Es difícil medir la hondura de su dolor. Los familiares de desaparecidos soportan la ausencia de sus seres queridos en un duelo permanente. Más aún cuando tienen la firme convicción de que su hija, su hermana o su madre no se fueron por su propia voluntad. También ellos desaparecen, pero son mayoritariamente ellas las que un día se cruzaron con alguien que convirtió su rastro en un humo. Sin pistas que poder seguir tras años convertidos en décadas.
“En diciembre se van a cumplir doce años desde que desapareció mi hija y estoy igual que el primer día”. Es el pesar de Natalia Rodríguez. El 2 de diciembre de 2013, Malén Ortiz de 15 años se bajó del autobús de vuelta a casa en Mallorca. Iba con su patinete verde flúor. Vaqueros, camisa de cuadros y zapatillas rosas. “Me pasa con cada desaparecida, si es menor aún más. Nunca paras de extrañarla y de querer saber dónde estará -cuenta con la voz quebrada-. Yo reviví mucho lo de Malén cuando ocurrió lo de Diana Quer”. Nacidas el mismo año, en 1998, Malén y Diana desaparecieron con tres años de diferencia.

497 días tras Diana Quer
“Totalmente. Estoy convencida de que mi hija sigue con vida”. Era la tajante respuesta de la madre de Diana Quer a finales de 2016, apenas unos meses después de la desaparición. 497 días después, la realidad golpeó con contundencia. El 31 de diciembre de 2017, la Guardia Civil halló el cadáver de la joven madrileña. Desaparecida el 22 de agosto de 2016 en el paseo marítimo de A Pobra do Caramiñal, A Coruña, su cuerpo sin vida apareció no muy lejos del lugar en el que se le perdió la pista. Hundida en el pozo al que la tiró su asesino, José Enrique Abuín El Chicle.
“Mi más sentido pésame a la familia de Diana Quer. Trágico desenlace pero al menos pueden descansar”. Es el mensaje que publicó el padre de Marta del Castillo al difundirse el fatal hallazgo. Pese a tener al asesino confeso en prisión, llevan desde 2009 sin saber del paradero exacto de su hija. No tienen una tumba en la que poner flores, aunque la han buscado de manera incansable en fincas, pozos, vertederos y hasta el río Guadalquivir. Otra forma de sinvivir.
De primera y de segunda
“Hubo muchas similitudes: las dos eran jóvenes adolescentes que volvían a casa solas y se encontraron con alguien. En su momento, se relacionó mucho el caso de mi hija Malén con el de Diana. Incluso el jefe de la Guardia Civil se comprometió conmigo, estrechándome la mano”, recuerda Natalia Rodríguez. Recuerda que en un principio se hicieron perfiles del entorno. Todos infructuosos. También reclamó la participación de la UCO, una vez revelada la detención del Chicle.
El caso Quer no es el único en el que la balanza se desnivela. Apuntan también otras búsquedas policiales, como la de Blanca Fernández Ochoa, en la que hace seis años durante cuatro angustiosos días se buscó a la esquiadora olímpica hasta descubrir que se había quitado la vida. “Es lamentable, pero es cierto. Hay desapariciones de primera, de segunda y de tercera. Y no es un reproche contra ninguna familia porque estamos unidos por el dolor”. Natalia se interrumpe. Impotente al no encontrar un porqué a la discriminación que siente. La suya y la de otros familiares. En concreto, menciona a los padres de Paco Molina -desaparecido con 16 años en Córdoba, en 2015- o la madre de Carolina del Valle…

“De mi hija decían que era ‘la Diana Quer catalana’, pero nada más lejos de la realidad”, lamenta Isabel Movilla. Lleva una década sin saber nada del paradero de Caroline, que en este tiempo habría cumplido los 24 años. “Me enfadé muchísimo porque a mi hija no se la estaba buscando así. El caso ha estado siete años y medio metido en un cajón. Es más, la Unidad de Desaparecidos no lo cogió hasta los dos meses y las cámaras se pidieron casi un año después. ¿Para qué, si a los quince días ese circuito cerrado ya estaba borrado? Ni siquiera la buscaron en el vertedero, porque desde la costosa búsqueda de Cristina Bergua ya no se autoriza en Cataluña”. Hoy, su esperanza está puesta en la Interpol y en la geolocalización del teléfono de Caroline, que dejó de dar señal el 15 de marzo de 2015.
El ‘efecto Diana Quer’
En la comparación, hubo quien ha elevado la acusación. Cuando ni siquiera tenían enfilado al Chicle, diez meses antes de su detención en 2017, el padre de Iván Durán denunció públicamente el desamparo que había sentido su familia: “Mi hijo ha muerto porque toda la Guardia Civil buscaba a Diana Quer”. El joven pontevedrés de 30 años desapareció en las mismas fechas que la joven madrileña, de vacaciones en Galicia. El cuerpo de Iván apareció muy cerca de casa y del cuartel de la Guardia Civil de Baiona.
Un duro golpe para una familia que se sintió olvidada, hasta el punto de recorrer por su cuenta más de 20.000 kilómetros buscándolo: “A mi hijo lo dejaron morir”, aseguró. Entonces nadie sabía aún del horrible desenlace de Diana. Como nadie que no lo haya sufrido puede medir la magnitud de un dolor como el que sienten estas familias. En palabras de la madre de Malén: “Es la impotencia de que el mundo siga girando como si nuestras hijas e hijos nunca hubieran existido”.