieron en usuarias directas de su servicio integral. Solo con su unidad móvil han actuado en 1.235 espacios, la mayoría pisos, y descubierto 129 nuevos lugares de explotación.
“Cada año detectamos nuevos espacios y nuevas víctimas que se suman a las anteriores. Los datos oficiales y los de entidades especializadas como la nuestra son solo la punta del iceberg”, alerta.
De la calle a las redes
El confinamiento de la COVID-19 aceleró un cambio de escenario. “Hemos visto un modelo mucho más oculto y de difícil acceso. Se ha pasado de lugares abiertos como las calles, los polígonos o los clubs a pisos y, sobre todo, al mundo online”, subraya Mora.
Las redes sociales se han convertido en terreno fértil para las mafias. “Las organizaciones criminales encuentran en ellas un espacio enorme para captar y explotar. Nuestra campaña TikTok Trata surge precisamente de comprobar esta realidad”, explica. Tres casos documentados por APRAMP ilustran cómo funciona el mecanismo: promesas de trabajo, relaciones afectivas falsas -el método del lover boy- o supuestas oportunidades económicas que terminan en explotación bajo vigilancia estricta, sin libertad de movimientos ni documentación.
Pisos invisibles, leyes insuficientes
Hoy, la prostitución se concentra en espacios privados y digitales. El acceso de las fuerzas de seguridad a esos pisos es limitado, lo que dificulta las investigaciones. De ahí la importancia de la coordinación con entidades como APRAMP y con la Fiscalía de Trata de Personas.

Pero la dificultad es también legal. “Necesitamos una Ley Orgánica Integral que aborde la trata y la explotación sexual desde todos los ángulos: prevención, persecución, protección y partenariado”, reclama Mora. Una ley que garantice el acceso a derechos fundamentales -salud, vivienda, empleo, justicia y educación- y que incorpore a las supervivientes en el diseño de las políticas. “Si falta una sola pata, el trabajo estaría descompensado”, advierte.
Un problema aquí y ahora
España no puede mirar hacia otro lado. “Los estudios internacionales muestran que nuestro país es de tránsito y destino, y que las mujeres y niñas son explotadas sexualmente bajo la demanda de quienes consumen sexo de pago”, recuerda Mora. Y añade: “No es una realidad lejana. Está en nuestras ciudades, en nuestros barrios, en nuestros bloques de pisos y en las redes sociales”.
El diagnóstico es claro: detrás de cada acto de prostitución hay violencia y vulneración de derechos. El verano no cambia esa realidad. Y la pregunta que plantea Rocío Mora es directa: ¿será capaz la sociedad española de mirarla de frente?